Deje, Ricardo. Este es un tema NACIONAL y por tanto, de suma importancia.
Cada país tiene unos lineamientos en su política exterior que van más allá de los gobiernos en turno. Son políticas de estado que, si no se reafirma esa postura ante cualquier situación por mínima que sea, implicaría una claudicación a ésta. Obvio, siempre se puede sacar un beneficio de la política externa pa beneficiar a la interna.
Claro, una cosa es un tuiteo y otra mandar a la colimba a morirse allende el mar...
Hay parientes y excombatientes por acá. Así que tengamos un poco de sensibilidad. Ya tenemos suficiente con los cuetes británicos como para salir con los nuestros.
Ricardo, realmente no entiendo a que te referís con ponerse en primera persona en todo lo que se discute, como si todos los problemas pasaran por ella y nada más.
Yo no creo que sea así, pero sí veo que desde el principio los ataques contra el gobierno se volvieron "personales". Veo poca crítica sobre la gestión, sobre las políticas implementadas, pero mucho ataque hacia la persona de la presidenta, el ex-presidente y algunos ministros.
Fijate que si le preguntás a cualquier anti-k, te va a decir que "son chorros", que "no les cree nada", que "hay cosas que hacen bien, pero con malas intenciones", que "la yegua", es "soberbia" o "revanchista", que "le pagamos las carteras con nuestros impuestos", etc, etc, etc...
Y las "criticas" sobre la gestión, se centran sobre escándalos y rumores, el indec, la inflación, la inseguridad, etc. Pero difícilmente encuentres alguien que critique seriamente la política económica o pueda indicar desde que punto se puede considerar a este un mal gobierno. A lo sumo pueden "sacar cuentas fáciles", o citar notas de La Nación, o Clarín, pero una crítica seria, está difícil.
Yo no soy oficialista, pero hay que ser muy ciego para no ver eso. Si comparamos con los gobiernos anteriores y con la mayor parte de la oposición, éste es por lejos el gobierno más serio que tuvimos en décadas (eso no significa que no tenga puntos flojos tambien).
Tratar de demostrar lo contrario, es caer en un lanatismo :P
Respecto al tema Malvinas, por donde uno lo quiera mirar, es mucho más madura la posición de Argentina (llevarlo el tema por vía diplomática) que la de Inglaterra (buscar a toda costa el conflicto armado).
Las bromas José Domingo Coso, eran por Independiente – Racing.
En mi modestísima opinión, y sin querer faltarle el respeto a la sangre Argentina derramada, Malvinas siempre debió ser un tema latinoamericano, como los militares norteamericanos en Colombia y Cuba o aquellos miembros del partido que “asesoraban” al régimen cubano.
Los ingleses siempre han sido y son piratas, pero en este continente nuestras lealtades no son mucho mejores que la de corsarios en busca de la salvación propia.
No me interesa discutir cómo lleva el gobierno Argentino su gestión de puertas adentro, eso es cosa de los argentinos, más bien hablaba de cosas como que la Presidenta Argentina saco el tema de los misiles cuando ella se encontraba en el sur de su país y haciendo mención a la proximidad como una amenaza personal.
Me gustaría que una vez un político que este ocupando un cargo, en vez de decir este será un tema importante en “mi” gobierno dijera este ya no será un tema para mis nietos.
La diplomacia parece ser el único medio de generar unos cimientos firmes para una bandera Argentina en las Malvinas.
Ahhhh, perdón! No me dí cuenta que no sos de acá... (Es que por internet no se nota el acento :P )... Aunque el hecho de llamarla "Presidenta Argentina" debió hacerme sospechar, jeje.
Sí, es cierto lo que decís, pero el tema de la cercanía al lugar de residencia de ella, fué solo un detalle. Aunque si lo leíste desde la nota de El Argentino que dejé más arriba es lógico que lo entiendas de ese modo.
El error fué mío, por no buscar una nota mejor.
(Igual, no es un detalle tan menor imaginate si fuera al revés y nos pusieramos nosotros a jugar con misiles a pocos kilómetros del palacio de Buckingham)
Pero te tengo que aclarar, que la presidenta no "sacó el tema de los misiles cuando ella se encontraba en el sur de su país y haciendo mención a la proximidad como una amenaza personal".
El "tema de los misiles" salió por más bien por una "comunicación recibida por el Servicio de Hidrografía Naval de la República Argentina remitida por fuerzas militares británicas con fecha 8 de octubre".
(El comentario sobre Buckimham estuvo de más, pasa que tengo sueño). El tema es que el detalle no es tan menor, teniendo en cuenta la paranoia -justificada- que nos acosa últimamente en relación a la seguridad personal de algunos mandatarios latinoamericanos. Igual, el tema central, no pasa por ese lado ni se lo tomó como una cuestión personal, fué un comentario nomás.
Los ejercicios militares se hacen desde 28 años atras y siempre se aviso como ahora cuando se hacen con unos dias de antelacion.
Que casualidad que solo ahora se dio cuenta
La Argentina debe superar la cultura de la personalización del poder y sustituir la adhesión al caudillo por el apego a la ley
Al mismo tiempo que la política argentina fue perdiendo institucionalidad y pasó a depender cada vez más de decisiones y arrebatos personales, la vida cívica se fue contaminando con un vicio deplorable: la obsecuencia.
