Sobresaltos proféticos
Sobresaltos proféticos o sobresaltos poéticos, donde no se sabe bien qué es más importante si la profecía o el juego de imágenes utilizado para comunicarla. Sobresaltos, en definitiva, hijos de un alma que riza el rizo con tal de encontrarle forma a lo que siente. De todos modos puedo llegar a considerar esa actitud más egoísta que generosa. Borges decía que no usaba palabras difíciles o complicadas porque eso era una forma de faltar el respeto al lector. Era complejo en sus ideas pero no utilizaba el filtro de las palabras inaccesibles. Viyi creo que tus ideas podrían plasmarse o retransmitirse de manera más llana, tal vez perdería arte, perdería autenticidad (me dirás), perdería el sobresalto mismo y el impulso y la convulsión magmática, pero sería considerado y cortés con el que no vive esos sobresaltos ni navega esas profundidades.
Por otro lado sé de de la vieja discusión entre fondo y forma. Las letras, que apuntan a la forma, la filosofía que apunta al fondo. Y yo, que opté por el fondo a la hora de comunicar ideas. Y la forma (la literatura) la dejo para mi propio disfrute y el compartir con almas amigas, que gustan saborear las palabras. No es una crítica, es una idea que vierto, una inquietud genuina. Mi postura es que los poetas ponen en primer plano la belleza y en segundo plano la verdad. Con el resultado que tal vez es bella la forma en que dicen algo, pero ya no importa si es verdad ya que es imposible contrastarlo con la realidad ni con la certeza, ni es posible discutir o confrontar en ningún sentido. Cosa que el lenguaje de la filosofía y de la ciencia sí pueden. Por eso son órdenes distintos. No sé si un filósofo tiene derecho a reclamarle al poeta honestidad intelectual, claridad a la hora de transmitir, veracidad o adecuación de los conceptos. Capaz son vocaciones, órdenes, misiones, valores distintos. Pero se tocan tanto, toda la historia se tocaron. Porque el poeta es el dueño de las palabras y el filosofo el amante de la verdad, y cuando el filosofo se pone a hablar de la verdad, se vuelve poeta. Entonces se descubre mal poeta. Y cuando el poeta se pone a hablar de la verdad, se vuelve filósofo, pero se descubre mal filósofo, porque no tiene rigurosidad, ni claridad, ni puede salir del solipsismo, ni alcanza plenamente la dimensión de intersubjetividad, ni tampoco puede ser útil al congénere, tan arrobado y fascinado se halla embebido en su propio genio creador. Se vuelve un idólatra, adorador de sí mismo. Hay un cierto onanismo en el artista y en el poeta, mal que suene agresivo el término, lo creo metafóricamente pertinente.
Mariano C. el miércoles, 05 de febrero de 2014 a las 07:39 AM
en La venganza será terrible del 03/02/2014 dijo: