Krank vor Liebe
En Venganzas del Pasado desde el martes, 13 de septiembre de 2022 a las 04:16 PM
Marca de tiempo 00:16:45:
Dolina —Bueno, todo eso que dice usted, eso de buscar en la propia memoria, en el propio pasado, según Marcello Mastroianni lo hacen los que no saben actuar.
Cuando vi a Mia Goth en la escena del casting de MaXXXine, me pareció percibir una ironía contra la escuela del método Strasberg, ese chamuyo medio psicoanalítico que produjo menos buenos actores que dinero en la cuenta bancaria de Anna Strasberg. Había en YouTube (no puedo encontrarlo ahora) un fragmento de una entrevista en que Mastroianni le dijo al periodista exactamente lo mismo que citó Dolina; Mastroianni, muy enojado con el asunto de la actuación de método, avisó que iba a llorar; lo hizo, se detuvo abruptamente y dijo: «¿Ve? Lloro cuando quiero y paro cuando quiero, no necesito recordar nada triste porque soy actor». También está la historia de Dustin Hoffman que cuenta a Laurence Olivier que piensa pasar despierto dos o tres días para dar mayor realismo a una escena de Marathon Man, y que Olivier le responde: «Estimado, ¿oyó hablar alguna vez de la actuación?».
Vuelvo a Mia Goth; me impresionó su habilidad innata para entrar y salir del personaje a voluntad, y aunque me costó terminar de ver MaXXXine (también por haber visto antes X y Pearl), su transformación en Maxine Minx me hizo creer que era otra persona, en especial cuando se tiene en cuenta que la actriz es así en la realidad. (Otto Müller, Bukowski, Max Beckmann; la flaca tiene buen gusto, qué me venís con esa gansada de «y no hablo de escapismos ni de maroma, es un canto unificado danzando su corriente», Dolina.)
En resumen, quise mencionar ese desprecio que sienten muchos actores europeos por el método Strasberg, y también reconocer mi imperdonable prejuicio de hace unos años al suponer que Mia Goth era otra de esas malcriadas onda Tini que la iban de traumadas para engrupir giles; en mi defensa, puedo decir que no tenía forma de saber que era por lejos una de las mejores actrices de cualquier época.
Eso sí, ni hablar de Oscars para Grant y para Goth, y está muy bien que sea así.
Me quedó algo para decir a favor de Nope y de Jordan Peele, pero lo dejo para después.
Más tarde vuelvo con los signos ortográficos y los emojis, con los textos de Dolina, y también con el otro lacaniano. Como dijo (o gritó) Silvia Hopenhayn: ¡AguanteN los libros!
Los medios cambiaron, ahora son digitales, se pulsan teclas no se empuña una birome; nos comemos palabras, podemos copiar, pegar y editar, dejando a veces baches sin sentido que no nos dimos cuenta; tipeamos las letras equivocadas y como siempre fué y será: tenemos faltas ortográficas y de sentido.
Lo dicho; por lo tanto, donde se lee:
No des nada por entendido. Con nadie.
...y no... no va a ser "problema de ellos". Va a ser problema tuyo cuando dejen de entenderte.
No entendí.
debe leerse:
No des nada por entendido. Con nadie.
...y no... no va a ser "problema de ellos". Va a ser problema tuyo cuando dejen de entenderte.
No entendí.
No des nada por entendido. Con nadie.
...y no... no va a ser "problema de ellos". Va a ser problema tuyo cuando dejen de entenderte.
No entendí.
Dolina se las dá de gran escritor y sus libros son un bodrio honestamente, aunque claro esta es mi opinión nada más, me gustaría que algún no-fanático haga una crítica.
Aquí debo reconocer que no soy un buen lector de Dolina. Aunque no usaría la palabra bodrio, sí podría hacer una crítica muy poco favorable de sus últimos textos (si no fuera porque sé que no estoy calificado para ese trabajo). Dolina solía enojarse con quienes elogiaban sus notas para la revista Hum®, Crónicas del Ángel Gris, El libro del Fantasma, etcétera, y los invitaba a leer sus novelas; yo le hubiera respondido lo mismo que vos decís respecto a las instrucciones para el jabón Sunlight. Disfruté de muchas de las historias laterales de sus novelas (cuentos cortos por derecho propio, casi todos prefigurados en el programa de radio), pero no de su conjunto. Hace un año leí Pale Fire por sugerencia de Mariela, y eso modificó fuertemente mi percepción de Notas al pie. (También lamenté la deshonestidad intelectual de Dolina al negar cualquier contacto con ese libro de Nabokov.) Hace un tiempo defendí los logros artísticos de Dolina (no fue esa la única vez), aunque no estoy tan seguro de que su condición de escritor de novelas haya sido hasta ahora su mayor logro.