El examen racional de los problemas, la argumentación y el debate son prácticas en retroceso, que dejan lugar a decisiones impuestas por líderes que deliberan sólo con ellos mismos. La obediencia ha tomado el lugar del análisis crítico.
Se extiende el fenómeno a la mayoría de las agrupaciones que intervienen en el juego del poder. Sin embargo, aparece de manera más visible y exagerada en el Poder Ejecutivo Nacional. La obsecuencia no se cansa de enviar señales. Ningún dirigente oficialista parece tener derecho a expresarse si no reitera elogios a la Presidenta y a su esposo. Basta observar las declaraciones radiales, los blogs o los mensajes de Twitter de algunos ministros, para advertir la energía y el tiempo que dedican a congraciarse con un solo receptor: la pareja gobernante.
Alguno de esos funcionarios se abnegó todavía más sustituyendo su concepción de la política, la economía o las relaciones internacionales por otra más aceptable para sus jefes. Para ese cambio no medió autocrítica alguna. Sólo intervinieron el miedo, las ganas de agradar y de ser tenidos en cuenta cuando se reparte el poder.
Hay casos más extremos de anonadamiento. Por ejemplo, el de aquellos que, en obsequio al matrimonio presidencial, se dispusieron a repudiar su propio pasado, descalificando de manera impiadosa a administraciones o grupos de los que habían formado parte hasta no hace mucho tiempo. Es larga la nómina de talibanes del kirchnerismo que esconden en su interior a un viejo menemista, a un cavallista avergonzado, a un duhaldista reconvertido o a un militante de la Alianza.
Estas desviaciones no podrían ser más nocivas para el ejercicio del poder y, en general, para la vida pública. La obsecuencia se convierte en una estrategia de ascenso que sustituye al mérito, la idoneidad, la aplicación a los problemas que esperan solución. El único control de calidad es el beneplácito del jefe.
La contracara de esta desviación es el personalismo. Gabriel García Márquez sostuvo cierta vez, en referencia a Fidel Castro, que él había conocido muchos líderes con características similares. Todos eran desconfiados, calculadores, astutos. Salvo en un momento en el cual adquirían el candor de un niño de cinco años: cuando les hablaban bien de ellos. La cultura política argentina, a semejanza de la de casi toda América latina, acredita una larga tradición de obsecuencia. Hipólito Yrigoyen consumía un diario redactado a la medida de sus gustos y fantasías; Juan Domingo Perón se cansó de escuchar cómo sus seguidores le decían a coro: "Perón, Perón, ¡qué grande sos!". En casi todos los países de América latina se le atribuye a algún dictador la anécdota apócrifa de haber preguntado a su ayudante: "¿Qué hora es?"; y haber recibido como respuesta: "La que usted quiera, mi general".
Los Kirchner reproducen muchos de estos patéticos antecedentes. Basta observar la red de medios de comunicación que han montado para repetir las consignas del Gobierno. En apariencia se trata de una maquinaria de propaganda cuyo objetivo sería modificar el juicio adverso que se ha formado la ciudadanía sobre su administración. Pero es muy probable que el sentido oculto de ese aparato de difusión sea más modesto: satisfacer al caudillo, complacerlo, haciéndole escuchar, aquí y allá, su propia voz. La historia está plagada de figuras que hicieron un gran negocio prestando esos servicios al que manda.
Tal vez no haya una conducta más eficaz que la obsecuencia para corroer desde adentro a una administración. Se trata de una variante extrema de autocensura, por la cual quienes forman parte de un equipo se prohíben formular la más mínima crítica por temor a desagradar a quien los mantiene en el cargo. En sus Memorias, Henry Kissinger observó que "cada asistente presidencial se siente tentado a conseguir mayor influencia complaciendo al presidente". Pero él sostiene que "un buen consejero es el que actúa como un permanente abogado del diablo, formulando preguntas". Kissinger hablaba de la burocracia de los Estados Unidos.
En las sociedades en las que la consistencia institucional es más débil, estas propensiones se vuelven más marcadas y peligrosas. Los colaboradores establecen con quien los convocó un vínculo personal fraudulento, dominado por la mentira, que impide jerarquizar los problemas, analizarlos con objetividad, formular diagnósticos certeros.
Una visión superficial supondría que el jefe disfruta de esa relación en la que todo parece halago. Nada más lejano. La obsecuencia es un narcótico que vuelve a los superiores esclavos de sus subordinados. Los obsecuentes encierran a su líder detrás de un cerco de espejos que impide tomar contacto con la realidad de manera objetiva.
La adulación y el sometimiento se agudizan en los regímenes caudillescos. El filósofo español Julián Marías lo formuló con estas palabras: "El grado de autoritarismo de un gobierno está en relación directa con el monto de obsecuencia que demanda". En tal caso, la pretensión de subordinación y halago se extiende a los empresarios, los sindicalistas, los intelectuales, los líderes religiosos y, sobre todo, al periodismo. No hay un actor más incómodo para este tipo de cultura que la prensa independiente.
La compulsión por escuchar elogios y encontrar docilidad en el entorno se vuelve más aguda cuando los regímenes declinan. Ante un ambiente hostil, los gobernantes se tientan con oír sólo su propio eco. La obsecuencia se convierte entonces en un refugio. La selección de personal empeora muchísimo en esas circunstancias. En principio, porque los aduladores suelen ser gente de muy baja calidad. Hay un síndrome bastante recurrente del caudillo que cayó en desgracia. Suele ser un gobernante aislado, al que terminan rodeando pícaros y manipuladores que conocen la lisonja clave para ingresar en su círculo y conseguir favores.
