Krank vor Liebe
En Venganzas del Pasado desde el martes, 13 de septiembre de 2022 a las 04:16 PM
Hace un rato te traté de repugnante, pero no quise decir eso, Somosmuytibios; en realidad quise decir: sos un reverendo pelotudo, forrazo del orto.
Sos repugnante, Somosmuytibios.
Rechazamos enfáticamente la acusación de intelectualoides.
En tiempos no tan correctos ni tan lejanos, la charla de Dolina se hubiera llamado «Las mujeres de la China no saben hacer un guiso», Stronati hubiera comentado que al chino se le despertó el indio, y Barton no hubiera dicho nada porque hubiera estado trabajando en algún otro lugar con Alejandro Turner.
Escribo esto mientras le pego un codazo en el esternón al empleado del supermercado que insiste en remarcarme la caja de risotto napolitano Molé que ya tengo en la mano. ¡Esto terminará mal, Joe, te dije que no quería venir!
Alguien me acusa de homofobia; intento explicarle —creo que sin éxito— que el insulto es un objeto específicamente diseñado para ofender a quien va dirigido. Si le digo nazi a un nazi, este no se sentirá agraviado, sino reconocido y hasta halagado; por eso, me veo en la necesidad de armar el agravio con atributos opuestos a los deseados por la víctima. Si le dijera a Laje que es un fascista, el físicamente cobarde Laje oiría esa palabra con satisfacción, aunque negara inmediatamente esa condición por motivos formales.
Además, no soy Barton para andar abriendo el paraguas cada vez que pasa una nube. El invertebrado Laje se metió con los desaparecidos, y eso no se perdona jamás.
Donde algunos ven catálogos, otros ven oportunidades para abominar de ellos.
En un mensaje anterior, escribí Laje en lugar de Saxe, aunque alcancé a corregirlo antes de publicarlo. No creo que haya sido un error; quizá Laje y Saxe tengan en común algo más que dos vocales. No sé, esa ternura con que se mira con Nicolás Márquez, ese delineador Maybelline, esas medias caladas con estampado de flores, qué sé yo. Fachos retrógrados y trogloditas éramos los de antes, señor.
(Me muerdo la lengua para no contar mis dos encuentros con Agustín Laje en Córdoba. No, no esa clase de encuentros; no se haga el suspicaz.)
Cada vez que Dolina habla de este tema (uno de sus favoritos, creo), recuerdo que en Forres (parece un insulto en lenguaje inclusivo, pero es un pueblo de Escocia) hay un museo privado y taller de restauración de autómatas mecánicos antiguos fundado por Maria y Michael Start, que además de ser muy hábiles para reparar esos objetos, los presentan en un ambiente copiado del siglo XIX (supongo que en Escocia eso no debe ser tan difícil, tal vez ahí no llego aún la costumbre de tirar a la basura todo lo que deja de ser tendencia en Instagram.) Hacen bien; un smartphone o una esterilla de yoga en medio de todo eso serían obstáculos serios para la suspensión de la incredulidad.
El hecho es que ahí están muchos de los autómatas que suele mencionar Dolina (ignoro si los originales o muy buenas copias de ellos), y todos ellos tienen un gusto a frustración (sus inventores originales seguramente hubieran deseado crear un gólem, pero carecían de la tecnología necesaria y debían contentarse con monitos que extendían la mano para pedir limosna); muchos son directamente el material del que están hechas las pesadillas. Todo lo que hay ahí se mueve entre la infinita ingenuidad de Giselle, la autómata bailarina, y el steampunk del mecanismo interno de un payaso, pasando por los primeros intentos de audiolibros.
Mi favorito es el chancho autómata, naturalmente. Solo le falta la laguna.
https://www.youtube.com/@thehouseofautomata/videos
https://www.instagram.com/thehouseofautomata/
Amar es no tener que decir nunca «doscientos». (Es muy barato, pero el chiste deja de funcionar con otro precio, y eso suponiendo que alguien recuerde los eslóganes de Love Story, como aún lo hace Dolina.)
Se hace cada vez más difícil refutar que quizá solo somos autómatas formados por colonias simbióticas de células altamente especializadas, y dedicados por completo a la replicación de cadenas de ácido desoxirribonucleico. Lo peor de todo es que esos ácidos nucleicos de porquería no tienen voluntad ni conciencia, ni las herramientas necesarias para sospechar siquiera que existen; como en las películas The Andromeda Strain o Annihilation, las cosas sencillamente ocurren. (Nada de esto tiene intención poética, maximalista o retórica: digo que hay motivos para suponer que toda la historia de la humanidad es un subproducto azaroso de procesos termodinámicos absurdamente lejanos en el tiempo, y que el amor es uno más de los trucos evolutivos para proteger y garantizar esa propagación de macromoléculas.)
