Einstein era un gran científico, qué duda cabe. Como tal, podía penetrar con su mente poderosa en la rama de estudio que había elegido con la precisión concentrada de un láser. Pero (para nuestro beneficio) también sabía sacarse el overol del científico metódico y esforzado, aflojar la tensión y reflexionar sobre las conclusiones a las que había arribado. El láser se abría y le permitía una visión periférica, ir de lo micro a lo macro, de lo puntual a lo global.
Claramente no estaba haciendo ciencia cuando intuía la presencia de una inteligencia superior, no personal. En todo caso, hacía filosofía, cuando no directamente tenía atisbos de intuición mística.
Preguntado si creía en Dios, contestaba:
"Tu pregunta es la más difícil del mundo. No es algo que pueda responder con un simple sí o no. No soy ateo. No sé si pueda definirme como un panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. ¿Puedo contestar con una parábola? La mente humana, no importa cuán entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas. El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, sólo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios. Vemos un universo maravillosamente arreglado, que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes. Nuestras mentes limitadas no pueden aprehender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones".
Quiero decir: que un cierto conocimiento no sea científico, es decir, que no pueda ser demostrado con arreglo a métodos científicos, no quiere decir de forma alguna que sea falso. Hay infinitamente más conocimiento que el que la ciencia ha demostrado; apenas si hemos analizado más o menos bien una gota del océano. Einstein sabía eso, pero de su respuesta se puede ver claramente que intuía algo más: hay un conocimiento al que la ciencia NUNCA podrá acceder, por sus propias limitaciones inherentes, que hereda de la limitada mente humana que la creó. La ciencia, como la mente humana, sólo pueden operar en la dualidad, pero hete aquí: la dualidad es una ilusión!, la "Gran Ilusión" (la "Maha Maya" del Hinduísmo). Es la ilusión de la que debemos despertar. No podremos despertar conservando la mente ni la ciencia, ellas son parte de la ilusión. El bote es una buena compañia hasta llegar a la orilla; una vez en tierra firme no podemos seguir usándolo, debemos dejarlo ir, agradeciéndole los servicios prestados...
La humildad y la reverencia ante los infinitos misterios del universo, presentes en la visión cósmica de Einstein, siempre son buenos consejeros.