No estaba enterado ni de la jugada de Villarruel, ni del gambito de contrapeso de Karina Milei. Más de seis millones de reproducciones, 50.000 retuits, 190.000 likes (no sé cuáles son los porcentajes orgánicos y de bots, pero ahí están), multitudes forzadas a aplaudir lo que habitualmente detestarían. Son muy buenos, y saben cuándo, dónde y cómo pegar para provocar emociones; siempre me pregunto qué sucedería si algunos de ellos jugaran alguna vez a nuestro favor (aunque eso sería imposible por muchos motivos). Supongo que la oposición especializada en subestimar al enemigo ya habrá llegado a la conclusión de siempre: son estúpidos que no leen a Galeano.
Hace poco oí un programa muy antiguo en que Dolina hablaba sobre la importancia de la inteligencia emocional en la toma de decisiones (se refería específicamente al acto de votar); en ese tiempo (como ahora) existía la superstición del votante racional e informado: un señor que unos días antes de las elecciones leía hasta la última coma de todas las plataformas políticas de todos los partidos, realizaba un estudio comparado y analítico, y recién después emitía su voto con cara de religiosa reticente, haciendo chicos y finitos los labios. Dolina sostenía que la realidad era otra muy distinta; sabía por su experiencia en publicidad que los productos se venden por impacto emotivo, y un presidente también es un producto en el sentido más comercial de la palabra. Por supuesto que los oyentes de ese tiempo (como los de ahora) negaban ese hecho, y defendían a muerte las hipótesis absurdas del libre albedrío y la infalibilidad de la sabiduría popular.
Cuando tenía ocho o nueve años vi por primera vez a France Gall en televisión, quizá cantando «Der Computer Nr. 3»; como todo el mundo, me enamoré instantáneamente y creo que todavía no se me pasó del todo. De cualquier forma, no la mencioné tan casualmente; unos minutos antes había visto una publicación de The House of Automata (siento ternura por esos intentos anacrónicos de simular vida) y recordé que Dolina había musicalizado una charla sobre autómatas mitológicos e históricos con «Poupée de cire, poupée de son», un tema muy bien compuesto, muy pianístico (creo recordar que Dolina dijo que no estaba nada mal; alguna vez habría que hablar sobre el clan Gainsbourg) y con una letra también interesante a pesar de su aparente ingenuidad. Tengo un conjunto personal de temas populares (que pueden ir desde Bix Beiderbecke hasta Rammstein pasando por algunas composiciones de Dolina o por cualquier otro lado) que suelo tocar en piano de forma recurrente y por placer (me gusta cómo suenan, me divierten, les hago variaciones y arreglos, a veces los grabo con instrumentos completamente inadecuados); entre ellos está «Poupée de cire, poupée de son» (otra es por supuesto «Du hast den Farbfilm vergessen», una de las canciones más estúpidamente alegres que puedo recordar). Por otra parte, me es difícil pensar en Francia y no pensar a la vez en France Gall, ya que fonéticamente suena muy parecido a la chica de Francia. Una vez intenté que hiciéramos un cover de «Ella, elle l'a» con un grupo en que trabajaba como tecladista, pero la cantante (que era muy profesional para cantar en varios idiomas) desistió porque consideraba que no le salía bien, y tenía razón. Eso sí, sigo sin saber si la letra del tema de la computadora número tres era literal o irónica, y France Gall ya no está para preguntárselo.
Vuelvo más tarde para decir algo sobre cine; adelanto que tengo grandes dificultades para disfrutar la producción más reciente, que corre con la desventaja de competir en la memoria con verdaderos monstruos.