Krank vor Liebe
En Venganzas del Pasado desde el martes, 13 de septiembre de 2022 a las 04:16 PM
Nada como un espejo para torturarte. Bah, ni siquiera estoy seguro de que sea una mujer o algo así.
¿Qué te hace creer, MariLoffy, que la gente calla cosas solo por miedo? Hay palabras que se silencian por amabilidad, por elegancia, por indiferencia, hasta por piedad. Supongo que debe ser desagradable que alguien te diga: «¡Che, qué gorda, vieja y fea estás, parecés un chancho con várices y celulitis!»; pero si creés que esa clase de frontalidad es deseable, entonces podés contar cuando quieras con un amigo sincero. Si no soy yo, siempre habrá algún otro cínico sociópata que te herirá por diversión y después se burlará de tu dolor, como evidentemente ya ocurrió. A propósito, detesto la gente que ríe por escrito.
Hay un antes y un después del esnobismo; a mí me gustaba más el antes.
Descubrí muchas incorrecciones mortales en «Recordando el show de Alejandro Molina». Ya bajé todos los capítulos, en caso de que la yuta inclusiva decida cancelarlos y echarlos a la hoguera de las vanidades.
«Poder eludir prolijamente el gallinero del Sordo y sus cómplices». Me encantó.
Y sí, creo que en ese tiempo también hubiera apoyado con reservas a Patroli; me asombran tanto la claridad con que percibió tempranamente el tedio, la repetición y la decadencia, como la elegancia al señalarlos.
¿A quién se le ocurre hacer una miniserie creada por Dolina, dirigida por un tipo que ganó un Oscar, con un reparto excepcional de actores, músicos y cantantes, etcétera, solo para que sea vista por los protagonistas, sus familiares y quizá algún amigo amenazado de muerte en caso de resistencia? ¿Supieron cómo hacerla, pero no supieron cómo venderla? ¿La producción de Dolina siempre jugó en su contra, con excepción de María Laura Franco? ¿Fue una conspiración contra Stronati como venganza por aquel chiste sobre los bolivianos? ¿Hay vida en Egipto? ¿Eh?
http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8002/30?temporada=1#
Sí, Mariela, el mismo Martín O'Connor de Les Luthiers, que también participó en varios programas de Dolina; por ejemplo, en «Recordando el show de Alejandro Molina»:
https://www.youtube.com/watch?v=NuHZtsHmTUU&t=1404s
Por si la marca de tiempo incrustada no funciona, O'Connor canta «Milonga del diablo» en el minuto 23:24. Como dato curioso, el video de ese capítulo tuvo 2.200 visitas en seis años, y al resto no le fue mejor.
Marca de tiempo 12:06:
Dolina —Hay algunos psicoanalistas que son tan pobres que atienden de parado.
Stronati —De parado. ¿Y al paciente?
[...]
Rolón —Pero dese vuelta, dice; de parado, pero dese vuelta.
Todo el tramo tiene ese estilo. Casi no hay programa de ese período de LVST (entre el 2002 y el 2007, aproximadamente) que no tenga varios de estos momentos memorables. O tempora, o mores.
¿Sonic Youth? ¡No, con el Gibson Thunderbird de Kim Gordon no, eh!
Coincido, Mariela: este mundo nos necesita malhumorados, deprimidos, enfurecidos, indignados. Si no existiera ese malestar crónico, ¿de qué vivirían los dueños de las redes sociales? La satisfacción y la alegría no producen tantas interacciones. Además, nos quieren incondicionalmente enamorados de nosotros mismos, de nuestros referentes ideológicos y de nuestras convicciones infalibles. A dudar a la iglesia, señor; aquí no hay lugar para tibios.
