Encontrá todos los archivos de audio en MP3 del programa de radio La Venganza Será Terrible de Alejandro Dolina

La venganza será terrible del 02/03/2007

Comentario #72146

Krank vor Liebe

Krank vor Liebe el domingo, 19 de noviembre de 2023 a las 03:08 PM en La venganza será terrible del 02/03/2007 dijo:

El cinismo de Rolón respecto a cualquier enfoque psicológico no psicoanalítico es deplorable; no me molestaría si fuera un imbécil, pero me desconcierta oír ese fanatismo en alguien tan talentoso e inteligente como él. Supongo que hoy Rolón será consciente de que hoy el psicoanálisis es un fósil conceptual, mientras que las corrientes cognitivo-conductuales gobiernan el mundo. (No es metáfora: esa psicología experimental, empírica, no modelada, basada en evidencia científica y clínica, pone y depone presidentes a gusto; es cierto que también ayuda a curar enfermedades y mejorar la calidad de vida de millones de personas, aunque esa es una aplicación muy subalterna. Qué difícil es decir algo nuevo u original sobre este tema.)

Repito que cuando hablo de Rolón, naturalmente que me refiero a aquel Rolón pasado, no al actual de quien solo sé que se convirtió en un híbrido de Lama Rinchen Gyaltsen y vendedor radial de códigos morales al paso. (A propósito, pelado: ¿dónde se saca el carnet de hombre santo? Es para un amigo que quiere dejar de laburar.)

Es evidente que a Dolina no le gustan las películas de Kubrick, con la aparente excepción de El Resplandor, y creo que solo por la actuación de Jack Nicholson. Tengo la impresión de que alguna vez habló bien de The Killing, pero no encuentro ningún audio para verificarlo.

Mariela, no leí nunca El tambor de hojalata; solo vi la película de 1979; ayer pasé por el lugar donde están los libros en alemán a los que tengo acceso para verificar que estuviera ahí, y estaba (el libro físico sigue siendo mi primera elección cuando está disponible). No pude traerlo a casa porque no había formularios de préstamo. (Se trata de gente muy susceptible; uno se lleva un libro, lo devuelve un año después de lo pactado con manchas de café, con veinte páginas faltantes, con anotaciones pornográficas y dibujos obscenos, y se ofenden, manga de amargados. No comprenden que es solo intervención artística de una obra.) A partir de la semana que viene lo leeré, porque Günter Grass es un autor que pospuse durante años por causa de un prejuicio no siempre justificado (que toda persona que haya tenido la menor cercanía con el nazismo es necesariamente un monstruo, algo que gente como Werner Egk, Carl Orff o Max Planck desmienten). Sí necesitaré alguna ayuda extra para comprender ese texto; por lo poco que pude leer a primera vista, hay modismos y localismos con la misma dificultad de comprensión que un alemán encontraría al leer la expresión «Mamados hasta el caracú» en Adán Buenosayres.

No diré nada acerca de aquel capítulo del positivismo ingenuo que postulaba que hacer ciencia debía limitarse a recolectar y clasificar datos empíricos, porque tus conocimientos sobre epistemología e historia del conocimiento científico son impresionantes. Sí destacaré que esos positivistas estaban exactamente equivocados al creer que los sueños eran producidos por descargas eléctricas aleatorias en el cerebro y que carecían de sentido, mientras que Nietzsche y Freud estaban aproximadamente en lo cierto al considerarlos una parte más de los procesos psíquicos; que después el psicoanálisis los interpretara de forma caprichosa es otra historia. (A propósito, tuve que salir muchas veces a defender a Nietzsche de las acusaciones de protonazismo y racismo; hay que reconocer que su buena hermana Elisabeth Förster-Nietzsche hizo un gran trabajo en ese sentido.)

Dormir, según se sabe, es el más secreto de nuestros actos. Le dedicamos una tercera parte de la vida y no lo comprendemos. Para algunos no es otra cosa que un eclipse de la vigilia; para otros, un estado más complejo, que abarca a un tiempo el ayer, el ahora y el mañana; para otros, una no interrumpida serie de sueños.

En aquel tiempo, Albert Michelson (premio Nobel por sus experimentos sobre el éter, y para Edward Morley minga) creía que lo poco que quedaba para descubrir en las ciencias naturales era cómo obtener algunas décimas más de precisión en las mediciones, y se decía (aunque era falso) que el director de la oficina de patentes de Estados Unidos había renunciado a su cargo porque consideraba que ya no quedaba nada para inventar.