“La paradoja suele servir a ciertos espíritus pasionales para tener una cierta desconfianza de la razón, para ver que la razón es falible, que la razón tiene trampas, y para darse cuenta de que en algunos momentos de la vida, no en todos (desde luego no a la hora de resolver el teorema de Pitágoras), conviene dejar la razón de lado, y ceñirse a las “raisons du coeur”, que decía Pascal, y toda vez que no hay solución para este tema de los catálogos, resolverlo pasionalmente, por ejemplo decir ‘¡ma qué catálogos!’…”.
Más allá de la muy buena humorada final, acá sí que casi coincido con Dolina, si acordamos en que las famosas “raisons du coeur” de Pascal (“el corazón tiene razones que la razón no conoce”) no es lo emocional y pasional (que no deja de ser intelecto exacerbado y nublado por la sensualidad), sino algo más profundo, más esencial, más allá de (y antes de) lo emocional y lo intelectual…