La política argentina está contaminada por esta patología, que debilita además a buena parte del arco opositor, también organizado como un elenco de pequeños reyezuelos. Este tipo de atavismo revela la urgencia que presenta entre nosotros una gran reconstrucción de las instituciones. Es decir, la emergencia de dirigentes que comprendan que esa institucionalización, el debate, el espíritu crítico y la racionalidad en la toma de decisiones no desmerecen ni degradan su liderazgo, sino que, al contrario, lo potencian.
La Argentina está hace ya demasiado tiempo demorada en superar dificultades primitivas. La personalización del poder es una de ellas. Hace falta abandonar esa cultura e iniciar la transición hacia otra, en la que el sentimiento de adhesión y sometimiento, que suscitan los caudillos, lo inspiren las leyes.
Las practicas de armamento que hace inglaterra en malvinas las esta haciendo hace 28 años y siempre informa unos dias antes como hizo ahora. Que raro que la Cristi se preocupe en estos momentos.... !!!!!
Poder y obsecuencia
La Argentina debe superar la cultura de la personalización del poder y sustituir la adhesión al caudillo por el apego a la ley
Al mismo tiempo que la política argentina fue perdiendo institucionalidad y pasó a depender cada vez más de decisiones y arrebatos personales, la vida cívica se fue contaminando con un vicio deplorable: la obsecuencia.
El examen racional de los problemas, la argumentación y el debate son prácticas en retroceso, que dejan lugar a decisiones impuestas por líderes que deliberan sólo con ellos mismos. La obediencia ha tomado el lugar del análisis crítico.
Se extiende el fenómeno a la mayoría de las agrupaciones que intervienen en el juego del poder. Sin embargo, aparece de manera más visible y exagerada en el Poder Ejecutivo Nacional. La obsecuencia no se cansa de enviar señales. Ningún dirigente oficialista parece tener derecho a expresarse si no reitera elogios a la Presidenta y a su esposo. Basta observar las declaraciones radiales, los blogs o los mensajes de Twitter de algunos ministros, para advertir la energía y el tiempo que dedican a congraciarse con un solo receptor: la pareja gobernante.
Alguno de esos funcionarios se abnegó todavía más sustituyendo su concepción de la política, la economía o las relaciones internacionales por otra más aceptable para sus jefes. Para ese cambio no medió autocrítica alguna. Sólo intervinieron el miedo, las ganas de agradar y de ser tenidos en cuenta cuando se reparte el poder.
Hay casos más extremos de anonadamiento. Por ejemplo, el de aquellos que, en obsequio al matrimonio presidencial, se dispusieron a repudiar su propio pasado, descalificando de manera impiadosa a administraciones o grupos de los que habían formado parte hasta no hace mucho tiempo. Es larga la nómina de talibanes del kirchnerismo que esconden en su interior a un viejo menemista, a un cavallista avergonzado, a un duhaldista reconvertido o a un militante de la Alianza.
Estas desviaciones no podrían ser más nocivas para el ejercicio del poder y, en general, para la vida pública. La obsecuencia se convierte en una estrategia de ascenso que sustituye al mérito, la idoneidad, la aplicación a los problemas que esperan solución. El único control de calidad es el beneplácito del jefe.
La contracara de esta desviación es el personalismo. Gabriel García Márquez sostuvo cierta vez, en referencia a Fidel Castro, que él había conocido muchos líderes con características similares. Todos eran desconfiados, calculadores, astutos. Salvo en un momento en el cual adquirían el candor de un niño de cinco años: cuando les hablaban bien de ellos. La cultura política argentina, a semejanza de la de casi toda América latina, acredita una larga tradición de obsecuencia. Hipólito Yrigoyen consumía un diario redactado a la medida de sus gustos y fantasías; Juan Domingo Perón se cansó de escuchar cómo sus seguidores le decían a coro: "Perón, Perón, ¡qué grande sos!". En casi todos los países de América latina se le atribuye a algún dictador la anécdota apócrifa de haber preguntado a su ayudante: "¿Qué hora es?"; y haber recibido como respuesta: "La que usted quiera, mi general".
Los Kirchner reproducen muchos de estos patéticos antecedentes. Basta observar la red de medios de comunicación que han montado para repetir las consignas del Gobierno. En apariencia se trata de una maquinaria de propaganda cuyo objetivo sería modificar el juicio adverso que se ha formado la ciudadanía sobre su administración. Pero es muy probable que el sentido oculto de ese aparato de difusión sea más modesto: satisfacer al caudillo, complacerlo, haciéndole escuchar, aquí y allá, su propia voz. La historia está plagada de figuras que hicieron un gran negocio prestando esos servicios al que manda.
Tal vez no haya una conducta más eficaz que la obsecuencia para corroer desde adentro a una administración. Se trata de una variante extrema de autocensura, por la cual quienes forman parte de un equipo se prohíben formular la más mínima crítica por temor a desagradar a quien los mantiene en el cargo. En sus Memorias, Henry Kissinger observó que "cada asistente presidencial se siente tentado a conseguir mayor influencia complaciendo al presidente". Pero él sostiene que "un buen consejero es el que actúa como un permanente abogado del diablo, formulando preguntas". Kissinger hablaba de la burocracia de los Estados Unidos.
