Krank vor Liebe
En Venganzas del Pasado desde el martes, 13 de septiembre de 2022 a las 04:16 PM
Vengo de dar una vuelta por el campito del progresismo. Es un paisaje desolador.
No crean que no los leí; no puedo escribirles ahora porque tanto maximalismo político en ayunas me patea el hígado.
Marca de tiempo 00:25:55:
Dolina —Eso no es resolver un problema. Fingir que no tenemos el problema no es resolverlo, amigas.
Dorio —¡Ay, pero qué bien! Eso lo leíste en un libro de autoayuda.
Dolina —Sí, de Rolón. El libro de Rolón que se llama justamente «Fingir que no tenemos un problema no es resolverlo». Y así empieza.
[...]
Barton —¿Y cómo termina?
Dolina —Así también.
Oh, ingente malevolencia.
En este programa, Dorio lee el mensaje de una oyente sobre la novela de Michael Burt «El caso de las trompetas celestiales», y cita un párrafo extraordinario:
Su nariz era traviesa, levemente respingada, y si me preguntan cómo puede ser traviesa una nariz de mujer, me limitaré a recomendar al lector que venda este libro por lo que le den y en el futuro lea solamente a Bernard Shaw.
Dolina acota que la biografía de Burt es brumosa o inexistente (como la de Pierre Menard o la de Honorio Bustos Domecq, agrego), y que en apariencia no hay fotos de él.
Por mucho tiempo me gustó creer que Burt era otra broma de Borges y Bioy Casares (que incluyeron esa novela en su Colección Selecciones del Séptimo Círculo en 1951), pero no: parece que el tipo existió en realidad, que se llamaba George Mattock Brookman Burt, que fue soldado en la India, que vivió desde 1900 hasta 1967 —datos que tampoco son excesivamente reveladores. La primera edición de esa novela es de 1947, y su prosa podría ser confundida sin esfuerzo con la de Chesterton hasta por la ambigüedad en la mención de Bernard Shaw.
Los comentarios de Dorio y Dolina comienzan en la marca de tiempo 00:35:21 y son muy breves.
Cito una observación que se encuentra más arriba:
Dorio seguramente le hubiera respondido: ¡Eso de ilustrado está de más, señora!
Lo mismo podemos decir de taaaaantos otros... Es que hay
'PeN$AMient0$'
👍 y 'Pensamientos' 👎 . Algunos no convienen.
Aunque esta aclaración que escribo es casi un insulto a la inteligencia, queda claro que exponer la historia de Midgley en una película o una serie (como se hizo con infinita malicia con el accidente de Chernóbil, que fue exagerado por un millón de veces para demostrar que todos los rusos, soviéticos o no, son esencialmente malos y estúpidos) sería también reconocer que empresas como General Motors, DuPont (la misma que por décadas usó ácido perfluorooctanoico, un carcinógeno bien conocido, en utensilios de cocina que aún usamos comunmente), Standard Oil Company, etcétera, envenenaron conscientemente nuestra atmósfera por unos centavos. También habría que decir que Midgley fue solo un peón en ese ajedrez criminal; solo era cuestión de tiempo para que otro descubriera el mismo aditivo —o alguno aún peor— para reducir el autoencendido en los motores nafteros. Midgley fue además una de las primeras víctimas de su perseverancia; me abstendré de repetir detalles que pueden encontrarse bien documentados en cualquier parte, incluso en esta charla de Dolina.
Por otra parte, Midgley resulta muy conveniente como chivo expiatorio; no es que no tuviera ninguna responsabilidad por esa masacre, pero es evidente que él solo jamás hubiera podido organizar y sostener una conspiración de silencio que duró casi un siglo (Argelia fue el último país que dejó de vender nafta con plomo recién en el 2021). Ahora que lo pienso mejor, HBO podría hacer una miniserie o hasta una sitcom llamada «Blame It All on Tommy Boy!», en donde Thomas Midgley sería un torpe agente prosoviético infiltrado para corromper la inocencia de los paladines de la justicia, el bien, la libertad y coso; los protagonistas podrían ser Chris Farley como el joven Thomas y Brian Dennehy como su padre, si no fuera por la circunstancia adversa de que ambos están muertos. Queda Bo Derek como la madrastra ingenua, que ya no será la de «Bolero», pero que a los 67 está bastante mejor que mi hermana a los 25. (No faltará el gracioso que dirá que no hace falta gran cosa para eso.)
