Krank vor Liebe
En Venganzas del Pasado desde el martes, 13 de septiembre de 2022 a las 04:16 PM
Publiqué mi comentario y encontré el de Mariela; aunque no sigo el fútbol en ningún sentido, coincido en que tirarse públicamente en contra de él y de los jugadores es un suicidio político, materia en que nuestro progresismo ya tiene varios doctorados.
No estaba enterado ni de la jugada de Villarruel, ni del gambito de contrapeso de Karina Milei. Más de seis millones de reproducciones, 50.000 retuits, 190.000 likes (no sé cuáles son los porcentajes orgánicos y de bots, pero ahí están), multitudes forzadas a aplaudir lo que habitualmente detestarían. Son muy buenos, y saben cuándo, dónde y cómo pegar para provocar emociones; siempre me pregunto qué sucedería si algunos de ellos jugaran alguna vez a nuestro favor (aunque eso sería imposible por muchos motivos). Supongo que la oposición especializada en subestimar al enemigo ya habrá llegado a la conclusión de siempre: son estúpidos que no leen a Galeano.
Hace poco oí un programa muy antiguo en que Dolina hablaba sobre la importancia de la inteligencia emocional en la toma de decisiones (se refería específicamente al acto de votar); en ese tiempo (como ahora) existía la superstición del votante racional e informado: un señor que unos días antes de las elecciones leía hasta la última coma de todas las plataformas políticas de todos los partidos, realizaba un estudio comparado y analítico, y recién después emitía su voto con cara de religiosa reticente, haciendo chicos y finitos los labios. Dolina sostenía que la realidad era otra muy distinta; sabía por su experiencia en publicidad que los productos se venden por impacto emotivo, y un presidente también es un producto en el sentido más comercial de la palabra. Por supuesto que los oyentes de ese tiempo (como los de ahora) negaban ese hecho, y defendían a muerte las hipótesis absurdas del libre albedrío y la infalibilidad de la sabiduría popular.
Cuando tenía ocho o nueve años vi por primera vez a France Gall en televisión, quizá cantando «Der Computer Nr. 3»; como todo el mundo, me enamoré instantáneamente y creo que todavía no se me pasó del todo. De cualquier forma, no la mencioné tan casualmente; unos minutos antes había visto una publicación de The House of Automata (siento ternura por esos intentos anacrónicos de simular vida) y recordé que Dolina había musicalizado una charla sobre autómatas mitológicos e históricos con «Poupée de cire, poupée de son», un tema muy bien compuesto, muy pianístico (creo recordar que Dolina dijo que no estaba nada mal; alguna vez habría que hablar sobre el clan Gainsbourg) y con una letra también interesante a pesar de su aparente ingenuidad. Tengo un conjunto personal de temas populares (que pueden ir desde Bix Beiderbecke hasta Rammstein pasando por algunas composiciones de Dolina o por cualquier otro lado) que suelo tocar en piano de forma recurrente y por placer (me gusta cómo suenan, me divierten, les hago variaciones y arreglos, a veces los grabo con instrumentos completamente inadecuados); entre ellos está «Poupée de cire, poupée de son» (otra es por supuesto «Du hast den Farbfilm vergessen», una de las canciones más estúpidamente alegres que puedo recordar). Por otra parte, me es difícil pensar en Francia y no pensar a la vez en France Gall, ya que fonéticamente suena muy parecido a la chica de Francia. Una vez intenté que hiciéramos un cover de «Ella, elle l'a» con un grupo en que trabajaba como tecladista, pero la cantante (que era muy profesional para cantar en varios idiomas) desistió porque consideraba que no le salía bien, y tenía razón. Eso sí, sigo sin saber si la letra del tema de la computadora número tres era literal o irónica, y France Gall ya no está para preguntárselo.
Vuelvo más tarde para decir algo sobre cine; adelanto que tengo grandes dificultades para disfrutar la producción más reciente, que corre con la desventaja de competir en la memoria con verdaderos monstruos.
Sí, sí, también miro cine de ahora. Tengo muchas supersticiones, pero la creencia en una fatal superioridad del pasado no es una de ellas.