Claro que hay motivos para estar enojados, pero eso es por culpa de Maxwell, Planck, Bohr, Schrödinger, Russell, Bunge, Sagan, y toda esa manga de amargados que nos arruinan la vida contándonos que el universo carece de propósito y sentido. No importa, a todo Einstein le llega su teorema de Bell. (Cuántas historias magníficas se perdió Dolina al faltar a su promesa de tratar temas científicos; por ejemplo, el delirante sendero que siguió el pensamiento desde las supersticiones del mesmerismo y el magnetismo animal hasta la demostración formal de que la luz es una onda electromagnética. Pero no, al tipo le ordenaron que hablara de las heroínas del feminismo Palermo rúcula, y ahí lo tienen al pollerudo. Está bien, no tengo derecho a criticarlo; es por una buena causa, al menos para él.)
Tampoco recordaba que el libro sobre la relatividad del error fuera tan extenso; creí que era un texto de unas 30 páginas o menos. (Lo más probable es que haya leído la publicación de uno solo de los ensayos que lo componen.) Gracias, Asimov; hoy me hizo saber que desconozco un libro más. Y pare de escribir, por favor; comprendo que sea ruso, pero no hay derecho, así no puedo seguirle el ritmo.
De todos los temas importantes que se hablaron aquí, hay uno que me quita el sueño. ¿Alguien recuerda que Stronati se haya tentado de risa alguna vez al punto de perder el control de su voz? Mientras todos están revolcándose en el suelo, Stronati sigue ahí haciendo comentarios ofensivos y echando más leña al fuego como si nada. Cuánto profesionalismo.
A propósito (o no) de Rolón: mi prima, que no nació en Argentina, estuvo por aquí hasta ayer; en una de las innumerables charlas que tuvimos (sufrimos de incontinencia verbal, viene de familia), se refirió a los clientes de su hija psicóloga e inmediatamente corrigió con algo que me pareció una leve risa: pacientes. Por supuesto que le pregunté de dónde conocía a Dolina, ya que en realidad no habla tanto castellano como para entenderlo; la respuesta fue: «No, no la conozco, ¿quién es?». (Creyó que hablaba de una mujer.) El hecho es que el Rolón psicoanalista siempre la liga, incluso cuando ni siquiera se refieren a él.
De paso, aquí está el Rolón que admiro y que ahora parece no estar en ninguna parte:
Radiocine: «Blancanieves, la leyenda continúa».
También está el Dolina que podía moverse cómodamente entre la incorrección elemental del chiste de los perros del Curro y la complejidad de la orquesta de cámara. Y Oscar Gullace. Y Alicia Bilecki. Y Martín O'Connor. ¡Eh!
Me voy porque me carcome el complejo de Elías Alippi. Debe ser algo que comí.
Sí, me meto, aunque poco porque estoy ensayando con mi instrumento musical favorito por el momento, la amoladora Bosch GWS 850 con disco de corte para metal; mis vecinos lloran y aúllan de emoción cuando le saco las notas más largas y agudas. (¿Los guachos se quejaban del violín o de la batería? Ahora saben lo que es bueno.)
Todas las críticas a las personas que mencioné en estos últimos tiempos estuvieron dirigidas exclusivamente a sus actuaciones públicas como referentes y proselitistas del gobierno actual; jamás tuve la intención de discutir si estaban en lo cierto o no. (En el fondo, eso me resulta indiferente; tener la razón no es indispensable para convencer multitudes). Mi única observación general sobre esas personas es que carecen de los recursos y de la formación para modificar intenciones de voto en este contexto de nuevas tecnologías de comunicación aplicadas a estrategias de manipulación cognitiva a gran escala del votante. (Sí, una obviedad, pero una que ellos niegan tercamente o que ni siquiera toman en cuenta como una posibilidad, oponiendo argumentos infantiles y obsoletos del orden de que la verdad vence a la mentira y que el amor vence al odio.)
