A propósito de significados en las obras de arte, recuerdo que mi profesora de literatura del liceo solía decir que el Quijote hacía “reír a los niños, pensar a los adultos y llorar a los viejos”.
¿Cuál fue la intención real de Cervantes? Finalmente, ¿importa cuál fue su intención? ¿Le diremos a un niño que no debe reírse de cierto pasaje porque la intención del autor era otra? ¿No son igualmente válidas todas las interpretaciones y emociones que despierta una obra de arte, algunas totalmente alejadas de la intención del autor?
Si por algo se distinguen las grandes obras de arte, las que llamamos “clásicos”, es por la vastedad e insondabilidad de sus significados. Son obras intemporales porque sus alcances son inagotables; siempre tienen algo para decirle a los hombres y mujeres de cualquier época, y a cada uno de ellos les puede decir distintas cosas en distintas etapas de la vida. Todo lo cual va mucho más allá de lo que hayan pretendido sus autores, anclados en una etapa vital y una época histórica determinadas. Dicen los estudiosos que la obra monumental de Shakespeare trascendió largamente a Shakespeare y las intenciones que pudo haber tenido al crearla, y lo mismo ocurre con todos los grandes artistas de todos los tiempos.
Si uno observa “Nostalgia del Infinito” de De Chirico, probablemente se sienta embargado por una gran emoción, que resulta difícil expresar en palabras. A otro le puede hacer surgir unos sentimientos totalmente distintos, mientras que a otro lo puede dejar absolutamente indiferente. Como quiera que sea, las preguntas: “¿estoy sintiendo lo mismo que sintió De Chirico cuando lo pintó?” o "¿estoy sintiendo lo que De Chirico quería que yo sintiera?" no surgen, no tienen sentido. En todo caso, la respuesta a esas preguntas podría ser: “no lo sé, pero, ¿importa realmente?”.