¿Mencionó Dolina alguna vez la película «The Impostors», dirigida por Stanley Tucci, a quien sí se refirió varias veces como un actor pelado? Digo, porque la música de esa película tuvo mucho que ver con el pianista Fernando Marzán, compañero de Dolina en varios programas. La escena de apertura es un duelo criollo en New York con fondo de «Prepárensen» (sí, está bien escrito) de Piazzolla, y el leitmotiv de toda la película es «Parlez‐moi d’amour», primero en la versión clásica de Lucienne Boyer y cantada al final por Hope Davis; ya estos detalles deberían haber llamado la atención de Dolina, por no mencionar una breve intervención de Woody Allen (un cameo, en realidad).
No digo más por si a alguien se le ocurre verla; no es una genialidad, no es una obra de arte ni nada por el estilo, pero es una de las películas más honestamente divertidas que vi en mi vida, con muchos de los mejores actores norteamericanos (Stanley Tucci, Tony Shalhoub, Allison Janney o Steve Buscemi, sin ir más lejos) y algunos europeos (Billy Connolly, Isabella Rossellini, Alfred Molina); no son las típicas grandes estrellas del cine (con la posible excepción de Rossellini), pero sí son todos buenos actores de verdad. No, no tiene nada de profunda crítica social ni de empoderamiento ni de visibilización de la problemática de las violencias contra las diversidades ni de compromiso con la articulación de espacios; esta no es para vos, querido amigo progre. No, esa no: ¡esta!
Dolina, más Stanley Tucci y menos Stanley Kramer.
A propósito de 1997, 1998 y otras eras geológicas por el estilo, esto ocurría en televisión abierta a las tres de la tarde. ¿Qué hicimos mal, en qué nos equivocamos? ¿En qué momento nos volvimos tan santurrones y amargados como ahora?
¡Eureka, eureka! (Léase con voz finita y haciendo pas de chat, onda Darío Elquetejedi hablando entusiasmado de su novio francés.) Hace unos años me impuse la tarea sobrehumana de encontrar un tramo de LVST de más de 20 minutos en que Rolón no mencionara ni una sola vez su profesión o su terminología; creo que finalmente lo logré, aunque al precio de saltar un abismo de casi treinta años. Ma tâche est accomplie.
Ya que estamos tan afrancesados (dijo François, le sensible), aunque no en el dignísimo sentido de Catherine Deneuve o de France Gall sino en el menesteroso sentido de Chantal Mouffe o de Ernesto Laclau, aprovechemos para parar el carro y echar una mirada a esta nota.
Hoy, la deconstrucción nos trae una nueva izquierda, cuyo principal propósito es no aceptar ninguna certeza como última y entender que, si el poder se juega en la construcción de verdades, de lo que se trata justamente, en la pelea contra todo poder, es de deconstruir.
Mientras eso que Sztajnszrajber llama izquierda se deconstruye, eso que Sztajnszrajber llama derecha (aunque incluya a China) construye LLMs, redes neuronales y procesadores de lenguaje natural para poner y deponer presidentes a gusto. Lo peor de Derrida (casi todo) y lo peor de Heidegger (todo) contra lo mejor de la ciencia y la tecnología aplicadas. El mundo avanzado ya manipula directamente la materia en el nivel atómico (algunos de los 10.000 millones de transistores que hay en nuestros teléfonos están compuestos por unos 50 átomos), mientras el progresismo argentino debate si «vale garchar con un/a amigo/a» [sic].
Lo interesante hoy es poder tener una discusión con tus estudiantes sobre la naturaleza del amor, por WhatsApp, un sábado a las tres de la mañana. Eso es lo disruptivo. Yo le daría mucho lugar a la informática, al mundo virtual digital. Los más viejos son reacios porque lo entienden como causa de desconcentración o falta de creatividad. Hay que salir de la grieta absurda a favor o en contra de la informática y entender que somos ya bichos informáticos y ver cómo desde ahí vamos reinventándonos en busca del conocimiento. No tiene sentido hoy entrar a una clase y decir Platón nació en el año 427 antes de Cristo. Porque cualquier chico lo googlea en tres segundos. Es un momento para repensar qué hacer en el aula
Para Darío Sztajnszrajber, la tecnologización de la sociedad consiste en usar WhatsApp a la madrugada y en omitir el cumpleaños de Platón. Eso sí que es disruptivo, por no decir contrahegemónico, subversivo, articular o persona menstruante.