Solo referiré un momento que quedó grabado a fuego en mi memoria (ojalá pudiera recuperar el registro en video): hace muchos años, se discutía en alguno de esos programas de panelistas semianalfabetos la legitimidad de la Ley de Medios; ahí estaba Graciana Peñafort como mascarón de proa de ese gobierno, garantizando (con una docilidad digna de mejor causa) a cuatro feroces empresarios que controlaban de hecho casi todos los medios audiovisuales y de comunicaciones del país que no iban a perder ni uno solo de sus canales de televisión. Los empresarios se ensañaron con la imagen de Peñafort (mujer relativamente joven con la apariencia de una jubilada desvalida y frágil, abrigada como para vivir en un iglú) y comenzaron a gritarle; Peñafort no tuvo mejor idea que rogar con un hilito de voz chillona: «¡Ay, chicos, no griten que me hace mal!». En ese momento quedó claro quién mandaba en esa selva. (Por supuesto que las redes sociales del partido de Peñafort le concedieron una amplia victoria y la calificaron de leona.) Esa escena se repitió hasta el cansancio: los poderes fácticos humillando públicamente a quienes tenían la obligación de limitar sus privilegios y de evitar que concentraran aún más poder, y los funcionarios siempre bajando cobardemente la cabecita, total en las redes tenían el consuelo de un puñado de obsecuentes que les aseguraban que el camino para luchar contra esas fieras era el amor y la verdad (lo mismo que seguramente pensó el mártir mientras caminaba alegremente hacia su propia crucifixión).
Me refiero a que si querés asustar e imponerte a esos tipos que se acostumbraron a quedarse con empresas mediante la tortura y la desaparición forzada de sus legítimos dueños, mandales gente pesada y peligrosa de verdad; en un auto sacramental de Calderón de la Barca, Graciana hubiera sido la alegoría de la Debilidad Ambulante. (Creo que el principio es aplicable a tantas otras almitas de cristal que andan por ahí soñando con la pinta del Che Guevara.)
No parece buena idea oponer sutiles pensamientos filosóficos, poéticos y académicos a la sed de poder ilimitado de las personas crueles y empíricas que quizá sean nuestros próximos gobernantes, y que sí supieron obtener las herramientas correctas para convencer a sus votantes en lugar de espantarlos. (Tal vez contratando sin amiguismos ni miramientos a los mejores para hacer el trabajo, como hizo el Emperador Wanli con los jesuitas.)
Insisto: solo hablo de votos y de ninguna otra cosa.
Fe de erratas: donde dice «bayago», debe decir «bagayo» o «lorenzo».
[Comienzo de espacio reaccionario.]
No tengo la menor intención de oír el panfleto sobre Evelyn Nesbit, que encima era medio bayago. Ya tuvimos suficiente con Malena Pichot, Cora.
[Fin de espacio reaccionario.]
Señor, usted me subestima: también puedo confirmar que soy un salame con muy pocas palabras.
¡Apareció el Dr. Deepak Chopra, el coso de la curación cuántica, y Dolina y Rolón se dedican a cargarlo!
Leí todos los mensajes; me apresuro a decirle a Mariela que aunque malinterpreté vergonzosamente sus observaciones sobre la dedicatoria de Rolón a los jesuitas misioneros en la China de la dinastía Ming, creo que aún puedo tender un débil puente entre el racismo al que me referí y la acusación a la Iglesia Católica de enemiga por excelencia del conocimiento científico; trataré de elaborar el tema, para desgracia de quien pudiera leerme por accidente.
Agradezco a Ciudadano32 que haya gustado de algunas de mis divagaciones; creo que mal miradas, tienen alguna gracia. Comencé en este momento a mirar el documental «The Revolutions' Factory». Con respecto a Roxana Kreimer, estoy parcialmente en desacuerdo, pero no negaré la buena parte de razón que tiene al afirmar que estamos demasiado interesados en cometer los mismos sesgos cognitivos que no nos cansamos de criticar, en especial el de confirmación; además, tocó un tema que me preocupa seriamente: ¿estaré repitiendo obviedades adornadas con una capa de retórica? ¿Cómo puedo estar seguro de que mis presuntos discursos inaugurales no son pésimas copias de cosas dichas antes y mejor? Peor aún, ¿y si fueran tan banales que el acto de escribirlas sería por sí mismo un rasgo de estupidez?