Señor Casey Bloys, si por casualidad llega a leer este comentario, me ofrezco con todo desinterés para ayudarlo a limpiar el buen nombre de esas empresas norteamericanas injustamente acusadas de la masacre del tetraetilo de plomo. ¿Qué le puedo cobrar por eso?
El último video de Rolón tiene menos de 10.000 vistas en una semana. Algunos de sus clientes y favorecedores comienzan a quejarse por el carácter reiterativo de sus historias. Me parece que a uno pronto van a echarlo del rancho, y que esta vez Dolina no estará para llevarle el colchón en el techo del auto.
Seguramente todos tendrán alguna noticia del tetraetilo de plomo, de los clorofluorocarbonos, de la inverosímil historia de Thomas Midgley (según muchos, el organismo más dañino del planeta) y de la justicia poética que hubo en su muerte. Es curioso que en un mundo donde hay películas y series biográficas hasta de Rocco Siffredi, a Midgley apenas se lo recuerde en un cortometraje irlandés que en apariencia nadie vio nunca (tampoco yo).
La charla de Dolina sobre Midgley comienza en la marca de tiempo 00:55:35.
Hace un tiempo me referí a una charla que Gillespi tuvo con Alan Parsons alrededor del año 2011; hasta el momento no pude recuperar ese video. Una lástima; Parsons es lo más cercano que hay a un divulgador científico en el campo de la producción musical. Me gustaría preguntarle directamente a Gillespi si ese reportaje puede verse aún en alguna parte, pero no se me ocurre cómo hacer que Cora deje pasar un mensaje que no contenga una apología de la sororidad.
De todos modos, también mencioné a Eric Woolfson y su opereta «Freudiana», de la que Parsons fue productor, y que tuvo un éxito considerable cuando fue puesta en escena en alemán en un teatro de Viena. Se trata de una obra melancólica, que trata al psicoanálisis como una más de las esperanzas engañosas (las únicas esperanzas posibles). Es una pieza tonal y muchas veces previsible —como casi todas las colaboraciones entre Parsons y Woolfson—, pero para mi gusto tiene esa fatalidad artística que no siempre sobra a músicos mucho más complejos y elaborados. (Como sucedía con los Beatles que, con todas sus limitaciones de formación, no podían parar de hacer arte de verdad.)
En «Freudiana» hay un tema satírico, Sects Therapy (juego de palabras que puede leerse como terapia sexual y también como terapia de sectas) por el que siento especial cariño, cantado por Frankie Howerd (comediante que fue la competencia de Benny Hill) y acompañado por orquesta de cámara; lo menciono porque me gusta (mi argumento predilecto), porque es un acto genuino de cabaret o de vaudeville, y porque viene bien para ilustrar algunos despropósitos hijos de la superstición (aunque como dije muchas veces, algunos rasgos del genio equivocado de Freud me impiden detestarlo de plano). Como ya no se puede subir contenido protegido por derechos de autor a YouTube para subtitularlo, aproveché esta publicación e incluí la traducción al castellano en el primer comentario.
Marca de tiempo 23:48:
Dolina —Tiene derecho a decir que hay como cuatro termos, el une adentro del otre.
Barton —Sí, señor.
Dorio —Pero el último *terme no es de acero inoxidable.*
Dolina y Dorio ya se burlaban del lenguaje inclusivo casi diez años antes de su imposición definitiva.
PD: No hay nada importante en las cursivas del primer párrafo; solo puse mal el guion bajo. Aunque ahora mirándolo bien, accidentalmente puede que sí. Mmmm... me voy, me parece que en el curso me están dando mucho Freud. Es malísimo para la salud.