Sería muy fácil continuar con el sarcasmo con la misma liviandad que Dolina usaba para burlarse de quienes vendían el Buda de la buena suerte, pero creo percibir un problema grave: los progresistas del orden de Sztajnszrajber no limitan sus hábitos depredadores al escenario; además, tienen una pésima influencia en la vida política del país. Aunque es cierto que no tienen cargos ni poder para tomar decisiones, cada uno de sus actos visibles es una invitación a votar a los otros, sin importar quiénes sean. (También es cierto que una elección en Argentina es un trámite consistente en votar por cipayos republicanos o por cipayos demócratas.) Lo mejor que podrían hacer Sztajnszrajber y los suyos por las causas que pretenden defender es alejarse de ellas para siempre y buscarse un laburo más digno: mercado negro de órganos, tráfico de armas automáticas o drogas duras, qué sé yo, algo menos vergonzoso. (De todos modos, esa defensa es nominal, simbólica: aman a la humanidad de forma muy general y brumosa, pero son totalmente incapaces de un verdadero acto de generosidad con consecuencias en el mundo real. Fingen estoicismo, pero siempre con el cuero y el hambre de los demás.)
Sé que hago trampa, sé que la nota de La Nación es de principios de 2020; sin embargo, eso me permite objetar (que objete, dijo Stronati) que no se cumplió ni una sola de sus predicciones, comenzando por la presunta aparición de una nueva izquierda (ocurrió lo opuesto). Nadie pretende oráculos infalibles, eso sería absurdo; pero sí sería razonable esperar conjeturas aproximadamente correctas por parte de quienes presumen trabajar en el negocio de la inteligencia. En cambio, los del otro lado (los retrógrados, los trogloditas, los analfabetos, los estúpidos según ese progresismo) casi siempre parten de las hipótesis correctas para diseñar las futuras defensas de sus intereses. El tipo que labura 15 horas por día para no llegar ni al día 10 quedó en medio de ese fuego cruzado, y quizá nunca estuvo tan solo como ahora.
Por motivos familiares (bah, andaba con una mina) viví unos años en el corazón de ese progresismo: barrios privados (esto es, usurpados) con custodia parapolicial, preocupaciones sobre el tamaño de los nuevos implantes de senos o el polarizado del Audi, colegios carísimos donde cobran un ojo de la cara y la mitad del otro por enseñar a ser lo que ellos creen que es una buena persona, charlas interminables sobre lo bien que se come en países cuyo nombre ni siquiera pueden pronunciar, discusiones sobre por dónde harían pasar ciertas líneas aéreas de alta tensión sin que patalearan los terratenientes del sur, proyectos para una radio en donde Dolina tuvo que trabajar gratis (y encima le encajaron un compañero tronco con quien tenían una deuda por militancia), mucha pretensión de izquierdismo y vindicación de la pobreza (aunque la única pobre que conocían de cerca era la Vivi, la chica de la limpieza convenientemente morocha y semianalfabeta). Como para Sztajnszrajber, el universo observable de esas personas se limitaba a una esfera de 200 metros de diámetro con ellas en el centro; si existía algo fuera de ahí, o era incognoscible o era invento de algún gorila. (En este contexto, gorila era cualquiera que opusiera el menor reparo al dogma o señalara contradicciones demasiado evidentes.)
Todo este brulote viene a que preferiría ver a Dolina lejos de esa gente. Mon siège est fait.
Deconstruido el que lee hubiera sido un hermoso título para un libro de Fontanarrosa.
Hice una búsqueda literal de «Deconstruido el que lee» en Google, y solo aparece como resultado el comentario de Mariela. Quiero dejar constancia de que se trata de una originalidad muy poco frecuente; si alguna vez se vuelve meme, su origen fue este y ningún otro.
Cuando pienso en Stoessel y los de su calaña, desearía que padecieran el mismo destino que Bioy Casares imaginó para todos los sentimentales y los pedantes; si estuviera en mi poder, yo mismo los mandaría a ese infierno.
Dolina contó cómo Andy Warhol fabricó su propio personaje: Andy Wharhol (primer audio, marca de tiempo 1:00:32).
