Pero por otro lado también le digo, Enoch, que puedo entender que a todos nos causa un rechazo especial cuando alguien se expresa con petulancia, pedantería o desprecio por las ideas o formas de ser o de entender ajenas. Todos tragamos saliva una o dos veces cuando observamos estos comportamientos, sea en foros de internet, reuniones sociales, etc, aun cuando esas expresiones no vayan dirigidas particularmente a nosotros, o aun cuando, en el fondo, podamos estar de acuerdo total o parcialmente con las ideas expresadas. La forma de expresión de las ideas desvirtúa y anula totalmente el posible valor del contenido.
Simpatizamos inmediatamente con un humilde aborigen que cree que hay un dios para cada fenómeno natural, pero nos cuesta simpatizar con aquellos que sostienen ideas que tienen mayor grado de credibilidad, pero que son expresadas desde un olimpo de omnisapiencia e infalibilidad, con el pobre agregado de la lástima y el desprecio para aquellos que no ven las cosas de una manera “tan clara” como las ven ellos (con lo cual le digo: fue muy malo el ejemplo que puse).
Lo comprendo, y muchas veces me pasa lo mismo que a ud. Pero hay algo que lo que estoy totalmente convencido: cuando alguna actitud o forma de ser de otros nos molesta mucho, la causa profunda de esa molestia hay que buscarla (y erradicarla) en nosotros mismos.
Este es quizás uno de los exámenes más difíciles a aprobar en el largo camino espiritual hacia la superación del ego (vio que me había aguantado bastante sin mencionar al tradicional adversario).