Genaro: no, no he leído nada de Atisha. A decir verdad de Budismo no he leído mucho, sólo el “Dhammapada” y el clásico “Evangelio de Buda” de Paul Carus (este Carus es una figura interesante en sí misma, un filósofo alemán que se autodefinía como “un ateo que ama a Dios” y que estudió el budismo con mucha profundidad).
Así que tengo a Atisha en el “debe”, como a muchos otros, pero no dudo que en algún momento le llegará el turno.
El mundo de la espiritualidad es un verdadero bosque inagotable, donde es fácil perderse en las diferencias superficiales de las enseñanzas de los distintos maestros. Lo que he tratado de hacer para no perderme (y ya lo ve, me perdí igual) es tomar unos cuantos árboles grandes (Jesús, Buda, Ramakrishna, Ramana Maharshi) y tratar de captar su esencia, ver cómo sus enseñanzas, en apariencia muy distintas, armonizan perfectamente entre sí, y cómo en definitiva apuntan a lo mismo: “disminuye, debilita, (y si puedes matar, mejor) al ego, es decir, a tu falsa identificación con un cuerpo y una mente limitados, y en última instancia ilusorios. Tú no eres un cuerpo y una mente, tú eres ESO (indefinible, inexpresable) que sólo puedes descubrir por realización directa (porque es antes de la mente y su capacidad de análisis), que descubrirás cuando el ego desaparezca. Tú eres ESO, siempre lo has sido, y siempre lo serás.”.
“Realización Directa”, quiere decir que no es posible “conocer” la Realidad en la forma tradicional dual en que conoceríamos un objeto (“yo” sujeto conociendo “algo” fuera de mí), sino que sólo es posible “ser” (porque “yo” y la Realidad somos uno).
Perder la esperanza en la iluminación espiritual es como el viejo cuento del pez que luego de buscar el agua toda su vida, cansado, abandona la búsqueda.