Muchos artistas crearon su propio personaje con fines promocionales o humorísticos. Stanley Kubrick diseñó un Stanley Kubrick director jueputa y obsesivo, capaz de obligar al actor casi anciano y negro Scatman Crothers a repetir 60 o 99 veces (depende de la versión) una escena menor durante una tormenta de nieve, o a llevar a la frágil Shelley Duvall al borde del colapso mental para lograr una toma de 20 segundos que le pareciera satisfactoria (nótese el cuidado en la elección de sus falsas víctimas). Alfred Hitchcock disenó un Alfred Hitchcock director y presentador de televisión que podía relatar las mayores atrocidades sin una sola señal de emoción humana. Salvador Dalí diseñó un Salvador Dalí extravagante y megalómano, que podía aparecer vestido de buzo para dar una conferencia. Todos comprendieron que trabajaban en la industria del entretenimiento, y que el público necesitaba esas ficciones para amarlos u odiarlos.
Ahora voy al caso Sztajnszrajber, Ciudadano32; en el video que compartiste (no sé si agradecerte o si retirarte la palabra por eso) aparece el personaje diseñado por Darío Sztajnszrajber: un progre de utilería que vende una esmerada y seguramente carísima ilusión de mugre y desaliño (muy antisistema, claro). El problema es que Sztajnszrajber jamás aceptará que también trabaja para una industria local del entretenimiento ligero. (Confundir sus balbuceos y morcillas teatrales con la filosofía o con cualquier forma de disciplina vinculada al pensamiento sería un acto demencial.) También me parece ver otro inconveniente: a diferencia de Dolina, Sztajnszrajber es un actor detestable; sus amaneramientos forzados, sus gestos ampulosos, su voz de contratenor fallido, su francés de Facultad Libre de Rosario, su inepta impostación de profundidad y misterio, su indisimulable condición de malabarista cultural.
Como casi todo el mundo, Dolina perdió la libertad de elegir a sus amigos: o son esos, o se queda solo. De todos modos, Dolina jamás ocultó su objetivo: que lo quisieran.
Ciudadano32, ahora pude leer con detenimiento tus observaciones sobre los errores de comunicación cometidos por la gente que hace ciencia, y eso me hizo recordar que muchos psicólogos basados en evidencia y dedicados a la psicoterapia en otros países (para distinguirlos de quienes hacen investigación cognitivo-conductual no patológica) conservan formalmente algunos de los rituales del psicoanálisis porque eso es lo que espera encontrar el paciente (que no es necesariamente menos supersticioso solo por vivir en un país del primer mundo); en otras palabras, el psicólogo científico comprende las necesidades de sus clientes, y sabe que una de ellas es hablar un rato de bueyes perdidos con el terapeuta. (Un truco parecido al de Nassim Taleb, que se vende como gurú de las finanzas, autor de aforismos y literatura de autoayuda para que el incauto muerda el anzuelo, y cuando lo tiene en la red le da sin asco con Popper, Russell, Kahneman, los Tversky, el realismo científico, etcétera, y le enseña a no creer en el pensamiento mágico y en la meritocracia.)
Un psicólogo no psicoanalítico argentino quizá no tendría la inteligencia de usar esa estrategia, y perdería en minutos un paciente solo por no acceder a jugar un juego durante un rato; ese paciente perdido irá a cualquier otro lugar en donde finjan tratarlo como un ser humano. (Temo que este mismo esquema sea aplicable a muchos otros aspectos de nuestras vidas, como el caso de quienes insistieron en ganar votos con gráficos de Excel y embolantes discursos de dos horas de geopolítica, otra actividad sospechosa de pseudociencia.)
A propósito, Bergoglio pidió a sus sacerdotes que no hicieran homilías de más de ocho minutos, porque después de ese tiempo se pierde la atención y la gente se duerme. Ignoro quién fue el jefe de campaña del progresismo, pero estoy seguro de que no fue un Papa.
Mariela, recuerdo al Dolina que decía con razón que el movimiento hippie y otras cosas por el estilo nunca tuvieron nada que ver con nosotros. (En realidad, ni siquiera tuvieron mucho que ver con los países donde surgieron, ya que la sociedad industrial avanzada se encargó instantáneamente de integrarlos y crear nichos de consumo para que ellos también pudieran comprar en cualquier supermercado todos los productos contraculturales que desearan. Creo que estamos perdiendo la oportunidad de ganar fortunas con el negocio «Todo para el hippie viejo», con piedras de recuerdo de San Marcos Sierras, carburadores de Citroën 3CV, guitarras de formas y afinación imposibles, vinchas para pelados de pelo largo, y todo así.)