Ya que todo esto comenzó con una discusión sobre ortografía, tecnologías de la escritura (estoy completamente de acuerdo en que las herramientas que usamos para escribir modifican y hasta determinan cómo lo hacemos), semántica clásica y contemporánea de la ironía, etcétera, reitero que nunca permití que la confianza en la perspicacia de mi improbable lector interfiriera con mis intereses. Como dije antes, cuando necesité comunicar algo en las redes sociales, delegué ese trabajo en gente que sabía cómo hacerlo; podría haberlo intentado yo mismo, pero hubiera sido una impostura tan ineficaz como evidente. En esas ocasiones procedí como esos amantes de los animales que esta noche están comiéndose un chancho con cabeza y todo: contraté sicarios para que se ensuciaran las manos con la sangre del mencionado porcino.
Alejandro Dolina, marca de tiempo 02:45:
«Cuando Su Majestad habla, todos deben callar».
«Lisztomania», Ken Russell:
«Even music herself falls silent when the Czar speaks».
Este comentario de Mariela llamó mi atención:
«Desde su primera película, Women in Love (1969) hasta Valentino (1977) son todas extraordinarias, su punto cúlmine de delirio lisérgico son Tommy (1975) y Lisztomania (1976)…».
Por un estúpido prejuicio siempre evité esa película; no sé cómo pude imaginar que Russell se rebajaría a filmar una de esas biografías que comienzan con la banalidad y terminan con el aburrimiento mortal; ayer la vi y no fue ese el caso, naturalmente. Solo puedo decir que lloré lágrimas de risa con el Thor de Rick Wakeman, con Roger Daltrey casi siempre tentado y con cara de la vida es buena, están pagándome por algo que hubiera hecho gratis, con el Papa más inesperado, con el ordenado caos que hay en esa película. También me pareció muy divertido encontrar justamente ahí tanta exactitud histórica. Aunque no soy nostálgico, de vez en cuando extraño el mundo que gustaba de esas desmesuras y que apenas alcancé a conocer.
Ciudadano32, las comillas no son ni buenas ni malas; como todas las bestias salvajes, solo atacan cuando se sienten amenazadas, y solo el ser humano agrede sin necesidad de etcétera.
No parece que Dolina haya sido el primero en oponerse al uso del entrecomillado como mecanismo indicador de ironía; si esta (no, esa no, la ironía) no se percibe como tal sin señalarla con comillas, cursivas, emojis y subrayados en rojo, entonces algo falla en el escritor o en el lector, o acaso en ambos. En lo "personal", tengo "toda" la "confianza" en que quien "lea" mis "palabras" podrá "deducir" cuando hablo "en serio" y cuando "me burlo" de "algo" sin "necesidad" de "señalárselo". "Bueno", "casi" "toda" "la" "confianza".
Eso sí: cuando produje a un par de aspirantes a influencers (un fracaso, pero un éxito hubiera sido peor), dejé las comunicaciones a cargo de un flaco de 19 años genuinamente adicto a las redes para que hiciera lo que mejor le pareciera con los textos, las comillas y los emojis. Aunque siento gran simpatía por la Real Academia Española, mi dieta excluye el vidrio molido.
Ya no sé si al final te interpreté bien porque desde el 3er punto, me caben todas.
«De quienes de lejos parecen moscas» es una referencia al ensayo humorístico de Borges «El idioma analítico de John Wilkins», uno de los textos más citado por Dolina. El último elemento («De todos los demás») aniquila la enumeración.
Marca de tiempo 01:02:02:
Dorio —... hay dos variantes más: una es la de Lovecraft, nuestro amigo Howard Phillips Lovecraft, que pensaba que toda cosa que se pareciese a un pez y tuviese algún rasgo humano era o dos cosas: o un monstruo del espacio o un inmigrante italiano.
Ahí andaba Lovecraft siempre haciendo amigos, como tantos de nosotros.
Ciudadano: creo que Krank se está refiriendo a los artistas, los que trabajan en los medios y a los reggetoneros, no a la gente en general.
