Sospecho que se viene una provocación oficialista muy fuerte para hoy, 24 de marzo (quizá una reivindicación de los genocidas de 1976 en adelante, o algo así), y que la oposición reaccionará del modo más previsible (esto es, con la mayor torpeza).
Cuando escribí sobre el CONICET y sobre Saxe, ignoraba que algunos de los actuales gerentes de sucursal (Victoria Villarruel, por ejemplo) habían hablado largamente y de la manera más demagoga sobre el tema. Tal vez por eso Copito (que se negó a leer mis aclaraciones posteriores) creyó que yo formaba parte de esa banda de sociópatas altamente funcionales. (En realidad, sí pertenezco a una banda de sociópatas altamente funcionales, pero no es esa.)
Mis críticas al rumbo pseudocientífico, falaz, autoritario y presuntuoso que tomó el CONICET vienen por lo menos desde el 2009, cuando Victoria Villarruel aún no había aprendido a decir delito de lesa humanidad de corrido y sin echar espuma por la boca (creo que después lo logró, con la ardua ayuda de la picana de su tío Ernesto). No siento ninguna simpatía ni por la demagogia oportunista, ni por el chauvinismo infantil.
Siempre soñé con que Imposturas Intelectuales fuera de lectura obligatoria (al menos en parte) para los estudiantes de disciplinas sociales y artes, no para alejarlos de ellas (como lo aclaran sus autores), sino como una especie de manual práctico para detectar chantas, vendedores de gualichos y enroscadores de víboras. (Mi ingenuidad es infinita: muchos de esos estudiantes van ahí precisamente a aprender cómo ganar fama, prestigio y dinero con esas habilidades circenses tan apreciadas en las torres de marfil y en los círculos académicos; cualquier contacto con el plan de Sokal y Bricmont es mortal para ellos.)
Me gustó la participación de Chay Bowes en el video de RT; me espantó la apología de la pedofilia por parte de Mirjam Heine, e hizo que me preguntara nuevamente cuáles son los propósitos reales de las charlas TED y TEDx, y de la fundación que las organiza.
Me asombraron las observaciones de Marcelo Huerta San Martín sobre LVST de hace 12 años (vuelvo a publicar el vínculo por si tu mensaje queda oculto, Mariela). Mentiría si dijera que en aquel momento percibí la decadencia artística de Dolina. (Una pésima noticia, naturalmente.)
Me veo obligado a volver a cierto evento social del que pude escapar por unos minutos; pensé en todas las excusas posibles para huir definitivamente, pero resultaron inverosímiles. Y bueno, nadie murió jamás por algunas horas de profundo aburrimiento, maldito flojo.