Y al enemigo, ni justicia.
No quiero dividir este texto para que no quede oculto el mensaje de Mariela sobre el 17 de Octubre. No me tocó ser peronista, pero tampoco puedo dejar de sentir la mayor simpatía por alguien que pudo haber vivido una vida despreocupada y llena de privilegios, pero que eligió hacerse mala sangre porque había gente que sufría injusticia social.
Mi cita snob de hoy:
«En la moto, la carrocería sos vos» (Jorge Oscar Dorio, circa 1994).
Qué magníficos cerdos podían ser Dolina, Rolón y Stronati cuando se lo proponían. A ellos debo algunas de mis carcajadas más sonoras.
Sobre la historia de los jesuitas en China y la dedicatoria de Rolón, algunos detalles me hacen creer que Matteo Ricci y sus amigos encontraron en esa dinastía cosas que quizá no sobraban en Europa en ese momento (pensamiento científico, empirismo, curiosidad ilimitada, tal vez matemáticas desconocidas para ellos).
En estas historias me parece percibir el mismo patrón: el Occidente iluminado que ayuda piadosamente a los salvajes a egresar de su atraso e ignorancia. (Y por supuesto, del paganismo, ¡manga de brutos supersticiosos y adoradores del chancho!) Por supuesto, no insinúo que esa sea la opinión de Dolina; por el contrario, me parece que invita a desconfiar de ese eurocentrismo.
Eso me recuerda a Madhava de Sangamagrama, el matemático indio del siglo XIV que se adelantó a Newton y a Leibniz por lo menos 200 años en la invención del análisis matemático. Háblenme de apropiación cultural.
A propósito, hay una película del 2015 muy recomendable en un sentido cinematográfico, pero que en cualquier otro aspecto es un ejemplo de hipocresía y corrección forzada: The Man Who Knew Infinity, basada en un libro que no leí sobre la vida de Srinivasa Ramanujan, genio matemático indio que el director insiste en presentar como un semisalvaje aceptado en la Universidad de Cambridge por motivos humanitarios. En esa película, Ramanujan es una especie de místico que recibe revelaciones matemáticas de sus dioses hindúes, mientras sus indulgentes colegas ingleses recurren exclusivamente a la razón y la lógica, atributos que están en sus genes. (En la realidad, muy pocos matemáticos en el mundo podían seguir y comprender la complejidad de los razonamientos y algoritmos de Ramanujan.)
Casi todas los teoremas, las conjeturas y las teorías de Ramanujan tienen nombres ingleses.
Tuve un sueño aterrador: soñé que Dolina presentaba en temporada alta de Villa Carlos Paz su opereta en lenguaje inclusivo «Lo que me costó el amor de Barton: deconstrucción o barbarie», en colaboración con Cora Barengo y Darío Sztajnszrajber, con música de L-Gante. Asistían al estreno el flamante titular del Ministerio de Psicoanálisis, Ciencia y Astrología, Lic. Gabriel Rolón, y autoridades castrenses y castradas. La entrada costaba 200 dólares argentinos, con descuento del cien por ciento para colados. No alcancé a ver quién era el presidente en mi pesadilla, pero creo que daba más o menos lo mismo. Desperté empapado en sudor, naturalmente.
Ya que tuve que levantarme contra mi voluntad, Mariela, me adelanto a darte la razón con respecto al capitalismo; a decir verdad, sospecho que las personas que mencioné (además de otras de las que hablaré cuando las haya oído más detalladamente) en el fondo no defienden un sistema económico que ni siquiera alcanzan a definir, sino un difuso estilo de vida que en otro momento hubiéramos llamado occidental y cristiano; en ese paradigma moral (porque de eso se trata), socialismo, comunismo, populismo, colectivismo, son sinónimos de chinos, rusos, coreanos y otras razas sospechosas de ansias de apoderarse del mundo y de nuestra libertad (por esta vez negros y judíos nos salvamos, pero no cantemos victoria aún, siempre hay tiempo para encargar estrellas y triángulos de color por Amazon). Para decirlo con mayor claridad, me parece que todo eso tiene un cierto olor a supremacismo laxo y hasta políticamente correcto.
