Estaría bueno estar hoy en Córdoba, tanto para ver el recital de Paul McCartney como para probar esos famosos chorizos veganos.
Una anécdota a propósito: por años fuimos habitués con mi esposa de un restaurante de comida vegetariana (ya cerrado) en Montevideo. Al menos una vez a la semana cenábamos allí. Normalmente no había ningún problema para conseguir mesas: los clientes eran pocos, casi siempre los mismos, y los lugares libres abundaban (entre paréntesis: hacían unas milanesas de soja que no tenían nada que envidiarle en sabor a las hechas con la carne de nuestros hermanos bóvidos, aunque como es un recuerdo tan lejano es posible que la memoria gustativa me esté traicionando).
Una noche llegamos y vimos con sorpresa que el lugar estaba abarrotado de gente, incluso tuvimos que esperar a que se desalojara alguna mesa. ¿Qué había pasado? Inmediatamente el motivo fue evidente para mí: "Claro, Paul McCartney!". Sir Paul estaba en Montevideo para dar un recital, y su propaganda del vegetarianismo había provocado una ola de súbitos neo-vegetarianos. Por supuesto, la ola duró el tiempo en que Sir Paul estuvo en Montevideo; en una o dos semanas todo había vuelto a la normalidad, el lugar libre volvió a abundar y otra vez volvimos a ver sólo las caras de siempre.
Vaya esta anécdota, si acaso sirve para algo, como un apunte para los aficionados al estudio de la conducta humana, que los hay muy esforzados en este foro. Moda, impulso, dejarse llevar por la corriente, fluctuación, inconstancia...
Yo agregaría: así es la conducta humana, cuando falta un objetivo central y grande en la vida, y cuando los únicos pequeños objetivos son transcurrir, consumir, acumular bienes materiales y placeres sensoriales.
Objetivos todos inmensamente pobres y absolutamente insuficientes para satisfacer el hambre profunda del ser humano.