Por supuesto que no fue mi intención generalizar; solo hablaba de cinco clases de personas:
En el comentario anterior puse un vínculo a un video corto, y ahora veo que no tiene subtítulos; aunque no está relacionado ni con Dolina ni con sus actividades, lo incluí porque me pareció oro en polvo en un tiempo donde todos se toman a sí mismos tan en serio. La traducción:
Periodista —También siento curiosidad por saber cuánto tiempo le lleva salir de un personaje tan sombrío como ese. ¿Se lleva el personaje a su casa? ¿Comprende lo que quiero decir?
Grant —Aún tengo al personaje muy incorporado. Asesiné a tres personas esta tarde. Me siento mal por eso.
Periodista (algo desconcertado) —Entonces el personaje sigue con usted.
Grant —Sí, me temo que sí.
Marca de tiempo 00:08:17:
Barton —Hay una división del trabajo...
Dolina —Sí, la famosa división internacional del trabajo; a nosotros nos toca producir alimentos.
A eso llamo yo poder de síntesis.
Había decidido guardármelo para mí, pero faltaré nuevamente a mi palabra, que es lo que mejor sé hacer. Por ahora dejé de oír programas con Rolón (su ocupación actual de vendedor de autoayuda genérica y abusador del efecto Forer terminó por proyectar demasiada sombra sobre su pasado) y me dediqué a oír los de Dorio; no recordaba que había participado en LVST hasta el 2014, y muchos de esos archivos son completamente nuevos para mí.
Cuando Mariela señaló la involuntaria exactitud en la predicción de Barton y que Dolina cantó Carro viejo solo para Dorio, recordé que había oído cosas parecidas, aunque nunca tan explícitas; ahora que concentré mi atención en esos detalles, noté que esa misma escena se repetía con cierta frecuencia. No hice una compilación de esos momentos porque sé que hago trampa, sé que cometo pecado de apofenia; de todos modos, me reservo el derecho a la suspensión momentánea de la incredulidad con fines poéticos.
También fue por las recomendaciones de Dolina y Dorio que leí «El caso de las trompetas celestiales», aunque en un PDF en inglés (en apariencia, el texto original de la primera edición); hasta las advertencias del prólogo me parecieron similares a las que escribía Borges para algunos de sus libros. Trataré de conseguir la edición de la Colección Selecciones del Séptimo Círculo de 1951 para compararla con la que creo la original de Burt; no me disgustaría encontrar alguna travesura de Borges.
En otro orden de cosas, me felicito por haber pirat... quiero decir, visto legalmente por los canales dispuestos a tal fin dos películas muy recientes: «The Substance» y «Heretic». Aunque la primera fue tildada de feminista (en el peor sentido actual de la palabra) porque es una crítica a los cánones irreales de la belleza hegemónica y blablablá, a mí me parece que es mucho más que eso; creí ver ahí una especie de tragedia (o sátira) griega, o una de esas historias mitológicas de dioses que hacen regalos engañosos a los pobres mortales; en todo caso, puede verse también como un gran homenaje a casi todos los maestros del cine. (Kubrick, Cronenberg, Hitchcock y el gran final a lo Brian De Palma son las referencias más evidentes, pero casi ninguno se salva de ser recordado por la directora Coralie Fargeat, ni siquiera su arduo compatriota Gaspar Noé.)
La segunda me sorprendió por la estupenda actuación de Hugh Grant, y porque buena parte del guion está sacado de los libros de Richard Dawkins; hay una discusión teológica muy seria y muy teatral sobre la recurrencia en los relatos de las religiones reveladas («También se le ocurrió que los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla querida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota»). De paso, aunque la razón está ahí mayormente de parte del escepticismo, no se comete la fácil torpeza de mostrar a los personajes creyentes como perfectos imbéciles. Después, la película sigue su curso de película de terror, pero también deja lugar para otras interpretaciones menos literales.
Vengo de dar una vuelta por el campito del progresismo. Es un paisaje desolador.
No crean que no los leí; no puedo escribirles ahora porque tanto maximalismo político en ayunas me patea el hígado.
Marca de tiempo 00:25:55:
Dolina —Eso no es resolver un problema. Fingir que no tenemos el problema no es resolverlo, amigas.
Dorio —¡Ay, pero qué bien! Eso lo leíste en un libro de autoayuda.
Dolina —Sí, de Rolón. El libro de Rolón que se llama justamente «Fingir que no tenemos un problema no es resolverlo». Y así empieza.
[...]
Barton —¿Y cómo termina?
