La historia del sofá... Otra vez, y todo así.
Dolina ya eligió al tercer integrante y es, lamentablemente, el costoso trío sin nombre al final del programa.
Los 33 Orientales como motivo de torta cuando alguien cumple ese mismo número de años es muy apropiado, sobre todo porque la torta representa perfectamente a la playa de "La Graseada" (nombre original de la playa, que la historia posterior renombró poéticamente como "La Agraciada").
Volvió el cuento de las toallas con los nombres de los días! Ya se extrañaba. "Yo no me llamo Jueves", ja, ja.
Hoy no le dieron tregua a Rolón, pobre. Creo que tendría que ir un día al programa para hacer sus descargos. Si eso ocurre, yo Dolina lo recibiría diciéndole: "cómo le va licenciado, acá con Barton siempre comentamos 'qué buen muchacho este Rolón', ay sí. ¿Noverdá Patricio?".
Los defensores del trío sin nombre me recuerdan a los progre; defienden cosas en las que ni ellos creen, solo por ser politicamente correctos. Son los mismos que mandan a sus hijos a un colegio privado y se llenan la boca hablando de nuestros sacrificados docentes, que cuando no están de licencia, están de paro y cuando no están de paro están de vacaciones. Amigos progresistas¡¡¡¡ Manden a sus hijos al colegio público y atiendanse con los humanitarios medicos del hospital municipal y disfruten como nosotros , los pobres , de la abnegación de nuestros profesionales¡¡¡
Franz usted ya sabe que para mi la genialidad del programa se debe un 80 % a Dolina. Y Barton acompaña bien, ni más ni menos. Pero para los que lo escuchamos tantísimos años siendo siempre tres, y hasta en ocasiones cuatro, con individuos con bastante más bagaje cultural e inquietud intelectual (como eran los casos de Dorio y Rolón), o chispa y ocurrencia, (como en los casos de Gillespi y Stronati), la ausencia del tercer integrante es como un grito inacallable. En resumidas cuentas, y tal vez reformulando mi decir: el programa está muy bueno, no por Barton, sino a pesar de Barton.
Habrá gente a la que sinceramente le gusta el trío sin nombre, o el mismo Dolina como cantor... Yo no opino porque nada del segmento musical (salvo la joda... El chamamé de los marcianitos, y esas cosas) me gusta, por cuestión de estilos...
Por otro lado, tanto docentes como médicos y demás, he conocido profesionales excelentes y espantosos tanto en el sistema público como la práctica privada. Creo que nada tiene que ver esa situación...
Está bien, Mariano, son opiniones… Lo que no le voy a discutir es que Dolina es el alma de LVST. Sin Dolina no habría programa; sin Barton tal vez podría haberlo, aunque creo que la simbiosis que se ha creado entre ambos es muy fuerte y a Dolina le costaría mucho sobreponerse a su ausencia.
Diálogo (aproximado) tomado de un programa reciente:
Dolina: Vivir en la ciudad es mucho más peligroso que vivir en la selva. ¿Qué probabilidades hay de que a ud se lo coma un tigre en la selva? Eeeeh… el 50%. En cambio, ¿probabilidades de ser atropellado por un ómnibus acá en la puerta? El 100.
Barton: Sí, incluso puede ser atropellado por el “100” mismo, que pasa por acá…
Creo que en sus diálogos con Dolina, Barton hace un doble juego con habilidad magistral: por un lado representa la voz de la sensatez, del sentido común, ante los vuelos absurdos de Dolina, pero por otro lado alimenta ese absurdo, con una naturalidad tal que lo hace parecer un diálogo coherente y lógico.
Es como un colchón que suaviza los choques entre lo lógico y lo absurdo, o también podría decirse que los concilia. Los diálogos que se generan con Dolina muchas veces son dignos de Ionesco. Hace un tiempo me referí a otro diálogo, en el cual Dolina empezó presentándose como un eximio tirador de dardos, y finalmente luego de varias idas y vueltas terminó confesando que nunca había tirado ninguno. El comentario de Barton ante esa confesión creo que es genial: “¡Ah, hubiera empezado por ahí!”. No hubo un choque o un salto abrupto, no hubo un “¡pero señor, entonces me estuvo mintiendo groseramente hasta ahora!”. Barton suaviza, amalgama, ensambla lo absurdo y lo lógico, y los integra a un todo coherente (absurdamente coherente).
En japonés, la palabra “Barton” y la palabra “qué lo parió” son la misma, por lo menos para mí.
Comento para que en el buscador la gente que esté buscando este programa lo encuentre (yo incluida en el futuro).
Mamá comprame un sofá nuevo. Colchones. Colchón de agua. Jaime lo rasca y le da vuelta la página del libro. Ir al baño a cincuenta metros en el fondo con linterna y un arma. Vecino que espía cuando va al baño. Barton vende muebles. Cama repisa. El tío dentro del sofá cama una semana. Rolón. Lo llevaron dentro de un abrigo de piel. Nombre de farmacéutico. De cuñado.
Estaba por decir lo mismo, el dúo Dolina-Barton está inspiradísimo. Estos últimos programas mendocinos estuvieron muy buenos.
Me estoy por convertir al dualismo (que sigan ellos dos solos nomás).
La historia del sofá... Otra vez, y todo así.
