El “orden natural” puede ser muy cruel.
En muchas especies, cuando un macho conquista (peleando con otros machos) a una hembra, empieza por matar las crías que ésta tuviera con machos anteriores, para asegurarse de que los genes que sobrevivan sean los suyos.
La madres pueden dejar morir sin hacer nada, o incluso matar, a sus crías más débiles, sabiendo que si las deja vivir serían un problema para las posibilidades de supervivencia del resto.
Como vimos hace un tiempo, cuando los lobos se desplazan en manada por largas distancias, los más viejos y débiles van a la cabeza, para usarlos como carne de cañon en caso de ser atacados.
En el orden natural todo es egoísmo (individual o colectivo del grupo o especie), tratando de asegurar y expandir la supremacía propia (nuevamente, individual o colectiva). Observando el mundo actual, vemos que el ser humano y sus actividades derivadas (políticas, económicas, sociales), están fuertemente influidas o determinadas por el “orden natural”. Lo cual es equivalente a decir que su evolución espiritual es, en general, pobre. Las enseñanzas del conjunto reducido de grandes maestros espirituales que han pasado por el mundo no han tenido aun un impacto masivo sobre esa evolución. Miles de millones de personas declaran seguir sus ejemplos y enseñanzas, pero en general se quedan en eso: declaraciones y aspiraciones.
El amor y la compasión universales no vienen del orden natural. Sólo pueden venir de su trascendencia, de la superación del condicionamiento animal, de la realización de quiénes somos en realidad.