Dolina —Así también.
Oh, ingente malevolencia.
En este programa, Dorio lee el mensaje de una oyente sobre la novela de Michael Burt «El caso de las trompetas celestiales», y cita un párrafo extraordinario:
Su nariz era traviesa, levemente respingada, y si me preguntan cómo puede ser traviesa una nariz de mujer, me limitaré a recomendar al lector que venda este libro por lo que le den y en el futuro lea solamente a Bernard Shaw.
Dolina acota que la biografía de Burt es brumosa o inexistente (como la de Pierre Menard o la de Honorio Bustos Domecq, agrego), y que en apariencia no hay fotos de él.
Por mucho tiempo me gustó creer que Burt era otra broma de Borges y Bioy Casares (que incluyeron esa novela en su Colección Selecciones del Séptimo Círculo en 1951), pero no: parece que el tipo existió en realidad, que se llamaba George Mattock Brookman Burt, que fue soldado en la India, que vivió desde 1900 hasta 1967 —datos que tampoco son excesivamente reveladores. La primera edición de esa novela es de 1947, y su prosa podría ser confundida sin esfuerzo con la de Chesterton hasta por la ambigüedad en la mención de Bernard Shaw.
Los comentarios de Dorio y Dolina comienzan en la marca de tiempo 00:35:21 y son muy breves.
Cito una observación que se encuentra más arriba:
Dorio seguramente le hubiera respondido: ¡Eso de ilustrado está de más, señora!
Lo mismo podemos decir de taaaaantos otros... Es que hay
'PeN$AMient0$'
👍 y 'Pensamientos' 👎 . Algunos no convienen.
Aunque esta aclaración que escribo es casi un insulto a la inteligencia, queda claro que exponer la historia de Midgley en una película o una serie (como se hizo con infinita malicia con el accidente de Chernóbil, que fue exagerado por un millón de veces para demostrar que todos los rusos, soviéticos o no, son esencialmente malos y estúpidos) sería también reconocer que empresas como General Motors, DuPont (la misma que por décadas usó ácido perfluorooctanoico, un carcinógeno bien conocido, en utensilios de cocina que aún usamos comunmente), Standard Oil Company, etcétera, envenenaron conscientemente nuestra atmósfera por unos centavos. También habría que decir que Midgley fue solo un peón en ese ajedrez criminal; solo era cuestión de tiempo para que otro descubriera el mismo aditivo —o alguno aún peor— para reducir el autoencendido en los motores nafteros. Midgley fue además una de las primeras víctimas de su perseverancia; me abstendré de repetir detalles que pueden encontrarse bien documentados en cualquier parte, incluso en esta charla de Dolina.
Por otra parte, Midgley resulta muy conveniente como chivo expiatorio; no es que no tuviera ninguna responsabilidad por esa masacre, pero es evidente que él solo jamás hubiera podido organizar y sostener una conspiración de silencio que duró casi un siglo (Argelia fue el último país que dejó de vender nafta con plomo recién en el 2021). Ahora que lo pienso mejor, HBO podría hacer una miniserie o hasta una sitcom llamada «Blame It All on Tommy Boy!», en donde Thomas Midgley sería un torpe agente prosoviético infiltrado para corromper la inocencia de los paladines de la justicia, el bien, la libertad y coso; los protagonistas podrían ser Chris Farley como el joven Thomas y Brian Dennehy como su padre, si no fuera por la circunstancia adversa de que ambos están muertos. Queda Bo Derek como la madrastra ingenua, que ya no será la de «Bolero», pero que a los 67 está bastante mejor que mi hermana a los 25. (No faltará el gracioso que dirá que no hace falta gran cosa para eso.)
Señor Casey Bloys, si por casualidad llega a leer este comentario, me ofrezco con todo desinterés para ayudarlo a limpiar el buen nombre de esas empresas norteamericanas injustamente acusadas de la masacre del tetraetilo de plomo. ¿Qué le puedo cobrar por eso?
El último video de Rolón tiene menos de 10.000 vistas en una semana. Algunos de sus clientes y favorecedores comienzan a quejarse por el carácter reiterativo de sus historias. Me parece que a uno pronto van a echarlo del rancho, y que esta vez Dolina no estará para llevarle el colchón en el techo del auto.
