Siempre intento que mis ineptos comentarios tengan alguna relación con la actividad de Dolina; esta vez no encontré ninguna excusa para hacer eso.
¿En qué sentido son improvisados, Ciudadano32? El núcleo duro del cristinismo deconstruido (no es ironía, lo digo así para distinguirlo claramente del peronismo y del primer kirchnerismo, y también porque la deconstrucción derridiana estuvo siempre presente en ese movimiento como la herramienta por excelencia para el ejercicio del poder político) se la pasa anunciando el fracaso y la caída inminente del gobierno; tendrían razón si las intenciones originales hubieran sido la recuperación económica del país, la defensa de los intereses de los más necesitados y el mejoramiento del bienestar común, pero siempre quedó claro que los objetivos de este gobierno no eran esos, sino los opuestos. En ese sentido, tanto el gobierno de Macri como este son escandalosamente exitosos; si el progresismo argentino no quiere o no puede comprender que el éxito y el fracaso son siempre relativos a las metas propuestas, entonces tendremos eternamente un canal de Revolución Popular anunciando la llegada de los soviéticos a Berlín o una Ofelia Fernández redactando en lenguaje inclusivo su discurso de asunción como presidenta vitalicia de la Nación.
Tenés razón en que hay un aparato de neuromarketing para vender internamente a Milei como líder global de la alt-right, y creo que ya lo lograron; no podrán engrupir a los de afuera, que fueron quienes inventaron el curro, pero buena parte de los argentinos cree que lo primero que hacen los líderes mundiales al levantarse es averiguar qué dijo hoy Milei, y que Elon Musk y Sam Altman deshojan margaritas para averiguar si estará pensando en ellos. Insisto en que sigo sin ver ni el fracaso ni la improvisación. Tampoco veo la locura, excepto como un elemento más de toda la puesta en escena. Además, esta gente maneja a la perfección los siete principios básicos de la magia (en el sentido de la prestidigitación).
Cuando hablo de esta gente no me refiero a Milei o a Villaruel o a ninguno de los personajes visibles, sino a quienes los dirigen (alguna vez fue el genial Durán Barba, ahora no sé quiénes estarán a cargo). Como vos decís, ellos se benefician de ese plan sacándose la foto con los líderes mundiales, que se preguntan quiénes demonios serán y de qué selva sudamericana habrán salido esos simios tan bien perfumados, y quizá eso sea todo lo que quieren a cambio de sus servicios. También tenés razón en que son clase media-baja que tuvieron un golpe de suerte y se volvieron nuevos ricos; eso es precisamente lo que les permite tener tanta empatía (uso la palabra en el sentido duro de las neuronas espejo de Giacomo Rizzolatti, no en el sentido blando de las almitas de cristal que se psicoanalizan con Rolón) con sus votantes y seguidores; no son una élite, no son reptilianos, ni siquiera son de Ganímedes: son los mismos tipos que conoce uno, que por un golpe de suerte hacen guita y cumplen el sueño de la pileta, el quincho, el OLED de 97 pulgadas para ver a Furia en Gran Hermano y la Toyota SW4 en la puerta (no le ponen el dado rojo en la palanca de cambios porque la rosca no coincide).
¿Que el cipayo se siente representado? Claro que sí; pero también lograron que se sintieran representados el laburante que aguantó que los chupacirios del cristinismo le reprocharan todo el día en la jeta los daños que causaba su masculinidad tóxica, la mina mal mirada por no usar pañuelo verde, todos los que tuvieron que soportar los aquelarres televisados de las nietas de las brujas que no pudieron quemar y los discursos de dos horas con muchos gráficos de Excel que explicaban muy bien por qué estaban tan mal sin dar ninguna solución real, etcétera. Uno de los grandes aciertos mediáticos de este gobierno fue el de explotar al máximo los errores del anterior, que no fueron pocos; en ese sentido, es innegable que el cristinismo dejó la mesa servida. También demostraron algo: que todo aquello que ese cristinismo consideraba mayoría arrasadora era una minoría insignificante, tan privilegiada y vividora como egoísta y caprichosa.
Supongo que la sobrecarga sensorial y la sobreinformación a las que estamos expuestos (otro truco maravilloso para anular nuestra voluntad) no nos deja pensar claramente todos estos temas; reconozco sin pudor que por momentos ni siquiera sé con exactitud dónde estoy parado, y supongo que no estoy tan solo en eso. No tengo esperanzas de que eso cambie, excepto para peor; sé que en otros países donde la calidad de vida es altísima, también se padecen manipulaciones cognitivas que comienzan a corroer sociedades ejemplares hasta hace poco tiempo.
Nos toca vivir una época interesante: mientras las grandes revoluciones tecnológicas para nuestros padres o abuelos fueron la televisión, el horno de microondas o el satélite artificial, nosotros crecimos con computadoras y ahora comenzamos a comunicarnos en lenguaje natural con inteligencias no humanas (unos primeros intentos algo torpes, pero quizá solo sean la preparación del conjunto de datos de input para futuras tecnologías más radicales que las actuales, que en este momento ni siquiera podemos sospechar). ¿No es esperable que en un tiempo tan complejo ya ni siquiera podamos saber claramente cuáles son los intereses que debemos defender para asegurar nuestra supervivencia? Antes podíamos resumir ingenuamente las amenazas a nuestra integridad con algunas palabras: FMI, Magnetto, BID, milicos, Monsanto, Club de París, Mona Jiménez; hoy no podemos darnos el lujo de tanta inocencia. Reducir las causas de las desgracias argentinas a los aparentes desvaríos de dos o tres apellidos es un acto de optimismo que no puedo suscribir.
Aclaro (como si fuera necesario) que no vine a cantar ninguna posta; de hecho, agradecería que alguien me explicara qué diablos quise decir.