Dolina ya eligió al tercer integrante y es, lamentablemente, el costoso trío sin nombre al final del programa.
Los 33 Orientales como motivo de torta cuando alguien cumple ese mismo número de años es muy apropiado, sobre todo porque la torta representa perfectamente a la playa de "La Graseada" (nombre original de la playa, que la historia posterior renombró poéticamente como "La Agraciada").
Volvió el cuento de las toallas con los nombres de los días! Ya se extrañaba. "Yo no me llamo Jueves", ja, ja.
Hoy no le dieron tregua a Rolón, pobre. Creo que tendría que ir un día al programa para hacer sus descargos. Si eso ocurre, yo Dolina lo recibiría diciéndole: "cómo le va licenciado, acá con Barton siempre comentamos 'qué buen muchacho este Rolón', ay sí. ¿Noverdá Patricio?".
Los defensores del trío sin nombre me recuerdan a los progre; defienden cosas en las que ni ellos creen, solo por ser politicamente correctos. Son los mismos que mandan a sus hijos a un colegio privado y se llenan la boca hablando de nuestros sacrificados docentes, que cuando no están de licencia, están de paro y cuando no están de paro están de vacaciones. Amigos progresistas¡¡¡¡ Manden a sus hijos al colegio público y atiendanse con los humanitarios medicos del hospital municipal y disfruten como nosotros , los pobres , de la abnegación de nuestros profesionales¡¡¡
Franz usted ya sabe que para mi la genialidad del programa se debe un 80 % a Dolina. Y Barton acompaña bien, ni más ni menos. Pero para los que lo escuchamos tantísimos años siendo siempre tres, y hasta en ocasiones cuatro, con individuos con bastante más bagaje cultural e inquietud intelectual (como eran los casos de Dorio y Rolón), o chispa y ocurrencia, (como en los casos de Gillespi y Stronati), la ausencia del tercer integrante es como un grito inacallable. En resumidas cuentas, y tal vez reformulando mi decir: el programa está muy bueno, no por Barton, sino a pesar de Barton.
Usted sabe que yo siempre digo que Barton es el mejor porque es el único. El único que quedó.
Habrá gente a la que sinceramente le gusta el trío sin nombre, o el mismo Dolina como cantor... Yo no opino porque nada del segmento musical (salvo la joda... El chamamé de los marcianitos, y esas cosas) me gusta, por cuestión de estilos...
Por otro lado, tanto docentes como médicos y demás, he conocido profesionales excelentes y espantosos tanto en el sistema público como la práctica privada. Creo que nada tiene que ver esa situación...
Está bien, Mariano, son opiniones… Lo que no le voy a discutir es que Dolina es el alma de LVST. Sin Dolina no habría programa; sin Barton tal vez podría haberlo, aunque creo que la simbiosis que se ha creado entre ambos es muy fuerte y a Dolina le costaría mucho sobreponerse a su ausencia.
Diálogo (aproximado) tomado de un programa reciente:
Dolina: Vivir en la ciudad es mucho más peligroso que vivir en la selva. ¿Qué probabilidades hay de que a ud se lo coma un tigre en la selva? Eeeeh… el 50%. En cambio, ¿probabilidades de ser atropellado por un ómnibus acá en la puerta? El 100.
Barton: Sí, incluso puede ser atropellado por el “100” mismo, que pasa por acá…
Qué HDP, cómo se le ocurren esos chistes.
(HDP: Highly-Developed Person).
Creo que en sus diálogos con Dolina, Barton hace un doble juego con habilidad magistral: por un lado representa la voz de la sensatez, del sentido común, ante los vuelos absurdos de Dolina, pero por otro lado alimenta ese absurdo, con una naturalidad tal que lo hace parecer un diálogo coherente y lógico.
Es como un colchón que suaviza los choques entre lo lógico y lo absurdo, o también podría decirse que los concilia. Los diálogos que se generan con Dolina muchas veces son dignos de Ionesco. Hace un tiempo me referí a otro diálogo, en el cual Dolina empezó presentándose como un eximio tirador de dardos, y finalmente luego de varias idas y vueltas terminó confesando que nunca había tirado ninguno. El comentario de Barton ante esa confesión creo que es genial: “¡Ah, hubiera empezado por ahí!”. No hubo un choque o un salto abrupto, no hubo un “¡pero señor, entonces me estuvo mintiendo groseramente hasta ahora!”. Barton suaviza, amalgama, ensambla lo absurdo y lo lógico, y los integra a un todo coherente (absurdamente coherente).
En japonés, la palabra “Barton” y la palabra “qué lo parió” son la misma, por lo menos para mí.
Daniel, me hiciste tener la certeza que escribir un chiste no es lo mismo que contarlo.
Comento para que en el buscador la gente que esté buscando este programa lo encuentre (yo incluida en el futuro).
Mamá comprame un sofá nuevo. Colchones. Colchón de agua. Jaime lo rasca y le da vuelta la página del libro. Ir al baño a cincuenta metros en el fondo con linterna y un arma. Vecino que espía cuando va al baño. Barton vende muebles. Cama repisa. El tío dentro del sofá cama una semana. Rolón. Lo llevaron dentro de un abrigo de piel. Nombre de farmacéutico. De cuñado.