Mariela: el machismo y el patriarcalismo de nuestra cultura es un hecho, y cualquier movimiento hacia el fin de esta lamentable forma de dominación cuenta con mi total apoyo.
Ahora, ¿mostrar los pechos en una playa es una forma de lucha contra esa dominación? Bueno, puede ser una forma de lucha… más bien tonta, en mi opinión.
Yo arrancaría por otros lados, mucho más humillantes y sacrificados para la mujer que ponerse la parte superior del bikini en una playa.
Por ejemplo, ¿por qué la mayoría de las mujeres en nuestra cultura aceptan caminar en forma totalmente antinatural, con el talón a varios centímetros del piso, haciendo equilibrio entre las baldosas, con riesgo de caerse, no pudiendo acelerar el paso, exponiéndose a problemas en las articulaciones y tendones en el mediano o largo plazo? Ni hablar de esos zapatos (por no decir zancos) con plataformas altísimas, que obligan a la mujer a caminar haciendo un equilibrio casi circense? ¿Por qué no hay un “taconazo” o un “plataformazo” en el obelisco, donde se tiren para siempre esos horribles zapatos, inventados por los hombres para poder ver más atractivas a las mujeres, para que parezcan más altas, se le marquen mejor las curvas de las piernas y se les levante la cola?
¿Por qué muchas mujeres se sienten en la obligación de dejarse crecer las uñas mucho más allá de lo razonable, al extremo de que las tareas diarias de manipulación de cualquier objeto (sea un teclado de computadora o una franela) se tiene que ver seriamente dificultada (la verdad, no sé cómo hacen)? ¿Por qué no hay un “uñazo”?
¿Por qué aceptan dedicar gran cantidad de tiempo a pintarse las uñas (de las manos y pies), los párpados, las pestañas, la boca, etc, etc?
¿Por qué ya es moneda corriente, incluso a partir de la adolescencia, que se hagan (y continúen haciéndose regularmente por el resto de su vida) operaciones estéticas para agrandarse o hacer más atractivas aquellas partes de su cuerpo que saben son las más codiciadas por las miradas de los hombres? Gastando gran cantidad de dinero, soportando dolores, exponiéndose a infecciones hospitalarias… ¿Por qué no un “bisturazo” (o algo así)?
La lista sigue y sería interminable. Lo cierto es que las mujeres hacen enormes sacrificios y dedican muchísimo tiempo de su vida a hacerse atractivas (según el criterio masculino de lo atractivo). Si uno le pregunta a una mujer por qué hace todos estos sacrificios (yo lo hice), la respuesta es simple: porque a los hombres les gusta, y van a mirar antes a una mujer con tacos altos o plataformas, con uñas largas y felinas, pintada y maquillada y con senos o cola prominentes, y ya que estamos con una minifalda y un escote pronunciado, antes que a una mujer que no tenga esos “atributos” digamos.
Y si vamos al fondo de la cuestión de por qué la mujer acepta someterse a toda esta serie de horribles imposiciones sociales masculinas para verse bella y atractiva a la vista de los hombres, la respuesta es aun más simple: porque en este mundo competitivo, la mujer tiene apurarse, en su cuarto de hora más favorable, a tratar de encontrar en el “mercado” masculino al mejor individuo posible (según ciertos criterios) que le permita alcanzar los objetivos de “realización” que también le marca la sociedad patriarcal: casarse, tener hijos, formar una familia, y lograr una “posición social” lo más alta posible. Ese mercado masculino es limitado y la competencia de las otras mujeres es feroz, así que hay que luchar con todas las armas posibles. No hay fair-play aquí.
Por su parte, en este esquema los hombres tampoco se la llevan de arriba (aunque claramente la tienen mucho más fácil). También tienen su presión social para verse más atractivos ante las mujeres, pero va en otro sentido. Si bien no tienen la presión por verse tan atractivos físicamente, sí la tienen por alcanzar una posición socioeconómica destacada.
La mentalidad competitiva y neoliberal tan criticada (con toda razón) está en la política porque está en nuestra composición mental, en nuestra herencia animal ancestral.
Ese es el mundo actual (mayormente): el mundo del ego, el mundo de la competencia, donde “el otro” es un rival a derrotar para que nosotros podamos ganar. Es un mundo muy parecido al infierno.
Hay otro mundo posible, del cual he hablado aquí de vez en cuando, citando a los grandes maestros. Es el mundo de las trascendencia y la superación del ego. Es un mundo muy parecido al paraíso.