En las sociedades en las que la consistencia institucional es más débil, estas propensiones se vuelven más marcadas y peligrosas. Los colaboradores establecen con quien los convocó un vínculo personal fraudulento, dominado por la mentira, que impide jerarquizar los problemas, analizarlos con objetividad, formular diagnósticos certeros.
Una visión superficial supondría que el jefe disfruta de esa relación en la que todo parece halago. Nada más lejano. La obsecuencia es un narcótico que vuelve a los superiores esclavos de sus subordinados. Los obsecuentes encierran a su líder detrás de un cerco de espejos que impide tomar contacto con la realidad de manera objetiva.
La adulación y el sometimiento se agudizan en los regímenes caudillescos. El filósofo español Julián Marías lo formuló con estas palabras: "El grado de autoritarismo de un gobierno está en relación directa con el monto de obsecuencia que demanda". En tal caso, la pretensión de subordinación y halago se extiende a los empresarios, los sindicalistas, los intelectuales, los líderes religiosos y, sobre todo, al periodismo. No hay un actor más incómodo para este tipo de cultura que la prensa independiente.
La compulsión por escuchar elogios y encontrar docilidad en el entorno se vuelve más aguda cuando los regímenes declinan. Ante un ambiente hostil, los gobernantes se tientan con oír sólo su propio eco. La obsecuencia se convierte entonces en un refugio. La selección de personal empeora muchísimo en esas circunstancias. En principio, porque los aduladores suelen ser gente de muy baja calidad. Hay un síndrome bastante recurrente del caudillo que cayó en desgracia. Suele ser un gobernante aislado, al que terminan rodeando pícaros y manipuladores que conocen la lisonja clave para ingresar en su círculo y conseguir favores.
La política argentina está contaminada por esta patología, que debilita además a buena parte del arco opositor, también organizado como un elenco de pequeños reyezuelos. Este tipo de atavismo revela la urgencia que presenta entre nosotros una gran reconstrucción de las instituciones. Es decir, la emergencia de dirigentes que comprendan que esa institucionalización, el debate, el espíritu crítico y la racionalidad en la toma de decisiones no desmerecen ni degradan su liderazgo, sino que, al contrario, lo potencian.
La Argentina está hace ya demasiado tiempo demorada en superar dificultades primitivas. La personalización del poder es una de ellas. Hace falta abandonar esa cultura e iniciar la transición hacia otra, en la que el sentimiento de adhesión y sometimiento, que suscitan los caudillos, lo inspiren las leyes.
Sacan los comentarios. Los unicos que pueden postear son los que tienen un pensamiento acorde a mariana. Que feo.
Chau. no posteo mas
Vargas Llosa: "El de los Kirchner es un gobierno corroído por la corrupción" el lunes, 11 de octubre de 2010 a las 08:03 AM
en La venganza será terrible del 08/10/2010 dijo:
No, Ricardo. Entendí su chiste. Por eso puse Nacional, en referencia al glorioso equipo de Parque Central. No es que le estuviera mandando a callar.
(No pude meter alguna alusión a los carboneros o al centenario porque el caletre no dio pa más)
Perdóneme, debí haber puesto alguna sonrisita o guiño para que viera que le estaba siguiendo en el juego. Soy pelotudo pero no tanto.
Y bueh, yo llamaba a tener un poco de sensibilidad porque quizá ahorita no estábamos diciendo nada grave pero como que se veía venir ¿vio? Igual yo concuerdo con usté: lo que se puede criticar es que pareciera que es un asunto personal y no de estado.
José Domingo Coso, ahora si me enoje, no me venga con esa gente que corre una pelota en el parque; fúbol fúbol se juega entre las vías del tren, haciendo goles entre las barreras amarillas y negras.
NO SE CENSURABAN LOS COMENTARIOS, TARDABAN MUCHO EN SALIR, POR ESO REPETI ALGUNOS.
ES LA PRIMERA VEZ QUE ME PASA, POR ESO MI REACCION , PERO NO ME PREOCUPA RECTIFICARME CUANDO COMETO UN ERROR ( involuntario ) PERO ERROR AL FIN
Estimado "Poder y obsecuencia", "Espero no lo censuren ahora- La pongo otra vez" y "PERDON AL ADMINISTRADOR": cuando ponés un comentario, en el campo "Nombre" va tu nombre y si mantenés siempre la misma combinación Nombre+Email, tus comentarios se van a publicar directamente, de lo contrario el sistema piensa que es spam y pasa por un proceso de moderación, que en días feriados como hoy puede llevar un tiempo largo. Hacete conocer por tu nombre o por un seudónimo y todo va a ser más fácil.
O.K.
Perdon nuevamente y ya que esta gracias por el laburo que te tomas para darnos la posibilidad de escuchar en otro horario a los que no podemos a la noche
cierre la BOCA, Ricardo
Deje, Ricardo. Este es un tema NACIONAL y por tanto, de suma importancia.
Cada país tiene unos lineamientos en su política exterior que van más allá de los gobiernos en turno. Son políticas de estado que, si no se reafirma esa postura ante cualquier situación por mínima que sea, implicaría una claudicación a ésta. Obvio, siempre se puede sacar un beneficio de la política externa pa beneficiar a la interna.
Claro, una cosa es un tuiteo y otra mandar a la colimba a morirse allende el mar...