Con respecto a la imposición de la teoría queer, el no binarismo de género, los archivos de disturbios sexo-subversivos-anales-contra-vitales (dijo Saxe mientras se agachaba porque le avisaron que venían los indios), etcétera, mi conjetura principal es bastante rudimentaria: merchandising. (Aquí podría hacer referencia al hombre unidimensional de Herbert Marcuse, gran observador de la sociedad industrial avanzada a pesar de haber sido psicoanalista, pero no lo haré.)
Solo pasé para dejar un mensaje de esperanza y optimismo.
Mariela, el título de la novela de Günter Grass Der Butt es una contracción popular del nombre del pez llamado Steinbutt, y es también un juego de palabras algo infantil porque puede leerse como El Rodaballo, pero también como El Culo; a primera vista y sin ser un experto —naturalmente—, tengo la sensación de que la traducción de Miguel Sáenz no es del todo exitosa.
Comparto tu desagrado por la permanente difusión de las teorías de cuerdas, que ya pertenecen definitivamente al terreno de la historia y de la pseudociencia (esta vez en el sentido más respetuoso de la palabra); hay que reconocerles que de ahí surgieron ideas interesantes para avanzar por otros caminos hacia la resolución del conflicto entre la TGR y la mecánica cuántica, y que al menos en este caso no hubo intención de engaño o estafa (fue solo un fracaso teórico, aunque uno que duró décadas). De cualquier modo, queda una pregunta: ¿qué sucederá con los doctorados obtenidos con la defensa de tesis basadas en las teorías de cuerdas, que ahora sabemos infalsables?
Con respecto al último de tus párrafos (esta es una respuesta rápida), ya podés imaginar en qué y en quiénes estaré pensando. (Sí, en todo eso y en todos esos. Con Perón hubieran durado cinco minutos, tanto unos como otros.)
Gracias por las recomendaciones y los links. Había olvidado a Antonio Rivera, Alberto Aparici, Isabel Cordero y Avelino Vicente, que son muy populares en España (o todo lo popular que se pudiera ser dedicándose a la divulgación científica). Siento mucho que aquella prometida colaboración entre Alejandro Dolina y José Edelstein (ahora también español) para hacer algo juntos (no sé exactamente qué, pero hubiera valido la pena el intento) no haya ocurrido nunca.
De tanto hablar de divulgadores, recordé a Carl Sagan visitando en 1980 a los alumnos de sexto grado de su propia escuela primaria; ignoro si lo hizo de onda, si lo mandó la CIA, el FBI o la NBA bajo amenaza de muerte, o si le pagaban horas extra por eso, pero en realidad no me importa en absoluto: ahí estaba, regalando a los pibes fotos de Júpiter y sus satélites (incluido Ganímedes, el favorito de Dolina y Schubert) tomadas por la sonda Voyager. También ignoro si ese día llevó porros, aunque sospecho que no (supongo que esos sí los hubiera cobrado, o el director de la escuela se los hubiera retenido al entrar). Siempre me pregunté cuánto pudo haber cambiado la vida de esos chicos ese día; una estrella de la televisión de ese momento fue ahí para insinuarles que si se dedicaban a trabajar en ciencias duras y tecnología, también podían vivir de eso, divertirse ocasionalmente y, de paso, hasta le hacían un favor a su país. Nuestra historia fue algo distinta: nuestro Sagan fue Masotta, o tal vez Romaniuk.
Ahora que me referí a la serie Cosmos, recordé el día en que un oyente acusó a Dolina de cierto plagio musical, y este (Dolina) lo negó con buenos argumentos, pero sí confesó —sin que nadie se lo pidiera— que había robado unas cuantas notas (unas 14) de La Petite Fille de la Mer para el estribillo de Aparece Laura, agregando algo parecido a esto: «Y sí, se lo robé a Vangelis, ¿qué quiere que haga, que se lo devuelva?». Hace meses que busco ese audio, hasta ahora sin éxito; me alegró mucho que a Dolina le gustara la música de Vangelis.
