Ciudadano32, casi había olvidado a Cora Argentina Daneri; sé que me ensañé, pero solo por ver en ella el símbolo de esa progresía acomodada que está convencida de que cambiará la realidad mediante el curioso procedimiento de ignorarla. (Después se asombran de que X gana las elecciones y argumentan que eso ocurre porque la gente no lee a Galeano.) De paso, suscribo todas tus observaciones sobre la industria del Big Data y la ingeniería social vinculada a ella; me cuesta aceptar que seamos presas tan fáciles. (Detesto las anécdotas personales, pero me veo obligado a contar esta: estoy tramitando un par de nacionalidades; en una entrevista reciente en una embajada de cuyo nombre no quiero acordarme, la interrogadora me advirtió que los conceptos que vertí en ciertas redes sociales en el año 2008 y sucesivos podían ser un obstáculo para la aprobación de ciertos requisitos de pureza ideológica; el punto es que esos comentarios fueron hechos por mí con direcciones de email truchas y nombres de cuentas del orden de «Tisoler el Morocho» creadas con dispositivos, números de teléfono y servicios de Internet que no existen desde hace mucho tiempo; naturalmente, nada de eso impidió que mi identidad real fuera transparente y que quedara vinculada a mi persona física hasta la actualidad, a pesar de todos los cambios de hardware, IMEI, direcciones MAC, etcétera, que ocurrieron durante todos esos años. Pensé en preguntar si eso no era una invasión inaceptable de la privacidad, pero me pareció una objeción banal.)
Mariela, hace bastante tiempo, la app de YouTube me recomendó un video de Gabriel Rolón en «Perros de la Calle» (no tenía idea de la existencia de ese programa); al verlo, descubrí al Rolón que decía muy en serio las mismas cosas que sus personajes absurdos parodiaban en LVST. Me molestó esa deshonestidad intelectual, ese abuso de la credulidad y desesperación de su público (aunque no ignoro que todo psicoanalista basa su carrera en ellas); repito que todo el mundo tiene derecho a cambiar, pero Rolón es una persona demasiado lúcida para cometer involuntariamente esa estafa moral. (Sé que su actividad mediática no es especialmente dañina, ya que es apenas una rejunte de lugares comunes dichos con autoridad, pero expone claramente sus intenciones comerciales: ser el psicoanalista argentino más caro de todos. Eso sí: estoy seguro de que su pseudoteoría psicoanalítica de las causas de la ansiedad paroxística episódica viola uno de los derechos garantizados por la Ley 26.657 (Ley Nacional de Salud Mental): «Derecho a recibir una atención basada en fundamentos científicos ajustados a principios éticos», y ahí sí Rolón se vuelve peligroso por el riesgo de retrasar potencialmente un tratamiento rápido y adecuado para ese trastorno de la ansiedad. Insisto: la herencia epistémica de Masotta es un collar de melones.
Con respecto a la desubicación de Dolina, me refiero a esto, entre las marcas de tiempo 4:30 y 5:45; vuelvo a oírlo y vuelvo a sentir la misma vergüenza ajena. Por eso, decidí quedarme con el recuerdo de este Dolina que canta la marcha del Día Mundial del Huevo a partir del minuto 1:35. Con respecto a este último audio, estaba oyéndolo hoy mientras trabajaba en la construcción de mi pequeño estudio de grabación y postproducción musical (de ahí mi súbita vocación por la albañilería y la carpintería, tengo muchas herramientas y muy poco presupuesto) y tuve que dejar lo que estaba haciendo por el ataque de risa (no esperaba ese himno, me tomó muy desprevenido, mi edad mental es de 11 años).
No quiero irme por hoy sin quejarme de la demencial competencia de youtubers e instagrammers por captar la atención de los usuarios. La movilidad social ya no es lo que solía ser.