Hay parientes y excombatientes por acá. Así que tengamos un poco de sensibilidad. Ya tenemos suficiente con los cuetes británicos como para salir con los nuestros.
Ah, mala suerte el pobre TIGRE siempre tuvo.
Ricardo, realmente no entiendo a que te referís con ponerse en primera persona en todo lo que se discute, como si todos los problemas pasaran por ella y nada más.
Yo no creo que sea así, pero sí veo que desde el principio los ataques contra el gobierno se volvieron "personales". Veo poca crítica sobre la gestión, sobre las políticas implementadas, pero mucho ataque hacia la persona de la presidenta, el ex-presidente y algunos ministros.
Fijate que si le preguntás a cualquier anti-k, te va a decir que "son chorros", que "no les cree nada", que "hay cosas que hacen bien, pero con malas intenciones", que "la yegua", es "soberbia" o "revanchista", que "le pagamos las carteras con nuestros impuestos", etc, etc, etc...
Y las "criticas" sobre la gestión, se centran sobre escándalos y rumores, el indec, la inflación, la inseguridad, etc. Pero difícilmente encuentres alguien que critique seriamente la política económica o pueda indicar desde que punto se puede considerar a este un mal gobierno. A lo sumo pueden "sacar cuentas fáciles", o citar notas de La Nación, o Clarín, pero una crítica seria, está difícil.
Yo no soy oficialista, pero hay que ser muy ciego para no ver eso. Si comparamos con los gobiernos anteriores y con la mayor parte de la oposición, éste es por lejos el gobierno más serio que tuvimos en décadas (eso no significa que no tenga puntos flojos tambien).
Tratar de demostrar lo contrario, es caer en un lanatismo :P
Respecto al tema Malvinas, por donde uno lo quiera mirar, es mucho más madura la posición de Argentina (llevarlo el tema por vía diplomática) que la de Inglaterra (buscar a toda costa el conflicto armado).
Las bromas José Domingo Coso, eran por Independiente – Racing.
En mi modestísima opinión, y sin querer faltarle el respeto a la sangre Argentina derramada, Malvinas siempre debió ser un tema latinoamericano, como los militares norteamericanos en Colombia y Cuba o aquellos miembros del partido que “asesoraban” al régimen cubano.
Los ingleses siempre han sido y son piratas, pero en este continente nuestras lealtades no son mucho mejores que la de corsarios en busca de la salvación propia.
No me interesa discutir cómo lleva el gobierno Argentino su gestión de puertas adentro, eso es cosa de los argentinos, más bien hablaba de cosas como que la Presidenta Argentina saco el tema de los misiles cuando ella se encontraba en el sur de su país y haciendo mención a la proximidad como una amenaza personal.
Me gustaría que una vez un político que este ocupando un cargo, en vez de decir este será un tema importante en “mi” gobierno dijera este ya no será un tema para mis nietos.
La diplomacia parece ser el único medio de generar unos cimientos firmes para una bandera Argentina en las Malvinas.
Ahhhh, perdón! No me dí cuenta que no sos de acá... (Es que por internet no se nota el acento :P )... Aunque el hecho de llamarla "Presidenta Argentina" debió hacerme sospechar, jeje.
Sí, es cierto lo que decís, pero el tema de la cercanía al lugar de residencia de ella, fué solo un detalle. Aunque si lo leíste desde la nota de El Argentino que dejé más arriba es lógico que lo entiendas de ese modo.
El error fué mío, por no buscar una nota mejor.
(Igual, no es un detalle tan menor imaginate si fuera al revés y nos pusieramos nosotros a jugar con misiles a pocos kilómetros del palacio de Buckingham)
Pero te tengo que aclarar, que la presidenta no "sacó el tema de los misiles cuando ella se encontraba en el sur de su país y haciendo mención a la proximidad como una amenaza personal".
El "tema de los misiles" salió por más bien por una "comunicación recibida por el Servicio de Hidrografía Naval de la República Argentina remitida por fuerzas militares británicas con fecha 8 de octubre".
http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=109712
TRES OFFTOPICAZOS para pasar el rato:
1-Lennon post-hippie y la revolución:
"Pero no puedes tomar el poder sin una lucha... "
"Pero también tendríamos que infiltrar al ejército, porque están bien entrenados para matarnos a todos. "
"etc"
http://www.taringa.net/comunidades/gsocialistat/1008407.2/John-Lennon_-¿Hippie-o-revolucionario_.html
2-Un corto http://www.youtube.com/watch?v=GreZybajL5U
3-Una canción, Arabia http://www.youtube.com/watch?v=rDLl3Fy4LmQ de un disco que me gustó, Grateful Dawg http://www.youtube.com/watch?v=iftoxlI_Fzw
Para bajarlo:
http://rs295.rapidshare.com/files/104318210/2001-_Grateful_Dawg.rar
PASS: compartirnoesdelito
También dicen que la película del recital está buena, la han pasado por televisión, pero no la encontré en internec.
(El comentario sobre Buckimham estuvo de más, pasa que tengo sueño). El tema es que el detalle no es tan menor, teniendo en cuenta la paranoia -justificada- que nos acosa últimamente en relación a la seguridad personal de algunos mandatarios latinoamericanos. Igual, el tema central, no pasa por ese lado ni se lo tomó como una cuestión personal, fué un comentario nomás.
Los ejercicios militares se hacen desde 28 años atras y siempre se aviso como ahora cuando se hacen con unos dias de antelacion.
