Misterix, me encanta intercambiar opiniones. Efectivamente, que la maestra de mi hija piense lo que quiera, allá ella. Que se lo diga a veinticinco nenes de diez años es otro cantar. Su proceder no le quita mérito al título, le quita mérito a ella como maestra.
A mi nena, en efecto, le conté que desde mi punto de vista la dictadura no tuvo nada de positivo, y que esa seguridad no existía, porque no se perseguía a los delincuentes sino a los que no pensaban como el gobierno. Le conté que la única vez que estuve preso en mi vida fue a los dieciséis años por haber salido a la calle sin documentos, y que mi padre tuvo que deshacerse de libros que valoraba, porque tenía mucho mucho miedo de lo que podía pasarnos, porque era periodista y militante y estaba en la mira de los asesinos. También la invité a que preguntara a sus abuelos y tíos, personas que quiere y respeta, qué piensan sobre eso, porque puede que yo no tenga toda la razón, y que después charlábamos si quería.
En fin, como decía, los buenos maestros, los que se ganan el título y aman lo que hacen (que son mayoría por suerte), enseñan a pensar, se alegran de la curiosidad de los niños, sufren mucho también porque están mal pagados y eso es muy injusto. La formación de los maestros hoy en día es lamentable, también. Todo un tema. Mi hijo en cambio tiene una maestra, en el mismo cole, muy jovencita, trabajadora y excelente, llena de entusiasmo. A mí me da miedo que ese entusiasmo vaya a naufragar por culpa de los sueldos de porquería y del obligado pluriempleo de nuestros docentes. Y ahí tenés razón: poco han hecho los gobiernos democráticos por dignificar a esta gente, en formación y en retribución. Qué pena no poder charlar con ustedes, gente que argumenta lindo, de esto temas.
La Democracia, claro, es imperfecta. No solo la nuestra no lo es: Ahí lo tenés a Bush que no me deja mentir.

Un saludo