Mariela, con respecto al fallido de las cursivas, solo puedo decir que sería preciso aclarar ese desplazamiento de la libido sobre un ideal, porque una de dos —o el desplazamiento de la libido se efectúa una vez más sobre una imagen, sobre una imagen del Yo, es decir, sobre la forma del Yo, a la que se llama Ideal, porque no es semejante a la que está actualmente allí, o a aquella que allí ha estado— o bien se llama Ideal del Yo a algo que está más allá de la forma del Yo, que es propiamente un ideal, y que se acerca más a la idea, a la forma. ¿Cuál es mi deseo? ¿Cuál es mi posición en la estructuración imaginaria? Esta posición sólo puede concebirse en la medida en que haya un guía que esté más allá de lo imaginario, a nivel del plano simbólico, del intercambio legal, que sólo puede encarnarse a través del intercambio verbal entre los seres humanos. ¿De qué otra cosa hablamos cuando evocamos una realidad oral, anal, genital, es decir, cierta relación entre nuestras imágenes y las imágenes? Hablamos justamente de las imágenes del cuerpo humano, y de la humanización del mundo, su percepción en función de imágenes ligadas a la estructuración del cuerpo. Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en el mismo lugar que el objeto imaginario: lo propio de la imagen es la carga por la libido. El Ich-Ideal, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel del Ideal-Ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística. En efecto, generalmente, la condición para que algo exista para un sujeto es que haya Bejahung, esta Bejahung que no es negación de la negación. La pulsión libidinal está centrada en la función de lo imaginario. ¿Qué sucede cuando esta Bejahung no se produce, y nada entonces se manifiesta en el registro simbólico? ¿Eh?
Es la hora, Mariela. Son 90.000 pesos. No, ni obra social ni tarjeta de débito ni billetera virtual, solo efectivo; eso de andar emitiendo facturas y pagando impuestos es un embole, los psicoanalistas no podemos perder tiempo en esas pavadas. Sí, ponelos sobre la mesa ratona, yo no toco el dinero. Prontito por la salida, que tengo otro loco en puerta.
(Juro que no inventé nada, solo copié y pegué de un diccionario de psicoanálisis. Mi único aporte al texto original se limitó a la última interjección.)
Ni Krank, ni Brauser: nos llamamos Legión porque somos muchos, somos. Vivimos apretados como perejil en maceta dentro de este infeliz, pero al menos no tiene lepra ni sarna. Ya dijimos que cuando vengan los chupacirios y nos echen de aquí, nos buscamos un cuerpo más hospitalario, onda Christina Hendricks o Barbara Schöneberger; eso de andar viviendo en chanchos suicidas es de una incomodidad abominable.
Yo también lo ignoro, pero seguir manteniendo a gente con estas ideologías en su equipo (y dejar que las implemente) hace que recaiga sobre él.
Estoy de acuerdo, Ciudadano32; detestaría que mi observación pudiera confundirse con una tibia defensa de Kicillof o sus circunstancias. Por otra parte, me apena que sea justamente Villarruel quien sepa siempre cómo, dónde y cuándo pegar el golpe para ganarse la simpatía de multitudes, mientras que quienes alguna vez fueron los nuestros —de forma total o parcial— insistan en participar de movimientos vanguardistas que atrasan varias décadas. Kicillof puede no ser responsable de algunos detalles en particular (por ejemplo, esos párrafos de ese libro), pero sí lo es en general al promover ideologías que dan sistemáticamente la espalda a la realidad y a los más débiles y desprotegidos en favor de esa caterva que postula que el DNI no binario es más importante que la seguridad alimentaria. Tal vez una jugada inteligente de Kicillof sería reconocer públicamente el error y dar marcha atrás, aunque es posible que el temor a la sagrada ira de Facundo Saxe se lo impida.
Una lástima, con las ganas que tenía de escribir sobre un procedimiento humorístico que imaginó Dolina (desarrollar un chiste y omitir el remate) y su relación con una película china muy poética y alusiva a una de las conjeturas más sombrías sobre el universo, inspirada en una de las novelas más importantes de toda la literatura de ese país, pero Cometierra.
A propósito: acusar de ruso a Karl Marx es como acusar de boliviana a Sonja Lang.
Ignoro, Ciudadano32, cuál será el grado de responsabilidad de Kicillof por esto, pero sí puedo garantizar que el progresismo cristinista saldrá a defender ese libro con su vida, y que elevará a su autora (quizá ajena a todo esto) a la categoría de mártir, aunque la estrategia recomiende todo lo contrario.
Ahora sí, me voy a abrir otra cuenta para pegarle a Lenin y para defender el Toki Pona que yo mismo ataqué.
No sé cuál de los dos escribe estas líneas.
«El olvido de la razón» sigue siendo uno de mis textos de cabecera a la hora de pegarle a la patota de Derrida; podría reprochar a ese libro la incomprensión del chiste del látigo y otros por el estilo (tales abismos nos deparan a todos el tiempo, la calumnia y los traductores ineptos), pero nada que una charla con Bunge no hiciera olvidar.