Ciudadano32, hasta hace un tiempo escuchaba Noosfera, este podcast de Ignacio Crespo, un divulgador que me pareció interesante por el criterio de selección de temas y de invitados, y también por la ausencia de esos elementos que mencionás; lo oía mientras trabajaba en la refacción de mi casa. Como es un podcast no guionado, la calidad y el interés dependían mucho del azar, pero tengo la impresión de que mantenía un estándar de calidad bastante alto. Por ejemplo, en este episodio dedicado a la neurobiología de la visión, la Dra. Conchi Lillo (licenciada en Biología y doctora en Neurociencias) trata el tema con mucho rigor técnico, y también con algo de humor (solo lo indispensable); además, responde consultas de oyentes y refuta algunos engaños, como la campaña de marketing de anteojos carísimos con filtros de luz azul, que está basada en el miedo infundado al inexistente daño que produce la retroiluminación de las pantallas de teléfonos y otros dispositivos. En resumen, creo que se trata de gente que sabe cómo despertar la curiosidad científica y mantener el interés sin caer casi nunca en la simplificación extrema o el chamuyo de FM.
Mariano C., aquí está el programa original citado por la oyente; la observación de Dolina sobre la idiotización del enamorado comienza a partir de la marca de tiempo 0:20:13. Suscribo las palabras de Rolón cuando Dolina agrega que le gustaría no haber dicho eso: Yo hubiera dado mi vida por escribirlo, no por haberlo dicho improvisando.
Mariela, pasó mucho tiempo desde la última vez que oí hablar sobre el agnosticismo, y no recordaba que fuera un neologismo creado por Thomas Huxley; además de las diferencias prácticas y filosóficas entre el ateísmo y el agnosticismo que señalás, sospecho que hay otro aspecto relacionado con el instinto básico mejor estudiado por nuestros más eminentes etólogos humanos: el cagazo a la yuta. En la época de Fichte (mencionado por Dolina), Darwin y Huxley, la acusación de ateísmo podía costar la carrera, el trabajo o la libertad; supongo que el agnosticismo pudo servir como una especie de salvoconducto para excusarse de dar explicaciones a las autoridades. De todos modos, también tengo la sospecha de que esas personas quizá no podían ser ateas en el mismo sentido que lo somos hoy: la química orgánica era una novedad, aún suponían que en la materia viva había algo esencialmente distinto a la materia inerte, no podían imaginar que el experimento de Miller y Urey demostraría que las bases químicas de la vida surgen fácilmente de entornos completamente abióticos y bastante aburridos. En todo caso, aunque pudieran recurrir a conjeturas como la generación espontánea, quedaba el problema de la violación del principio ex nihilo nihil fit; da la impresión de que, en algún punto de la cadena de razonamientos, esos científicos necesitaban forzosamente alguna forma inicial de intervención sobrenatural o divina, un acto primigenio de creación, hipótesis que ahora sabemos innecesaria. Pero aun así, la repulsión por la palabra ateísmo sigue bastante vigente, excepto cuando se usa como insulto. (Pienso en esos conocidos políticamente correctos que tiene uno, que viven atajándose del cargo de impiedad con la frase: yo no soy ateo, soy agnóstico.)
En otro orden de cosas, terminé de leer la novela de Grass y de compararla con la traducción de Carlos Gerhard; en mi ínfimo juicio, tenés razón, Die Blechtrommel es Marechal en alemán. (La traducción de Gerhard es absolutamente fiel; solo omite unas pocas aliteraciones y metáforas imposibles de traducir, y que no afectan en absoluto al estilo o a la intención del texto original. Ahora me cebé y voy por Der Butt, aunque me parece que ese sí tiene problemas de traducción.)
Una curiosidad: la decisión de prohibir el uso del lenguaje inclusivo en toda la administración pública es festejada tanto por oficialistas como por opositores al gobierno, con muy escasas opiniones en contra (en general, de individuos más interesados en conservar el DNI no binario que en protestar por el crecimiento exponencial de la injusticia social y la catástrofe económica que está por destruir a los sectores más desprotegidos de la población). Ahora existe alguna evidencia empírica para suponer que esas ingentes políticas de género y diversidad elevadas por muchos años al estatus de absoluta sacralidad nunca fueron una pasión popular, y que muchos ex funcionarios presuntamente infalibles no pudieron o no quisieron comprender las necesidades reales de la sociedad en que viven. Copito, si llegás a cruzarte con Saxe, por favor pegale una buena piña de mi parte; después yo le explico por qué se la venía mereciendo desde hace rato.