Quizá esté exagerando (no cuento con tanta evidencia como desearía), pero ese ensañamiento en asociar cualquier sistema económico ajeno al capitalismo (y sus derivados actuales de mayor o menor nobleza y equidad) con genocidios, hambrunas, contaminación, brutalidad, corrupción, violación sistemática de derechos humanos, etcétera, y con grupos humanos tan específicos me resulta familiar. Roxana Kreimer dedicó varios videos a Steven Pinker, uno de los promotores más notables de la idea del progreso como fatalmente vinculado a la política económica occidental («¿Es un mito el progreso? ¿Refutan a Pinker?», «¿Bajó la pobreza mundial? ¿Pinker se equivoca?», «¿Hay menos guerras? Pinker versus Sapolsky»). Menciono a Kreimer no como argumento de autoridad, sino porque se tomó el trabajo de desarrollar sus críticas de forma ordenada y verificable. Sobre Sabine Hossenfelder, hay varios economistas que critican su opinión (también lo hacen en video y eso dificulta una lectura rápida de sus argumentos, además de que es muy difícil distinguir un economista monetarista serio de un charlatán); lo que deseo señalar es la aplicación de la antigua estrategia «Está científicamente demostrado que...» a asuntos que están claramente fuera del radio de la teoría del conocimiento científico.
Sí, seguramente exagero; pero tienen que concederme que en este mismo instante hay ahí afuera un candidato altamente presidenciable que alguna vez vociferó la superioridad estética del capitalismo (sospecho que no se animó a usar las verdaderas palabras que tenía en mente en lugar de capitalismo), y que hoy propone terminar con la pobreza en Argentina demoliendo el de por sí endeble Estado de bienestar y privando a los pobres de salud, educación y alimentación (un plan aplaudido especialmente por los pobres, como era de esperar).
En fin, todo fue una pesadilla. ¿A quién se le ocurrirían cosas tan absurdas como un Dolina deseoso de escribir como un Sztajnszrajber, o pobres votando en contra de sus propios intereses?
Mariela, recordé que Dolina respondió así la pregunta del físico José Edelstein sobre su acercamiento al conocimiento científico:
No es que haya tantos comentarios científicos en el programa porque yo soy apenas un aficionado, pero al principio fue una especie de culpa; en algún momento empecé a sentir que los que estudiábamos Humanidades, los que habíamos elegido las carreras de las letras y de las artes, a lo mejor lo habíamos hecho porque nos parecían más fáciles y porque teníamos la idea de que requerían menor esfuerzo. Eso me produjo una especie de culpa porque pensé que en mi caso era bastante verdadero.
La cita se encuentra en el minuto 2:15 de este video.
Creo que esa respuesta confirma tu conjetura de que Dolina tal vez se sentiría más cómodo en un universo legislado por Derrida que no por Schrödinger. Tuvimos suerte: su pereza científica nos benefició con un gran artista en lugar de un físico que juega a las bolitas con quarks y leptones en alguna catacumba del CERN. (¡Con la plata de los impuestos de los contribuyentes suizos!)
Sería injusto no reconocer los aportes humorísticos de Lacan a LVST; sin él, Rolón (digno hijo de la forclusión) no hubiera existido y no hubiera cantado nunca el chamamé de los marcianitos.
