Mariela, evito usar nombres propios (en especial de políticos) solo porque por causa de la polarización extrema tuve que convivir años con esos nombres y soportar que se colaran hasta en mis discusiones amorosas (una de las causas de mi separación irreversible; no hay mayor enemigo del deseo y del erotismo que oír mil veces por día el nombre de cierto ex presidente, de cierta diputada o de cierto periodista como si fueran mantras, y en los momentos menos adecuados, que eran todos). Creo que el proselitismo partidario mal hecho y obsesivo (que corre siempre el riesgo de caer en un sectarismo bastante antipático, ya que casi nadie es lo suficientemente puro como para ser digno de participar en él) solo nos aleja de las causas a las que desearíamos adherir y nos acerca a la enajenación.
Por otra parte, los integrantes del grupo que mencioné son (con alguna dudosa excepción) completamente desconocidos en los ámbitos académicos (porque por definición no pudieron o no quisieron hacer carrera ahí) y diría que apenas conocidos en sus propios hogares (mi caso). Preferí concentrarme en lo estructural del tema y no en los detalles (la tendencia del poder aparente a aferrarse y a propagar ciertas formas del pensamiento mágico por parte de quienes parecían ser las personas más racionales, y la paradoja de que los sectores más conservadores y trogloditas del poder real no se cansaran jamás de invertir en expertos pragmáticos y poco convencionales en los paradigmas de las más nuevas tecnologías de la información). Creo que la aplicación práctica de esas estrategias y tácticas de manipulación cognitivo-conductual a gran escala (con la ayuda perfectamente organizada de las redes sociales) en Argentina comenzó en marzo del 2008 (con la crisis de las retenciones) y no cesó nunca.