A propósito de médicos, me atrevo a sugerir este video de Roxana Kreimer por varios motivos.
Mariela, el único motivo por el que resisto la tentación de copiar y pegar aquí el prólogo y la introducción de Martin Gardner al libro de Carroll (que Dolina seguramente conoce, aunque lo niegue) es su extensión; soy incapaz de preferir un párrafo más que otro.
Gracias, Emilio, por tu experiencia de vida y por perdonarnos la misma.
Bueno, Emilio, bueno, venga un abrazo. ¿Tan mal te trata el mundo para que estés así de furioso con gente que ni siquiera conocés y que no te hizo nada?
Abrazo, dije. Saque la mano de ahí.
Ahí está, Somosmuytibios: una de las líneas divisorias entre el Dolina que hacía todas las cosas que no podían hacerse en radio y el Dolina de FM es el ingreso a planta permanente del TSN; otra, más difusa e insidiosa, es la del tiempo. (Hace veinte años, una referencia a la letra pornográfica del tango Rawson era aún la parodia de un anacronismo; hoy, es un verdadero anacronismo y un chiste ya incomprensible.) Insisto: Le temps detruit tout.
En este momento no me interpela el abordaje de las narrativas de la deconstrucción de LVST porque me encuentro articulando dispositivos transversales para gestionar los estereotipos disruptivos del discurso hegemónico de Dolina con una perspectiva empática que no problematice el aquí y ahora de las disidencias sexuales. (Bah, en realidad estoy dándole con la sopapa al inodoro para destaparlo. ¿Qué comieron, loco?)
Mariano C., gracias por recomendar el archivo del año 1999; me encontré con algunas gratas sorpresas. También siento simpatía por los programas completos, por las mismas razones que vos. Me perdí gran parte de esos programas porque en ese tiempo me dediqué a las tareas de sentar cabeza, formar una familia, bañarme casi todos los días, fingir hipócritamente que me gustaban cosas que en realidad detestaba, etcétera (proyecto que abandoné por falta de tiempo e interés, aunque también por cariñosas amenazas de muerte por parte de mi familia política). Yo le creo a Dolina cuando dice que se despierta con temor de estar viviendo aún en alguna época pasada, y que recién se tranquiliza cuando mira la fecha y comprueba que no es así.
Mariela, cité el trabajo de investigación (no sé cómo llamarlo) de Fernando Beresñak como ejemplo de pieza retórica diseñada para impresionar a un público que ni siquiera sospecha la mayoría de los temas tocados ahí, pero que aplaudirá a rabiar para no pasar por ignorante; además, tiene la habilidad de moverse entre la fringe science y el verso posmoderno sin que se note tanto. Es verdad que los límites epistemológicos y ontológicos del conocimiento científico actual dan lugar a críticas serias de la causalidad clásica y de las nociones de orden y aleatoriedad, pero eso es como volver a descubrir la pólvora. (Nada que Poincaré o Lorenz no hayan notado antes y mejor: por mucho que Víctor Laplace conozca el estado actual de todas las partículas del universo, nunca podrá predecir qué número saldrá mañana en la Lotería Nacional.) Por lo demás, las referencias al teorema de Bell, al experimento mental de Schrödinger (siempre tan mal traducido) y al principio de incertidumbre son innecesarios chantajes sentimentales; el finale presto con tutti de Hesíodo es para quedar bien con las autoridades, supongo. (No critico que especulen y divaguen libremente sobre esos temas; sí me opongo a que hagan pasar esa tarea poética o literaria por investigación científica profesional.) Sí, los muchachos son enrevesados, pero además son egocéntricos, insensibles, y hasta farsantes o fascistas cuando se les hace necesario para mantener el puesto. (¿Recordás a Lino Barañao y sus excusas para seguir siendo ministro durante el gobierno de Macri?)
Copito, te pido que releas mis aclaraciones posteriores (y tal vez no del todo innecesarias) a las referencias a Saxe. De todos modos, no me disgustaría tener motivos más concretos y legítimos de orgullo por el CONICET, pero ya es tarde para eso.
Como supuse que algo así sucedería eventualmente, tomé capturas de pantalla de los datos que transcribí.
Quiero agregar algunas cosas sobre el tema del CONICET, como si pudieran interesarle a alguien.
Solo obviedades, cosas que se han dicho aquí mil veces. Así y todo, prefiero dejar en claro que no comparto ni una sola de las respiraciones de los gobernantes actuales, que participaron muy activamente en cada una de nuestras peores crisis como nación.