Si tuviera la oportunidad, preguntaría a Rolón qué significa que la ciencia (o mejor aún, el conocimiento científico) no tiene respuestas para el sexo y la muerte; creo que ese juicio es falso o carente de sentido. ¿Para qué sirve el sexo? ¿Por qué existe la muerte? Si son esas las preguntas, entonces ya conocemos las respuestas.
Dejo de hablar sobre psicoanálisis (tema que creo superado); solo me referiré a sus convenciones, rituales y circunstancias.
Hasta aquí, ejerzo voluntariamente la ingenuidad de hacer de cuenta de que Rolón habla de forma literal; pero todos sabemos que lo que quiere decir es que existen misterios inexpugnables que solo unos pocos iluminados pueden abordar con éxito, con herramientas intelectuales que no están al alcance de cualquier mortal. Aquí aparece algo alarmante: la sugerencia de que existen seres humanos naturalmente superiores al resto, que pueden arrogarse el derecho a negar toda evidencia científica con el fin de imponer sus creencias y supersticiones como verdades eternas, irrefutables y de aceptación obligatoria. (Me parece haber visto eso en alguna otra parte o en alguna otra época.)
El discurso del psicoanálisis y su corpus de ideas asociadas es prepotente y fascista; no dialoga, no cuestiona, no duda, solo exige obediencia pasiva y absoluta a su dogma y a sus textos sagrados. También establece castas: la de los hierofantes, la de quienes pueden y quieren pagar sus bendiciones, y la de los intocables que a duras penas pueden considerarse humanos (es decir, todos los demás).
Hace un mes mencioné con cinismo la entrevista de Gabriel Rolón a Tini Stoessel (un subterfugio para promover su próximo espectáculo). Hoy suspendí por un rato el profundo rechazo que siento por Stoessel —comparable al que me produce el Rolón actual— y la vi. No me sorprendió oír todos los lugares comunes del tema: trauma, crisis, ansiedad, resiliencia (se enamoraron de esa palabra), luz al final del túnel, desenlace de Hollywood; hasta ahí, todo normal para ese contexto. Sin embargo, ese Rolón todo de negro que al final absuelve a Stoessel y la exhorta a no pecar más me pareció un detalle digno de una pesadilla; no diré más porque la analogía es obvia.
Sí diré que en esa charla banal hay algo perverso e inhumano: aunque solo se trata de un truco publicitario poco conciliable con el juramento por los valores éticos, la construcción retórica de la heroína transgresora que desciende al abismo del Seol para ascender triunfante y luminosa a partir de una minita malcriada y consentida es un acto repugnante, y también es una burla para quienes la pasan mal de verdad en Argentina (la inmensa mayoría de nuestra gente). Resistiré aquí la fácil tentación de la demagogia; solo diré que veo en este Rolón el complemento ideal de quienes insisten en cambiar el mundo mediante la abolición del género gramatical. (Pido disculpas por el exceso de adjetivos; el buen gusto me obliga a usarlos en reemplazo de los sustantivos que en realidad vienen a mi mente.)
Ya que el juego de la interpretación puede ser jugado por más de uno, recuerdo que Rolón contó buena parte de su vida en LVST: padre albañil, infancia rural, pesca de ranas en la zanja, guitarreadas precoces con audiencias poco elegantes, tal vez algo de pobreza. Es posible que el Rolón actual, quizá el primero de su familia que logró un título universitario y que alcanzó el éxito en su profesión por un hecho completamente ajeno a ella (ser amigo y colega de Dolina) esté tomándose revancha por antiguos desprecios de la clase a la que aspiraba pertenecer. (Alguien hablaría de formaciones reactivas, pero los muchachos del barrio desconfiamos de las soluciones consistentes en la invención de eufemismos.)