Seguramente todos tendrán alguna noticia del tetraetilo de plomo, de los clorofluorocarbonos, de la inverosímil historia de Thomas Midgley (según muchos, el organismo más dañino del planeta) y de la justicia poética que hubo en su muerte. Es curioso que en un mundo donde hay películas y series biográficas hasta de Rocco Siffredi, a Midgley apenas se lo recuerde en un cortometraje irlandés que en apariencia nadie vio nunca (tampoco yo).
La charla de Dolina sobre Midgley comienza en la marca de tiempo 00:55:35.
Hace un tiempo me referí a una charla que Gillespi tuvo con Alan Parsons alrededor del año 2011; hasta el momento no pude recuperar ese video. Una lástima; Parsons es lo más cercano que hay a un divulgador científico en el campo de la producción musical. Me gustaría preguntarle directamente a Gillespi si ese reportaje puede verse aún en alguna parte, pero no se me ocurre cómo hacer que Cora deje pasar un mensaje que no contenga una apología de la sororidad.
De todos modos, también mencioné a Eric Woolfson y su opereta «Freudiana», de la que Parsons fue productor, y que tuvo un éxito considerable cuando fue puesta en escena en alemán en un teatro de Viena. Se trata de una obra melancólica, que trata al psicoanálisis como una más de las esperanzas engañosas (las únicas esperanzas posibles). Es una pieza tonal y muchas veces previsible —como casi todas las colaboraciones entre Parsons y Woolfson—, pero para mi gusto tiene esa fatalidad artística que no siempre sobra a músicos mucho más complejos y elaborados. (Como sucedía con los Beatles que, con todas sus limitaciones de formación, no podían parar de hacer arte de verdad.)
En «Freudiana» hay un tema satírico, Sects Therapy (juego de palabras que puede leerse como terapia sexual y también como terapia de sectas) por el que siento especial cariño, cantado por Frankie Howerd (comediante que fue la competencia de Benny Hill) y acompañado por orquesta de cámara; lo menciono porque me gusta (mi argumento predilecto), porque es un acto genuino de cabaret o de vaudeville, y porque viene bien para ilustrar algunos despropósitos hijos de la superstición (aunque como dije muchas veces, algunos rasgos del genio equivocado de Freud me impiden detestarlo de plano). Como ya no se puede subir contenido protegido por derechos de autor a YouTube para subtitularlo, aproveché esta publicación e incluí la traducción al castellano en el primer comentario.
Marca de tiempo 23:48:
Dolina —Tiene derecho a decir que hay como cuatro termos, el une adentro del otre.
Barton —Sí, señor.
Dorio —Pero el último *terme no es de acero inoxidable.*
Dolina y Dorio ya se burlaban del lenguaje inclusivo casi diez años antes de su imposición definitiva.
PD: No hay nada importante en las cursivas del primer párrafo; solo puse mal el guion bajo. Aunque ahora mirándolo bien, accidentalmente puede que sí. Mmmm... me voy, me parece que en el curso me están dando mucho Freud. Es malísimo para la salud.
Mariela, con respecto al fallido de las cursivas, solo puedo decir que sería preciso aclarar ese desplazamiento de la libido sobre un ideal, porque una de dos —o el desplazamiento de la libido se efectúa una vez más sobre una imagen, sobre una imagen del Yo, es decir, sobre la forma del Yo, a la que se llama Ideal, porque no es semejante a la que está actualmente allí, o a aquella que allí ha estado— o bien se llama Ideal del Yo a algo que está más allá de la forma del Yo, que es propiamente un ideal, y que se acerca más a la idea, a la forma. ¿Cuál es mi deseo? ¿Cuál es mi posición en la estructuración imaginaria? Esta posición sólo puede concebirse en la medida en que haya un guía que esté más allá de lo imaginario, a nivel del plano simbólico, del intercambio legal, que sólo puede encarnarse a través del intercambio verbal entre los seres humanos. ¿De qué otra cosa hablamos cuando evocamos una realidad oral, anal, genital, es decir, cierta relación entre nuestras imágenes y las imágenes? Hablamos justamente de las imágenes del cuerpo humano, y de la humanización del mundo, su percepción en función de imágenes ligadas a la estructuración del cuerpo. Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en el mismo lugar que el objeto imaginario: lo propio de la imagen es la carga por la libido. El Ich-Ideal, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel del Ideal-Ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística. En efecto, generalmente, la condición para que algo exista para un sujeto es que haya Bejahung, esta Bejahung que no es negación de la negación. La pulsión libidinal está centrada en la función de lo imaginario. ¿Qué sucede cuando esta Bejahung no se produce, y nada entonces se manifiesta en el registro simbólico? ¿Eh?