Que casualidad que solo ahora se dio cuenta
La Argentina debe superar la cultura de la personalización del poder y sustituir la adhesión al caudillo por el apego a la ley
Al mismo tiempo que la política argentina fue perdiendo institucionalidad y pasó a depender cada vez más de decisiones y arrebatos personales, la vida cívica se fue contaminando con un vicio deplorable: la obsecuencia.
El examen racional de los problemas, la argumentación y el debate son prácticas en retroceso, que dejan lugar a decisiones impuestas por líderes que deliberan sólo con ellos mismos. La obediencia ha tomado el lugar del análisis crítico.
Se extiende el fenómeno a la mayoría de las agrupaciones que intervienen en el juego del poder. Sin embargo, aparece de manera más visible y exagerada en el Poder Ejecutivo Nacional. La obsecuencia no se cansa de enviar señales. Ningún dirigente oficialista parece tener derecho a expresarse si no reitera elogios a la Presidenta y a su esposo. Basta observar las declaraciones radiales, los blogs o los mensajes de Twitter de algunos ministros, para advertir la energía y el tiempo que dedican a congraciarse con un solo receptor: la pareja gobernante.
Alguno de esos funcionarios se abnegó todavía más sustituyendo su concepción de la política, la economía o las relaciones internacionales por otra más aceptable para sus jefes. Para ese cambio no medió autocrítica alguna. Sólo intervinieron el miedo, las ganas de agradar y de ser tenidos en cuenta cuando se reparte el poder.
Hay casos más extremos de anonadamiento. Por ejemplo, el de aquellos que, en obsequio al matrimonio presidencial, se dispusieron a repudiar su propio pasado, descalificando de manera impiadosa a administraciones o grupos de los que habían formado parte hasta no hace mucho tiempo. Es larga la nómina de talibanes del kirchnerismo que esconden en su interior a un viejo menemista, a un cavallista avergonzado, a un duhaldista reconvertido o a un militante de la Alianza.
Estas desviaciones no podrían ser más nocivas para el ejercicio del poder y, en general, para la vida pública. La obsecuencia se convierte en una estrategia de ascenso que sustituye al mérito, la idoneidad, la aplicación a los problemas que esperan solución. El único control de calidad es el beneplácito del jefe.
La contracara de esta desviación es el personalismo. Gabriel García Márquez sostuvo cierta vez, en referencia a Fidel Castro, que él había conocido muchos líderes con características similares. Todos eran desconfiados, calculadores, astutos. Salvo en un momento en el cual adquirían el candor de un niño de cinco años: cuando les hablaban bien de ellos. La cultura política argentina, a semejanza de la de casi toda América latina, acredita una larga tradición de obsecuencia. Hipólito Yrigoyen consumía un diario redactado a la medida de sus gustos y fantasías; Juan Domingo Perón se cansó de escuchar cómo sus seguidores le decían a coro: "Perón, Perón, ¡qué grande sos!". En casi todos los países de América latina se le atribuye a algún dictador la anécdota apócrifa de haber preguntado a su ayudante: "¿Qué hora es?"; y haber recibido como respuesta: "La que usted quiera, mi general".
Los Kirchner reproducen muchos de estos patéticos antecedentes. Basta observar la red de medios de comunicación que han montado para repetir las consignas del Gobierno. En apariencia se trata de una maquinaria de propaganda cuyo objetivo sería modificar el juicio adverso que se ha formado la ciudadanía sobre su administración. Pero es muy probable que el sentido oculto de ese aparato de difusión sea más modesto: satisfacer al caudillo, complacerlo, haciéndole escuchar, aquí y allá, su propia voz. La historia está plagada de figuras que hicieron un gran negocio prestando esos servicios al que manda.
Tal vez no haya una conducta más eficaz que la obsecuencia para corroer desde adentro a una administración. Se trata de una variante extrema de autocensura, por la cual quienes forman parte de un equipo se prohíben formular la más mínima crítica por temor a desagradar a quien los mantiene en el cargo. En sus Memorias, Henry Kissinger observó que "cada asistente presidencial se siente tentado a conseguir mayor influencia complaciendo al presidente". Pero él sostiene que "un buen consejero es el que actúa como un permanente abogado del diablo, formulando preguntas". Kissinger hablaba de la burocracia de los Estados Unidos.
En las sociedades en las que la consistencia institucional es más débil, estas propensiones se vuelven más marcadas y peligrosas. Los colaboradores establecen con quien los convocó un vínculo personal fraudulento, dominado por la mentira, que impide jerarquizar los problemas, analizarlos con objetividad, formular diagnósticos certeros.
Una visión superficial supondría que el jefe disfruta de esa relación en la que todo parece halago. Nada más lejano. La obsecuencia es un narcótico que vuelve a los superiores esclavos de sus subordinados. Los obsecuentes encierran a su líder detrás de un cerco de espejos que impide tomar contacto con la realidad de manera objetiva.
La adulación y el sometimiento se agudizan en los regímenes caudillescos. El filósofo español Julián Marías lo formuló con estas palabras: "El grado de autoritarismo de un gobierno está en relación directa con el monto de obsecuencia que demanda". En tal caso, la pretensión de subordinación y halago se extiende a los empresarios, los sindicalistas, los intelectuales, los líderes religiosos y, sobre todo, al periodismo. No hay un actor más incómodo para este tipo de cultura que la prensa independiente.