Voy a agrandarme un poco, de puro mal tipo que soy. (Estuve por escribir forro, pero me pareció inapropiado.) En el 2015 grabé en piano el Vals del duende de Dolina, en base al arreglo más conocido de Pablo Ziegler, y lo subí a YouTube junto con un vínculo para descargar el archivo MIDI correspondiente a esa grabación. A fines del 2017, una representante de Steinway & Sons me escribió en un perfecto inglés (como que era su idioma nativo) pidiéndome autorización para usar ese MIDI en un Steinway Spirio (un piano robotizado mecánicamente, controlado por un iPad y una app dedicada), ya que querían incluir música representativas de todos los países, y Ziegler era uno de los pianistas argentinos más famosos fuera del país por su cercanía con Piazzolla; le respondí en mi inglés de imitación que yo no poseía ningún derecho sobre la obra, que el autor era Alejandro Dolina y no Pablo Ziegler, y que la grabé con el único fin de facilitar un trámite lujurioso (no, eso último no se lo dije). Sí le aclaré que por supuesto tenía mi autorización, pero que estaba seguro de que eso no tenía ningún valor legal. Unos días más tarde me llegó un email agradeciéndome por mi colaboración e invitándome a visitar el Steinway Hall de New York para conocer el Spirio; me pregunté si estaban cargándome, ya que en ese momento no tenía ni para ir al centro en bondi (no es hipérbole). Me sentí tentado a pedirles guita prestada, pero no lo hice porque ya conocía la respuesta, así que respondí que el agradecido era yo y que etcétera.
En octubre de 2018 mi prima y su marido estaban paseando por New York (en este mismo momento están ahí de vacaciones de verano, creo que ya dije que el único paria de la familia soy yo); les pedí si podían pasar por ese showroom de Steinway & Sons para ver si era cierto que habían incluido ese tema en el Spirio, y me enviaron este video (es mucho más largo, pero no quiero mandarlos al frente). Aunque la autoría y la grabación quedaron atribuidas a Ziegler (tuve el honor de hablar con él unos minutos en el 2019, cagado en las patas por estar en presencia de semejante leyenda), nunca me atreví a pedir que corrigieran esa inexactitud. Ziegler ganó un Grammy, entre otras pavadas; ¿quién demonios soy yo para disputarle una banalidad como esa? Quizá sí tendría que solicitar la rectificación de la autoría, pero dejaré que lo haga la fiel y eficiente producción de Dolina. Envié un mensaje a LVST con todos estos detalles, pero nunca lo leyeron; no sé si Dolina estará enterado de que su vals anda sonando por ahí.
Mariela, por lo que leí, me parece que dentro de un rato vuelvo con otro capítulo de «Péguele a Rolón, que no le duele».
Ciudadano32, yo también juego a descubra el estereotipo en el canal oficial de LVST, y me incluyo: soy el estereotipo del 'juna gran siete que entra para bardear al resto de los estereotipos.
En realidad, tampoco yo oí el programa; solo verifiqué que el tango estuviera ahí, y de paso escuché por unos segundos la voz de Dolina (también la de Barton, aunque esa por accidente). Me pareció muy extraño que ilustraran una charla precisamente con ese tango cabaretero que a Marilina Ross le trajo tantos problemas, y que defendió con el mismo argumento que usaríamos hoy: es solo ficción artística.
Estamos conectados, diría Dolina; justamente estaba pensando en mi cuñado y ¿adiviná quién me llamó por teléfono? No, ahora no tengo cuñado; era un representante de Claro, que me reprochó amargamente una deuda aún impaga.
Sí revisás los comentarios de Naturträne, verás que ayer escribí algunos de ellos, todos referidos al origen probablemente extraterrestre de la voz de Nina Hagen. Con respecto a «Du hast den Farbfilm vergessen», en este video, Hagen cuenta al principio que habló, junto con el letrista Kurt Demmler, con el tecladista Michael Heubach (que había compuesto un tema muy extraño) para armar un texto tan absurdo como la música, y que a Heubach se le ocurrió lo del olvido de la película color, que a todos le pareció infinitamente más estúpido y divertido que lo que habían pensado originalmente. A partir de entonces, en las presentaciones en vivo o en televisión, Nina Hagen siempre hacía pasar fragmentos de esa presentación de 1974 en blanco y negro haciéndole voice-over, y en el estribillo aparecía ella en escena, precisamente cuando le reprocha a Michael su olvido; aunque parezcan escenas tomadas de diferentes épocas, se trata de una misma presentación. La traducción en castellano de ese video es algo defectuosa, pero da una buena idea de qué se trata el tema.
