No concuerdo con la interpretación que haces de mis palabras, Viyi. Una persona con un ego muy inflado seguramente no está en situación de recibir de buena manera un comentario que critique (humorísticamente o de otra forma) algún aspecto de su modo de actuar, hablar o pensar. Tal persona se tiene a sí mismo (a su ego, para hablar con más propiedad) en una especie de pedestal, tiene una imagen casi sacralizada de sí mismo, y cualquier atisbo o apariencia de crítica, venga o no dada en tono humorístico, provocará en ella una reacción virulenta.
Si alguien, no advirtiendo o no evaluando apropiadamente la configuración mental y emocional de esa persona, le realiza algún tipo de crítica en la forma que sea, obtendrá la reacción correspondiente.
¿Quién es el "culpable" de esta situación? Bueno, ambos un poco, yo creo. ¿Quién es el culpable de que el timbre suene, el dedo que aprieta el botón o el mecanismo intrínseco del timbre, siempre pronto para sonar apenas recibe el estímulo externo? Creo que no tiene mucho sentido ingresar en esa discusión.
Sin embargo, me inclino a pensar que la persona que hace la crítica es la que tiene mayor responsabilidad de las dos, ya que debería verificar previamente si el terreno es propicio o no para hacer cualquier comentario que piense hacer. No obstante, la seguridad completa es imposible en un terreno tan difícil como el de las relaciones humanas.
Creo, finalmente, que lo mejor y más provechoso que podríamos hacer sería abstenernos de toda crítica, en la forma que sea, salvo la que vaya dirigida hacia nosotros mismos, a nuestra propia forma de actuar, hablar y pensar, donde seguramente encontraremos mucho para criticar.
Y allí sí, dejarnos de humor, sutilezas y condescendencias, y ser absolutamente implacables.
Lo dicho: se impone una reflexión.