En Pagina/Biden recién vi una nota sobre su muerte y en los comentarios de los lectores, el más suave decía lo siguiente:
Un parásito menos.
El ganglio supraesofágico de Argumentito Ad Hominen demostró su incapacidad para comprender que el problema de esa frase está en su forma, no en el discutible —para bien o para mal— fundamentalismo de Dorio. «Un x menos» es siempre un buen punto de partida para un genocidio. De todos modos, algunos hacen méritos para ganarse ese epitafio (Argumentito, sin ir más lejos); pero ni Dorio ni Sebreli se lo merecían.
Resisto la tentación. El obituario no es lo mío.
Marca de tiempo 17:08:
«Parado en las cinco esquinas con toda mi contingencia, por ver si te rompo el alma voy haciendo diligencia». Reemplace el alma por el culo y habrá recitado usted un poema de Jorge Luis Borges. [...] Lo ha recitado incluso en mi presencia.
Es por estos detalles que estoy aquí.
PD: No te olvides de ponerle tapitas de gaseosa en los rayos así las minas mueren cuando te ven andar, víctimas del ya clásico ingenio masculino que no resisten.
Eso es una grasada, loco; yo, en los rayos de la rueda delantera de la Scott clavo una naranja para que parezca un círculo de fuego, y en la trasera le encajo un CD de la Mona Jiménez. Además, le pongo un cartoncito para que raspe y haga ruido de moto, y aflojé el puño derecho para hacerlo girar como un acelerador. Ya la tengo muerta a una. (A una mina, digo.)
Ciudadano32, no tengo la intención de defender al Barton de esa época (aún muy lejos de parir al futuro Barton cancerbero de la corrección política), aunque sí me parece justo señalar algún que otro acierto; por ejemplo, este:
Dolina —¿Qué número le gusta?
Dorio —¿De qué número a qué número tienen?
Dolina —Tenemos del cero al infinito.
Barton —Pero el infinito lo tengo reservado.
Dorio —Deme el anterior.
Aunque sé que es producto del azar (como el mono que aporrea un teclado: si le concede suficiente tiempo, terminará escribiendo letra por letra alguna obra de Shakespeare). Aunque de forma no del todo voluntaria, ahí está lo esencial del asombro por el hotel infinito de Hilbert.
Además, destaco la habilidad de Dorio para entreverar el mito de Píramo y Tisbe en un segmento humorístico.
Noto que Dolina aplica el apellido Botafogo a un bombero; no citaré el poderoso epigrama de Wilde, pero sí diré que el presidente de la Asociación de Bomberos Voluntarios de la ciudad de Rosario se llama Mariano Cienfuegos.
Más allá de su formación radial de FM (que por convención consiste en la habilidad de llenar el tiempo con muchas palabras sin decir absolutamente nada), no creo que Barton haya sido una desgracia para LVST; como escribí alguna vez, me sorprendió que funcionara tan bien en algunos de estos programas con Dorio. Creo que hubo un solo integrante desastroso, que no fue elegido o aprobado por Dolina; me refiero a aquel estandapero —séanos perdonada la jerga—, militante y cheronca profesional que le fue impuesto por las autoridades de aquella radio de cuyo nombre no quiero acordarme (bah, Radio del Plata), y que se enteró de la existencia de Dolina y de LVST el mismo día que debutó ahí. Deudas son deudas, macho.
Mariela, me alegra mucho lo que contás sobre el curso de acompañamiento terapéutico; suscribo la sugerencia de tragarse sin masticar a Freud al solo fin de aprobar exámenes (un consejo que yo mismo no logré seguir en mi intento de hacer la carrera de Psicología de base estrictamente psicoanalítica para después sí sacudirme la superstición e ir por un doctorado en psicología basado en evidencia en La Plata). Pensá que pudo haber sido peor, pensá que pudo haber sido Lacan. Con respecto a la diatonitis y al Auslenderismo, recién ahora caigo en el chiste (a pesar de que la primera es bien autológica y de una exactitud impresionante). Siento mucho no haber tenido noticias de ese programa de Julio Palacio. (Los estúpidos archivos de Internet, The Wayback Machine y Memento, no conservaron ni uno solo de esos programas, aunque sí rescataron del olvido a cientos de millones de memes de Wojak.)
