Gracias a vos, Mariela, por prestar atención a esa breve lista de divulgadores; los mencioné porque los considero intelectualmente honestos, muy divertidos sin dejar de ser jamás rigurosos, y porque son todos hinchas de los Monty Python (creo que esta última es la credencial de mayor peso: ninguna persona que no se tome en serio el sketch del loro muerto es digno de confianza). También los recordé porque están muy relacionados con algo que señalás indirectamente en tu respuesta, y que es un tema recurrente en el programa de Dolina: la caída en desgracia de la evidencia científica frente al auge de la autopercepción como criterio pseudocientífico de verdad (hecho forzado y auspiciado precisamente por quienes tienen la obligación de protegernos de la superstición en lugar de alentarla y subsidiarla).
Recuerdo, Mariela, mi perplejidad ante aquellas reflexiones de Dolina (circa 1990) en que usaba la palabra «ateo» como insulto hacia Carl Sagan; por suerte hoy, tanto Sagan como Dawkings como Feynman y otros realistas científicos forman parte de sus lecturas habituales (me gustaría que Dolina se atreviera al emergentismo sistémico de Mario Bunge, pero quizá es un poco tarde para eso). Me embola que Dolina suela desconocer falazmente a Martin Gardner, pero ese es otro tema.
Con respecto a «El mundo y sus demonios» y a tu observación, trato de evitar una autorreferencia, pero me resulta imposible: por aburrimiento, curiosidad, por masoquismo, hace unos días estuve revisando ejemplares de la revista «2001: Periodismo de anticipación» (más tarde «2001: Periodismo de liberación», disponibles en PDF en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas), publicados entre 1968 y 1974. Además de encontrar ahí todos los clichés de la New Age (la Sociedad Vril, la raza que vendrá, la ariosofía aplicada al fenómeno OVNI, las referencias a Helena Blavatsky, la postulación de la parapsicología como ciencia dura, etcétera), noté que ese fenómeno que mencionás (un mundo dominado por ideas enemigas de la ciencia , la razón y la objetividad, plasmados en dos grupos poderosísimos, aunque políticamente enfrentados) ya estaba ahí como hoy, y que solo se diferenciaban de los gurúes actuales en las formas y en los medios de comunicación. (Pero la polarización extrema era idéntica a la actual: esos bandos no buscaban la verdad en el sentido científico, sino ganar discusiones retóricas al estilo medieval para demostrar superioridad moral, como ahora.) Todo eso me llevó al recuerdo de otro panfleto pseudocientífico (aunque muy divertido y muy bien escrito) que fue muy popular en ciertos círculos progres argentinos que (como hoy) convivían con la contradicción de defender la dictadura del proletariado tanto como las injusticias provenientes del derecho irrestricto e ilimitado a la propiedad privada y a los bienes de producción; me refiero a "El retorno de los brujos", de Jacques Bergier y Louis Pauwels. (Creo que son buenos ejemplos de la pretensión absurda de conocer y describir la realidad dándole la espalda e imaginándola, como sigue sucediendo hoy.)
¿Conclusión? No tengo, sé que soy demasiado estúpido como para sacar conclusiones correctas y sigo siendo muy incrédulo de mi presunta perspicacia; sí me atrevería a expresar la sospecha de que quienes en esos años nos manipulaban cognitiva y conductualmente para que percibiéramos el mundo tal como lo deseaban y para que actuáramos siempre en favor de sus intereses (aunque eso implicara actuar en contra de los propios) siguen estando ahí, aunque ahora asistidos por nuevas tecnologías de la comunicación y técnicas de ingeniería social inimaginables hace veinte años; además, ahora son quienes dicen ser los nuestros.
(Ya ni siquiera se trata de conspiraciones de sociedades secretas ni nada por el estilo: es un juego a cartas vistas, y sus gurúes se divierten refregándonos públicamente en la cara cuán manipulables somos, aunque creamos todo lo contrario.)