Es la hora, Mariela. Son 90.000 pesos. No, ni obra social ni tarjeta de débito ni billetera virtual, solo efectivo; eso de andar emitiendo facturas y pagando impuestos es un embole, los psicoanalistas no podemos perder tiempo en esas pavadas. Sí, ponelos sobre la mesa ratona, yo no toco el dinero. Prontito por la salida, que tengo otro loco en puerta.
(Juro que no inventé nada, solo copié y pegué de un diccionario de psicoanálisis. Mi único aporte al texto original se limitó a la última interjección.)
Ni Krank, ni Brauser: nos llamamos Legión porque somos muchos, somos. Vivimos apretados como perejil en maceta dentro de este infeliz, pero al menos no tiene lepra ni sarna. Ya dijimos que cuando vengan los chupacirios y nos echen de aquí, nos buscamos un cuerpo más hospitalario, onda Christina Hendricks o Barbara Schöneberger; eso de andar viviendo en chanchos suicidas es de una incomodidad abominable.
Yo también lo ignoro, pero seguir manteniendo a gente con estas ideologías en su equipo (y dejar que las implemente) hace que recaiga sobre él.
Estoy de acuerdo, Ciudadano32; detestaría que mi observación pudiera confundirse con una tibia defensa de Kicillof o sus circunstancias. Por otra parte, me apena que sea justamente Villarruel quien sepa siempre cómo, dónde y cuándo pegar el golpe para ganarse la simpatía de multitudes, mientras que quienes alguna vez fueron los nuestros —de forma total o parcial— insistan en participar de movimientos vanguardistas que atrasan varias décadas. Kicillof puede no ser responsable de algunos detalles en particular (por ejemplo, esos párrafos de ese libro), pero sí lo es en general al promover ideologías que dan sistemáticamente la espalda a la realidad y a los más débiles y desprotegidos en favor de esa caterva que postula que el DNI no binario es más importante que la seguridad alimentaria. Tal vez una jugada inteligente de Kicillof sería reconocer públicamente el error y dar marcha atrás, aunque es posible que el temor a la sagrada ira de Facundo Saxe se lo impida.
Una lástima, con las ganas que tenía de escribir sobre un procedimiento humorístico que imaginó Dolina (desarrollar un chiste y omitir el remate) y su relación con una película china muy poética y alusiva a una de las conjeturas más sombrías sobre el universo, inspirada en una de las novelas más importantes de toda la literatura de ese país, pero Cometierra.
A propósito: acusar de ruso a Karl Marx es como acusar de boliviana a Sonja Lang.
Ignoro, Ciudadano32, cuál será el grado de responsabilidad de Kicillof por esto, pero sí puedo garantizar que el progresismo cristinista saldrá a defender ese libro con su vida, y que elevará a su autora (quizá ajena a todo esto) a la categoría de mártir, aunque la estrategia recomiende todo lo contrario.
Ahora sí, me voy a abrir otra cuenta para pegarle a Lenin y para defender el Toki Pona que yo mismo ataqué.
No sé cuál de los dos escribe estas líneas.
«El olvido de la razón» sigue siendo uno de mis textos de cabecera a la hora de pegarle a la patota de Derrida; podría reprochar a ese libro la incomprensión del chiste del látigo y otros por el estilo (tales abismos nos deparan a todos el tiempo, la calumnia y los traductores ineptos), pero nada que una charla con Bunge no hiciera olvidar.
En Pagina/Biden recién vi una nota sobre su muerte y en los comentarios de los lectores, el más suave decía lo siguiente:
Un parásito menos.
El ganglio supraesofágico de Argumentito Ad Hominen demostró su incapacidad para comprender que el problema de esa frase está en su forma, no en el discutible —para bien o para mal— fundamentalismo de Dorio. «Un x menos» es siempre un buen punto de partida para un genocidio. De todos modos, algunos hacen méritos para ganarse ese epitafio (Argumentito, sin ir más lejos); pero ni Dorio ni Sebreli se lo merecían.
Resisto la tentación. El obituario no es lo mío.
Marca de tiempo 17:08:
«Parado en las cinco esquinas con toda mi contingencia, por ver si te rompo el alma voy haciendo diligencia». Reemplace el alma por el culo y habrá recitado usted un poema de Jorge Luis Borges. [...] Lo ha recitado incluso en mi presencia.
Es por estos detalles que estoy aquí.