La compulsión por escuchar elogios y encontrar docilidad en el entorno se vuelve más aguda cuando los regímenes declinan. Ante un ambiente hostil, los gobernantes se tientan con oír sólo su propio eco. La obsecuencia se convierte entonces en un refugio. La selección de personal empeora muchísimo en esas circunstancias. En principio, porque los aduladores suelen ser gente de muy baja calidad. Hay un síndrome bastante recurrente del caudillo que cayó en desgracia. Suele ser un gobernante aislado, al que terminan rodeando pícaros y manipuladores que conocen la lisonja clave para ingresar en su círculo y conseguir favores.
La política argentina está contaminada por esta patología, que debilita además a buena parte del arco opositor, también organizado como un elenco de pequeños reyezuelos. Este tipo de atavismo revela la urgencia que presenta entre nosotros una gran reconstrucción de las instituciones. Es decir, la emergencia de dirigentes que comprendan que esa institucionalización, el debate, el espíritu crítico y la racionalidad en la toma de decisiones no desmerecen ni degradan su liderazgo, sino que, al contrario, lo potencian.
La Argentina está hace ya demasiado tiempo demorada en superar dificultades primitivas. La personalización del poder es una de ellas. Hace falta abandonar esa cultura e iniciar la transición hacia otra, en la que el sentimiento de adhesión y sometimiento, que suscitan los caudillos, lo inspiren las leyes.
Las practicas de armamento que hace inglaterra en malvinas las esta haciendo hace 28 años y siempre informa unos dias antes como hizo ahora. Que raro que la Cristi se preocupe en estos momentos.... !!!!!
Poder y obsecuencia
La Argentina debe superar la cultura de la personalización del poder y sustituir la adhesión al caudillo por el apego a la ley
Al mismo tiempo que la política argentina fue perdiendo institucionalidad y pasó a depender cada vez más de decisiones y arrebatos personales, la vida cívica se fue contaminando con un vicio deplorable: la obsecuencia.
El examen racional de los problemas, la argumentación y el debate son prácticas en retroceso, que dejan lugar a decisiones impuestas por líderes que deliberan sólo con ellos mismos. La obediencia ha tomado el lugar del análisis crítico.
Se extiende el fenómeno a la mayoría de las agrupaciones que intervienen en el juego del poder. Sin embargo, aparece de manera más visible y exagerada en el Poder Ejecutivo Nacional. La obsecuencia no se cansa de enviar señales. Ningún dirigente oficialista parece tener derecho a expresarse si no reitera elogios a la Presidenta y a su esposo. Basta observar las declaraciones radiales, los blogs o los mensajes de Twitter de algunos ministros, para advertir la energía y el tiempo que dedican a congraciarse con un solo receptor: la pareja gobernante.
Alguno de esos funcionarios se abnegó todavía más sustituyendo su concepción de la política, la economía o las relaciones internacionales por otra más aceptable para sus jefes. Para ese cambio no medió autocrítica alguna. Sólo intervinieron el miedo, las ganas de agradar y de ser tenidos en cuenta cuando se reparte el poder.
Hay casos más extremos de anonadamiento. Por ejemplo, el de aquellos que, en obsequio al matrimonio presidencial, se dispusieron a repudiar su propio pasado, descalificando de manera impiadosa a administraciones o grupos de los que habían formado parte hasta no hace mucho tiempo. Es larga la nómina de talibanes del kirchnerismo que esconden en su interior a un viejo menemista, a un cavallista avergonzado, a un duhaldista reconvertido o a un militante de la Alianza.
Estas desviaciones no podrían ser más nocivas para el ejercicio del poder y, en general, para la vida pública. La obsecuencia se convierte en una estrategia de ascenso que sustituye al mérito, la idoneidad, la aplicación a los problemas que esperan solución. El único control de calidad es el beneplácito del jefe.
La contracara de esta desviación es el personalismo. Gabriel García Márquez sostuvo cierta vez, en referencia a Fidel Castro, que él había conocido muchos líderes con características similares. Todos eran desconfiados, calculadores, astutos. Salvo en un momento en el cual adquirían el candor de un niño de cinco años: cuando les hablaban bien de ellos. La cultura política argentina, a semejanza de la de casi toda América latina, acredita una larga tradición de obsecuencia. Hipólito Yrigoyen consumía un diario redactado a la medida de sus gustos y fantasías; Juan Domingo Perón se cansó de escuchar cómo sus seguidores le decían a coro: "Perón, Perón, ¡qué grande sos!". En casi todos los países de América latina se le atribuye a algún dictador la anécdota apócrifa de haber preguntado a su ayudante: "¿Qué hora es?"; y haber recibido como respuesta: "La que usted quiera, mi general".
Los Kirchner reproducen muchos de estos patéticos antecedentes. Basta observar la red de medios de comunicación que han montado para repetir las consignas del Gobierno. En apariencia se trata de una maquinaria de propaganda cuyo objetivo sería modificar el juicio adverso que se ha formado la ciudadanía sobre su administración. Pero es muy probable que el sentido oculto de ese aparato de difusión sea más modesto: satisfacer al caudillo, complacerlo, haciéndole escuchar, aquí y allá, su propia voz. La historia está plagada de figuras que hicieron un gran negocio prestando esos servicios al que manda.
