Amplío y redondeo: el amor y la compasión son “antinaturales” en todo el sentido de la palabra.
¿Puede haber algo más antinatural que amar al otro como a uno mismo? ¿O hacer el bien a quienes nos hacen mal? ¿O poner la otra mejilla cuando nos han herido u ofendido? ¿O perdonar siempre e incondicionalmente? ¿O no juzgar?
Todas estas cosas son absurdas e incomprensibles para el “orden natural”, que sólo entiende de afirmación, de dominio, de expansión de “nosotros” sobre “los otros”.
Admito que el ser humano actual ha suavizado los aspectos más crueles del orden natural, pero aun está lejos de trascenderlo.
Los maestros espirituales son radicales (en el sentido de que van a la raíz del problema). No suavizan nada, no negocian con el ego, no dicen como diría quizás un psicólogo: “trate de ser un poco menos egoísta, trate de pensar un poco más en los demás”. No hay medias tintas para los grandes maestros. Ellos dicen (con variadas formas y palabras): termine de una vez y para siempre su identificación falsa e ilusoria con el ego, haga todo lo contrario de lo que éste quiere, de lo que éste le ordena, de lo que a éste lo gratifica. Mátelo de hambre y sed. En una palabra: mátelo, y asegúrese de que esté bien muerto. Entonces, recién entonces, paradójicamente, comenzará a vivir”.
Los maestros espirituales son los más grandes revolucionarios que ha conocido la humanidad.