Mi novia está enseñándome Berlinerisch por videoconferencia, el lunfardo que se habla en Berlín y que es bastante difícil de entender o deducir para alguien que no haya nacido ahí; como todo lunfardo, es una enciclopedia de juegos de palabras y chistes sexuales. Comencé a estudiar sistemáticamente el alemán alrededor de los 19 años (lo único que puedo agradecer a Heidegger, aunque por causa de su condición de chanta y chamuyero), y me tomó al menos otros cinco para comprenderlo cuando se hablaba muy claramente; uno de los primeros temas musicales que aprendí en ese idioma fue precisamente el de Nina Hagen. (Ya conocía algunas arias de óperas, pero ese alemán poético casi no tiene contacto con el que se habla diariamente en la calle.) Como es altamente probable que dentro de un tiempo esté viviendo ahí, necesito todo el entrenamiento que me sea posible para poder comunicarme con alguna fluidez. (De todos modos, casi no hay nadie en Berlín que no hable inglés americano por muchos motivos, que incluyen el haber perdido la guerra.)
¿Cambio de novia quizás?
Pensé exactamente lo mismo. Somos uno con el universo. Om. (Quiero decir: Georg Simon Ω.)
¿De verdad que se animaron a pasar «Guapo sin grupo», un tango tan incorrecto que despertó rechazos hasta en 1983, cuando el progre argentino se limitaba al gorilismo y a leer a Mafalda, y la corrección política aún no era ni siquiera un proyecto? ¿Error, omisión, o cambio de paradigma?
(Ya que últimamente nos visita mucho el fantasma de Brecht, me parece que la letra de ese tango tiene algunos puntos de encuentro con la balada del proxeneta, que es ligeramente anterior: las cachetadas, la descripción del guapo como un tiburón, un delincuente que siempre anda sueldo, y un bacán, que es otro sinónimo de cafishio. Está también presente la nostalgia por un tiempo infernal que la protagonista recuerda como el paraíso.)
Leo los comentarios sobre la somatotropina y otros fármacos irremplazables, sobre la dudable existencia del dinero, sobre la paradoja de un diversidad que impone una concepción obligatoria del mundo digna de un Ernst Krieck, y solo viene a mi mente esta pregunta: ¿por qué tuve que volver a oír «Du hast den Farbfilm vergessen», si ya me había curado de esa adicción? Desde ayer que no puedo parar de tocarla con una sonrisa de idiota. Nina, sos una droga peor que la heroína, la cocaína y la acaroína juntas.
Marca de tiempo 6:53:
Dolina —Los estímulos que llegan del exterior, por ejemplo los del Fondo Monetario, pueden ayudaros a mejorar vuestra relación sexual. Sí, seguramente.
Rolón —¡Que se acaba el mundo!
[...]
Dolina —Incluso ellos mismos van a participar.
Marca de tiempo 9:25:
Rolón —Establece si va a trabajar con diván o no.
[...]
Dolina —Una cosa es con diván, y otra con silla. Tenía razón Popper, ¿eh?
Nina Hagen es indescriptible; además de ser una transgresora de verdad, no se entiende cómo puede hacer absolutamente lo que quiera con su voz, como en esta falsa entrevista; reconozco que me tomó algún tiempo entender que en «New York / N.Y.» cantaba solo una persona. También puede ser mezzosoprano de cualquier tipo (Weill y Hagen se llevan especialmente bien), contralto, hombre, todo le da lo mismo, lo hace sin despeinarse. Cuando Angela Merkel (a quien Hagen reprochó en televisión, a los gritos y a las puteadas, que el Estado alemán cometiera la hipocresía de aceptar la legalización de algunas drogas blandas y negar al mismo tiempo la financiación de tratamientos para adictos a drogas duras) se retiró de su cargo en el 2021, pidió a la banda de las FF. AA. que en la ceremonia de despedida tocaran tres temas, y uno de ellos fue precisamente «Du hast den Farbfilm vergessen». Cuando oigo hablar de espíritus libres (aunque no pueda existir algo como eso), pienso en Nina Hagen y en dos o tres sujetos más; la costumbre generalizada de reducirla a un personaje extravagante es muy injusto para sus extraordinarias habilidades artísticas y su feroz sentido del humor.