Escribo con cierta prisa porque me espera un entrenamiento con tipos (sí, Barton, minas también, y algunas están buenísimas) que tienen la mitad de mi edad y el doble de entrenamiento que yo, datos que incrementan significativamente la probabilidad de quedar seco y fenecer a cielo abierto en una subida bien empinada, muerte que no está tan mal. Me gusta imaginar que las últimas palabras que oiré serán estas:
Primer ciclista —Che, me parece que este crepó.
Segundo ciclista —¡Uh, que garrón! Venimos muy atrasados.
Tercer ciclista, este ya de la escuela pragmatica —Ponelo en la banquina y rajemos, aquí nadie vio nada.
Y que los animales carroñeros hagan su trabajo. Para eso están.
El debate interno no solo es sano e interesante, es necesario para no terminar echando mano a ciertas minorías con problemas de autoestima muy fuertes, muy flojas de pensamiento y beligerantes que no hacen otra cosa que espantar a la ciencia y la razón.
Es una adivinanza, ¿verdad, Ciudadano32? Dejame intentar: los cátaros. ¿No? Ah, entonces: la gallina. ¿Tampoco? Bueno, me rindo; no tengo idea de quiénes pueden ser.
En mi comentario anterior escribí sobre la torpeza proselitista de las radios en las que Dolina trabajó entre los años 2010 al 2016; en este programa (marcas de tiempo desde 2:31 hasta 8:21) expuso a Dorio sus dudas sobre la eficacia de esas estrategias de comunicación. No puedo transcribir el texto completo, pero sí quiero citar esto:
El único debate posible que se puede hacer y que no se hace es un debate entre personas que piensan lo mismo. Es un debate interesantísimo y que el gobierno se lo debe, porque no lo hace. Ahí sí tiene importancia la diversidad, porque aparecen entre tantos otros asuntos a ver qué es lo que estamos haciendo para convencer a la gente de que tenemos razón, y si la metodología que estamos usando es la correcta. Eso nadie se lo pregunta nunca, y todo el mundo da por sentado que no hay equivocaciones al respecto, y yo creo que debería indagarse un poquito más al respecto.
Esa presunta infalibilidad —más propia de la religión revelada que de la política del siglo XXI— hizo que muchos retiraran para siempre su apoyo a ese espacio (me incluyo). Era un fanatismo análogo al que hoy muestran quienes defienden con su vida las muchas arbitrariedades sin sustento de la teoría económica académica (según Mario Bunge, la pseudociencia más peligrosa de todas).
En ese fragmento de audio también hay varias críticas de Dolina y Dorio a la inconveniencia o imposibilidad de llevar el mecanismo de debate a los medios masivos de comunicación y otros asuntos de interés, considerando lo que ocurrió no tanto tiempo después de eso.
De paso, Dolina hace en este mismo programa algunas observaciones —creo que muy acertadas dentro de su brevedad— sobre las corrientes musicales que se alejan del sistema tonal funcional (marcas de tiempo desde 32:07 hasta 34:16), y sospecho que aquí sí pudo haber pensado en cosas como Jazz From Hell.
Ya que Dolina solía mencionar tanto a Leonardo Sbaraglia y a Norman Briski (al punto de incluirlos como personajes en algunos segmentos humorísticos), y a veces a Mónica Ayos, paso para decir que vi «El hombre que amaba los platos voladores» y que me gustó; la película es mucho más feliz que su título. El final fue denostado por muchos, aunque supongo que acepta una segunda interpretación menos literal.
Creo innecesario aclarar que nunca tuve la intención de enemistarme con nadie por disentir con algunas opiniones; estoy convencido de que el diálogo pacífico y racional en un marco de respeto y convivencia es lo que nos hace crecer como ciudadanos, como personas y como seres humanos. Sí, a vos te lo digo. ¿Qué me mirás así, mamerto? ¿Tengo monos en la cara? ¡Con mi vieja y con mi hermana no, eh! ¡Agarrenmén, agarrenmén que lo mato a piñas a ese jueputa!
Mariela, gracias por citar a Julio Palacio; a pesar de mi interés por la musicología, nunca pude leer sus textos sobre la diatonitis. (Estuve por escribir algo parecido respecto a la percepción musical de Dolina y de otros músicos que tampoco tuvimos desde la infancia el piano como primer instrumento junto con su literatura asociada, y me detuve para averiguar algo más sobre el tema; hasta ahora no pude encontrar material de Palacio.) La referencia a «Blacks Without Soul» me arrancó una carcajada.