Tal vez no haya una conducta más eficaz que la obsecuencia para corroer desde adentro a una administración. Se trata de una variante extrema de autocensura, por la cual quienes forman parte de un equipo se prohíben formular la más mínima crítica por temor a desagradar a quien los mantiene en el cargo. En sus Memorias, Henry Kissinger observó que "cada asistente presidencial se siente tentado a conseguir mayor influencia complaciendo al presidente". Pero él sostiene que "un buen consejero es el que actúa como un permanente abogado del diablo, formulando preguntas". Kissinger hablaba de la burocracia de los Estados Unidos.
En las sociedades en las que la consistencia institucional es más débil, estas propensiones se vuelven más marcadas y peligrosas. Los colaboradores establecen con quien los convocó un vínculo personal fraudulento, dominado por la mentira, que impide jerarquizar los problemas, analizarlos con objetividad, formular diagnósticos certeros.
Una visión superficial supondría que el jefe disfruta de esa relación en la que todo parece halago. Nada más lejano. La obsecuencia es un narcótico que vuelve a los superiores esclavos de sus subordinados. Los obsecuentes encierran a su líder detrás de un cerco de espejos que impide tomar contacto con la realidad de manera objetiva.
La adulación y el sometimiento se agudizan en los regímenes caudillescos. El filósofo español Julián Marías lo formuló con estas palabras: "El grado de autoritarismo de un gobierno está en relación directa con el monto de obsecuencia que demanda". En tal caso, la pretensión de subordinación y halago se extiende a los empresarios, los sindicalistas, los intelectuales, los líderes religiosos y, sobre todo, al periodismo. No hay un actor más incómodo para este tipo de cultura que la prensa independiente.
La compulsión por escuchar elogios y encontrar docilidad en el entorno se vuelve más aguda cuando los regímenes declinan. Ante un ambiente hostil, los gobernantes se tientan con oír sólo su propio eco. La obsecuencia se convierte entonces en un refugio. La selección de personal empeora muchísimo en esas circunstancias. En principio, porque los aduladores suelen ser gente de muy baja calidad. Hay un síndrome bastante recurrente del caudillo que cayó en desgracia. Suele ser un gobernante aislado, al que terminan rodeando pícaros y manipuladores que conocen la lisonja clave para ingresar en su círculo y conseguir favores.
La política argentina está contaminada por esta patología, que debilita además a buena parte del arco opositor, también organizado como un elenco de pequeños reyezuelos. Este tipo de atavismo revela la urgencia que presenta entre nosotros una gran reconstrucción de las instituciones. Es decir, la emergencia de dirigentes que comprendan que esa institucionalización, el debate, el espíritu crítico y la racionalidad en la toma de decisiones no desmerecen ni degradan su liderazgo, sino que, al contrario, lo potencian.
La Argentina está hace ya demasiado tiempo demorada en superar dificultades primitivas. La personalización del poder es una de ellas. Hace falta abandonar esa cultura e iniciar la transición hacia otra, en la que el sentimiento de adhesión y sometimiento, que suscitan los caudillos, lo inspiren las leyes.
Sacan los comentarios. Los unicos que pueden postear son los que tienen un pensamiento acorde a mariana. Que feo.
Chau. no posteo mas
http://www.perfil.com/contenidos/2010/10/10/noticia_0024.html
No, Ricardo. Entendí su chiste. Por eso puse Nacional, en referencia al glorioso equipo de Parque Central. No es que le estuviera mandando a callar.
(No pude meter alguna alusión a los carboneros o al centenario porque el caletre no dio pa más)
Perdóneme, debí haber puesto alguna sonrisita o guiño para que viera que le estaba siguiendo en el juego. Soy pelotudo pero no tanto.
Y bueh, yo llamaba a tener un poco de sensibilidad porque quizá ahorita no estábamos diciendo nada grave pero como que se veía venir ¿vio? Igual yo concuerdo con usté: lo que se puede criticar es que pareciera que es un asunto personal y no de estado.
José Domingo Coso, ahora si me enoje, no me venga con esa gente que corre una pelota en el parque; fúbol fúbol se juega entre las vías del tren, haciendo goles entre las barreras amarillas y negras.
NO SE CENSURABAN LOS COMENTARIOS, TARDABAN MUCHO EN SALIR, POR ESO REPETI ALGUNOS.
ES LA PRIMERA VEZ QUE ME PASA, POR ESO MI REACCION , PERO NO ME PREOCUPA RECTIFICARME CUANDO COMETO UN ERROR ( involuntario ) PERO ERROR AL FIN
Estimado "Poder y obsecuencia", "Espero no lo censuren ahora- La pongo otra vez" y "PERDON AL ADMINISTRADOR": cuando ponés un comentario, en el campo "Nombre" va tu nombre y si mantenés siempre la misma combinación Nombre+Email, tus comentarios se van a publicar directamente, de lo contrario el sistema piensa que es spam y pasa por un proceso de moderación, que en días feriados como hoy puede llevar un tiempo largo. Hacete conocer por tu nombre o por un seudónimo y todo va a ser más fácil.
Saludos,
Juan Schwindt (el administrador ;-) )
Uy, yo tenia preparada toda una explicacion y Juan me gano de mano.....
Bueno, aprovechare para agradecer a Juan por etc.
O.K.
Perdon nuevamente y ya que esta gracias por el laburo que te tomas para darnos la posibilidad de escuchar en otro horario a los que no podemos a la noche