Me emocionó mucho cuando en la parte de los mensajes la gente pedía distintas canciones y Dolina se disculpaba por no poder cantar debido al estado de su voz.
Si bien eso ha ocurrido muchas veces, ayer en Tucumán parecía sentir una pena más honda que de costumbre por esa imposibilidad. En un momento cuando le pidieron una canción en particular dijo: “¡Qué linda canción! ¡Qué lástima!”.
Confieso que me afloró una lágrima, y tal vez a él también. Quizás ambos sentimos, como sintió Siddharta Gautama en medio de los lujos adormecedores del palacio, todo el peso de la transitoriedad de la vida en este plano, lo inexorable del paso del tiempo, y con él la proximidad de la edad avanzada, del decaer de las facultades corpóreas, de la muerte…
Me invadió una corriente de comprensión, de compasión (en su sentido original de “padecer junto con”), de amor en su sentido más puro.
En estos estados emocionales me suelen venir a la mente las palabras que la gran mística india Anandamayi Ma no se cansaba de repetir a quienes acudían desde todas partes para escucharla: “La vida se desliza rápidamente. Busca la Verdad sin demora”.