Ciudadano32, me gustó la espontaneidad de ese «¡No me reconcilio nada, estúpido!» y la apurada de Barton; extraño ese docto salvajismo aconsejado por la participación de Dorio.
Noto que Dolina insistía en destacar la diferencia entre credibilidad y veracidad en esta serie de programas de los años 2011 al 2013 (algo que tenía sentido durante ese período), aunque la evidencia demostró que los creíbles tenían la razón aunque mintieran, y en especial porque mentían. ¿Fue sensato condenar a millones de argentinos a la miseria y la desigualdad solo por no faltar a una verdad tan sobrestimada como brumosa? Un sociópata utilitarista como yo se negaría a responder esa pregunta con un sí.
Hago notar la insoportable falta de profesionalismo del personal de las dos radios en que trabajó Dolina durante ese período, quizá una consecuencia de la mística de la militancia (¿qué?) aplicada a la comunicación masiva en el siglo XXI. En estos programas que conservan los segmentos informativos también puede oírse a funcionarios y dirigentes que —con voz telefónica de escribano anciano y estreñido— se burlaban de los papelones que estaba haciendo la oposición, que desconocía un inciso perdido de la ley de presupuesto o una ordenanza municipal del año 1873; el mensaje era: «No se preocupen, ¿quién va a votar a esos ignorantes?» Ganaron los papeloneros, naturalmente, y no fue la única vez.
Además, ¿qué puede hacerle suponer que Ofelia sienta algún interés por el comunismo, por el socialismo, por el peronismo, o por cualquier otra cosa que no sea su prosperidad personal?
(Naturalmente que el nombre Ofelia puede ser reemplazado por muchos otros, pero estoy seguro de que pensó en ella. ¿Quién no?)
Leo en algún lugar:
Si no te gusta el #capitalismo, bajate de este bondi y mandate mudar a #China, #Cuba o #Rusia, cuyos ciudadanos —si pudieran elegir libremente dónde vivir— seguramente elegirían un país #libre y #capitalista.
No hay nada más gracioso que encontrar a #socialistas y #comunistas usando #tecnología e #Internet; acaso, dos de los pilares más grandes del capitalismo occidental.
Seguí escribiendo sobre la lucha de clases desde tu iPhone y seguí viajando en autos importados 0 km, gurú.
Comprendo esa divertida indignación porque siento exactamente lo mismo cuando encuentro a un anarcocapitalista oyendo música electrónica, uno de los grandes desarrollos artísticos originados en la URSS de Lenin; es absurdo escuchar a Giorgio Moroder o a Alex Cobb sin estar afiliado al Partido Comunista. Ni hablar de la locura de leer libros impresos —un invento chino— sin haber votado al menos una vez a Pitrola, o de la paradoja de usar productos de Apple sin tener los ojos rasgados como los empleados de Luxshare Precision que los fabrican en Zhejiang.
(Aunque los hechos que cito son reales y verificables, por cierto que todas esas estupideces que escribí más arriba pertenecen al juego malicioso de confrontar un argumento falaz con otro del mismo orden, aunque de signo opuesto. Por otra parte, sería un despropósito el elevar esas frases de conversación de parada de colectivo y esos lugares comunes de redes sociales a la altísima dignidad de argumento.)
Creo innecesario señalar que entre quienes fuimos preparados para diseñar y fabricar microprocesadores de 4, 8 y 16 bits de tecnología de 1.500 nanómetros en Argentina hubo comunistas, radicales, peronistas, ácratas, y hasta hubo uno que le hizo campaña a Carlos Auyero (parece que era un sobrino, o algo así). Pocas cosas más apolíticas que un multiplexor o una ALU.
A propósito, fue una tiranía neoliberal sangrienta la que privó a nuestro país para siempre de lograr aquella soberanía dura que proviene de apoderarse del desarrollo y la producción local de tecnologías de punta. Por muy inmunes a los engaños y a los sesgos que nos creamos, nos han vendido sin esfuerzo muchas veces la pirámide de Keops, la torre Eiffel, el Santo Sudario, y hasta los libros de Rolón.
Después vuelvo con una inepta conjetura sobre por qué supongo que Dolina no puede disfrutar mucho de la música de Zappa.
Pero si yo también comía caramelos Pirulito.
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