Mariela, el psicoanálisis fue siempre un tema conflictivo para Dolina; como seguramente habrás oído, sus primeras menciones a Popper aún en «Demasiado tarde para lágrimas» (¡qué bella era la cortina musical de Bix Beiderbecke!) estaban referidas a la infalsabilidad de la teoría psicoanalítica de la personalidad (uso la palabra «teoría» en su sentido más débil); por otra parte, se apresuraba a expresar su admiración por Freud como escritor (cosa que comparto; sus casos clínicos inventados están magistralmente desarrollados como cuentos policiales, y toda su prosa es muy agradable y elegante).
Con la llegada de Rolón, las cosas se complicaron; apareció el recurso humorístico de convocarlo como especialista cada vez que hablaban sobre sahumerios o brujerías («Rolón, usted que es psicoanalista, debe ser experto en estas cosas»), y Rolón seguía el juego, aunque ofreciendo mayor resistencia cada vez (el ensañamiento de Stronati en esos momentos era divertidísimo). Al mismo tiempo, como vos decís, Dolina dejaba pasar por alto algunas cosas que en otro contexto quizá hubiera refutado; por ejemplo, equiparar el psicoanálisis con la revolución copernicana y la teoría darwiniana de la evolución:
https://venganzasdelpasado.com.ar/posts/el-misterio-de-kaspar-hauser
(Minuto 15:58)
Rolón habla de las tres grandes heridas narcisistas de la humanidad, y señala que una de ellas es el descubrimiento del insconsciente (aparentemente fue el propio Freud de 1917 quien se colocó entre Copérnico, Kepler, Darwin, Descartes, Hume, Spinoza, Schopenhauer, etcétera, demostrando así su habilidad como publicista de sí mismo). Es innecesario aclarar que las críticas filosóficas y científicas a la autodeterminación absoluta eran muy anteriores a la primera formulación del psicoanálisis (algo que Dolina no podía ignorar de ningún modo).
Ya dijiste todo lo que puede decirse sobre el psicoanálisis, que en lo personal considero una superstición superada y anacrónica, con independencia de la honestidad (o deshonestidad) intelectual de sus defensores, entre los que se encuentra el Estado argentino. Gabriel Rolón demostró ser un gran artista (buen músico, cantante, actor, humorista) y una persona muy racional, excepto cuando se trata de su profesión.
Con todo esto ¿quiero insinuar que el Rolón actual hace una puesta en escena para conseguir más clientes dispuestos a pagar fortunas por oír algunos «Ajá», «Uhm», «A vos no te valoran» y «En la moto, la carrocería sos vos»? Sí, naturalmente; y como en lo político y en casi cualquier otro orden, eso tiene sabor a derrota.