Mariela, sé que lo dije antes; entonces repito que la lectura de Ariana Harwicz fue una de las mejores cosas que me sucedieron en los últimos tiempos. Por supuesto que no se trata del chantaje sentimental de la afinidad ideológica —tal vez la trampa más peligrosa de todas—, sino de cosas como su talento para el microrrelato:
Hace 15 años que vivo en un pueblito con una sola panadería. Somos pocos, el resto son gallinas, perros, conejos. Hoy entro, pido pan, y la señora al ver mi acento me habla en inglés. Quiere saber de dónde soy. De Hungría, digo. Se pone contenta, soy la única húngara del pueblo.
A propósito, me pregunto en que andará Ana María Shua; supongo que ni ella ni Harwicz entrarán en los planes de Cora para apoderarse del mundo.
Buen nombre ese para una banda; nunca tuve una, siempre trabajé como músico sesionista, con el elevado fin artístico de ganar dinero para no morir de hambre. (La verdad es que me hubiera gustado conocer algo que me produjera mayor placer que hacer música, pero no tuve esa suerte.)
Eso sí, tomo la precaución de ayunar cada vez que Rolón expele un video; no pude encontrar ese en particular, pero supongo que en ese contexto, 2 menos 4 es igual a una botella de Klein, o a √-1, o a lo que se le ocurra al comisario de la mente en ese momento.
Ya que rozamos las pseudociencias avaladas por título universitario, envié este breve artículo sobre uno de los experimentos que realizó Daniel Kahneman para refutar indirectamente la validez de la ley de oferta y demanda a un fundamentalista de la economía monetaria:
Su respuesta fue: «Cuando las empresas se pelean por los trabajadores, el trabajador puede elegir y elige al que más beneficios le dé, no es tan difícil de entender».
Naturalmente, el trabajador es quien tiene el poder sobre las empresas. BlackRock, Apple, Vanguard Group, ¿quién los juna, perejiles?
Aunque ya no oigo programas recientes por muchos motivos, quiero felicitar a quien escribe los índices por la minuciosidad de los mismos (de los mismos índices). Además, quien sea capaz de acentuar las vocales mayúsculas y mencionar a Cole Porter podrá considerarse mi amigo. (Bah, conocido, amigos no tengo.)
¿Cómo que Rolón no está más con Dolina? ¿Y ahora de qué vive? Creo que me perdí un par de programas.
Me gustó tanto el mensaje de bienvenida para el contestador en este audio (marcas de tiempo 2:48 a 3:19) que recorté risas y aplausos y lo grabé en mi propio contestador, cuando el teléfono fijo era aún el medio principal de comunicación; a la semana me vi obligado a cambiarlo porque mis amigos y clientes carecían de todo sentido del humor.
De paso, casi todos los hogares en Seattle, WA (una de las ciudades con calidad de vida más alta en el mundo) conservan todavía las líneas telefónicas fijas, y siguen siendo usada por personas de todas las edades; a los argentinos (los mejores en todo, siempre a la vanguardia, la NASA y Silicon Valley ya hubiera cerrado si no fuera por los científicos argentinos, etcétera) puede parecernos una señal de atraso, pero es exactamente lo opuesto. Quizá nuestro único criterio de calidad de vida se limita al consumo de electrodomésticos de última generación, como ocurrió en una época bastante cercana que prefiero no recordar.
Rolón, 2006 (marca de tiempo 16:12):
Dolina —Estuve así de que [Angelina Jolie] me adoptara.
[...]
Rolón —Un poquito más morocho y lo adoptaba.
Rolón, 2024 (no importa la marca de tiempo, da exactamente lo mismo):
No, pero, a ver, no, mirá: todos los vínculos requieren de un manejo inteligente; hay temas que uno sabe que con determinadas personas no puede hablar ni tiene que hablar, ¿para qué? No vamos a discernir nada.
El tiempo finalmente cargará con todos nosotros; pero antes, cometerá la crueldad de dejarnos sin uno solo de nuestros héroes.