Aprovecho el momento para expresar mi repudio por algunos científicos (Steven Pinker entre otros, aunque no Víctor Heredia) que aprovechan su notoriedad para demostrar falazmente la superioridad moral del capitalismo por encima de cualquier otro sistema económico, y el salvajismo mental de quienes se atreven a dudar de esa verdad evidente. La física Sabine Hossenfelder (a quien aprecio mucho en su especialidad y aledaños) publicó un video llamado «Capitalism is good. Let me explain.», un ejemplo de pensamiento sesgado y un conjunto de evidencia circunstancial, cherry picking (sí, soy snob, ¿y qué?) y fascismo subrepticio no indigno de PragerU.
Aunque por razones de fuerza mayor hasta los comunistas críticos de las formulaciones originales de Marx hemos renunciado temporalmente a las categorías de izquierda y derecha por insuficientes, reduccionistas e imprácticas, todo huele a victoria global de la Alt-Right. De paso, YouTube e Instagram parecen estar realizando experimentos de ingeniería social a gran escala en el campo de la esclavitud voluntaria (ya les fue muy bien con la manipulación cognitiva del votante, así que podemos esperar más y mejores éxitos). Cuando la libertad avanza así, uno comienza a extrañar a Stalin.
En otro orden de cosas, noto que «The wonderful story of Henry Sugar», de Wes Anderson, ha sido destrozada por la crítica; a mí me pareció deliciosa de principio a final. Y bueno, soy snob, qué querés que haga, macho.
Aunque ni Barton ni Schultz fueron mis preferidos de LVST (creo que Schultz tenía buen sentido de la oportunidad en la intervención y en el silencio), este tramo me resultó muy divertido, en especial por el personaje de la vieja mal llevada: https://venganzasdelpasado.com.ar/posts/turismo-para-las-viejas
Post scriptum falso y anacrónico: quienes sugieren que Dolina es un operador ensobrado o algo por el estilo, omiten que su propio partido ignora militantemente su existencia.
¡Este es tu espacio, snob!
De snob a snob, Mariela (nótese que me opongo a usar el término castellano «esnob» precisamente para enfatizar mi grado de afectación y cipayismo), estuve a punto de hacer la misma salvedad sobre la revista «Planeta»: las notas firmadas por Openheimer, Jean-Émile Charon, las entrevistas a Sheckley, Borges, Asimov, Clarke, Bradbury, la transcripción completa de La Biblioteca de Babel (y me arriesgo a creer que algunos otros cuentos), la estupenda prosa de Jacques Bergier, hacían de esa revista un objeto único para la época. (Su muy posterior proximidad física con los delirios mesiánicos del colaborador de la tiranía Pedro Romaniuk fue un despropósito de muchos de sus fanáticos que lo creyeron un mensajero de los antiguos dioses extraterrestres.)
Por supuesto que «Planeta» también fue una deliciosa mezcla de ciencia y superstición; sin embargo, no puedo permitirme la deshonestidad intelectual de omitir que aún en esos años, los experimentos telepáticos a bordo del Nautilus y sus réplicas de la Unión Soviética se consideraban reales y completamente exitosos, algo que las potencias mundiales no negaban oficialmente. (En el contexto de la Guerra Fría, reconocer una derrota en el campo del espionaje psíquico o en cualquier otro hubiera sido un suicidio político.) Quiero decir que por esto y por muchas otras cosas que sucedían en ese tiempo, también estoy convencido de que esas personas eran sinceras en su creencia de que el conocimiento científico terminaría fusionándose con el misticismo, la parapsicología y el milagro. Nosotros llegamos demasiado tarde para tanto optimismo.
No me gusta cómo quedó esta grabación de Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ, hay algo en la transcripción de Busoni que no suena como la toca Anne Queffélec, pero no puedo entender qué. Volveré a intentarlo mañana. Salgo a mirar la Luna, y se ve así en este preciso instante, al menos a los ojos de un snob como yo:
Saludos desde la capital de Snobenia.
Ah, faltaba la cita snob:
One could continue quoting Irigaray, but the reader is probably lost (so are we).
― Alan Sokal, Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals' Abuse of Science.
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